Humboldt 7 y el hombre que delató a mi padre

La delación se efectuó en un apartamento secreto de la policía de Fulgencio Batista en La Habana. El estudiante comunista Marcos Rodríguez fue el delator. El operativo fue ejecutado el 20 de abril de 1957 por el coronel Esteban Ventura Novo y sus hombres.

Humboldt 7 y el hombre que delató a mi padre
Juan Pedro Carbó Serbiá (izq.) y Fructuoso Rodríguez en una audiencia en el Tribunal de Urgencia de La Habana. Foto: Archivo.

Por Osvaldo Fructuoso Rodríguez*

Si de algo puedo sentirme orgulloso es de mi padre. Mi padre era Fructuoso Rodríguez, un líder estudiantil asesinado a la edad de 23 años junto a sus compañeros José Machado, Juan Pedro Carbó Serviá y Joe Westbrook. Todos murieron en el hecho conocido como la masacre de Humboldt 7, provocada por una delación.

Los cuatro habían encontrado refugio en esa dirección tras participar en los acontecimientos del 13 de marzo de 1957. Mi padre acompañó al líder estudiantil José Antonio Echeverría a la toma de la emisora Radio Reloj para anunciar el presunto magnicidio del dictador. De la acción armada del Palacio Presidencial pudieron escapar con vida Machado, Westbrook y Carbó Serviá. Apenas unas semanas después la policía batistiana perpetró la masacre.

Extraña palabra esa. Masacre. No llegas a comprenderla hasta que incluye a un familiar, a un amigo, a un conocido. Más extraña aún cuando tú aún no has nacido y la víctima es tu padre.

La delación se efectuó en un apartamento secreto de la policía de Fulgencio Batista en La Habana. El estudiante comunista Marcos Rodríguez, alias Marquitos, fue el delator. El operativo fue ejecutado el 20 de abril de 1957 a las 5:55 p.m. por el coronel Esteban Ventura Novo y sus hombres. Semanas después Marcos Rodríguez inició un extravagante periplo latinoamericano sufragado por la Cancillería cubana. El periplo concluyó en México.

En aquella época Joaquín Ordoqui, uno de los principales dirigentes del Partido Socialista Popular (PSP), y su mujer Edith García Buchaca, vivían exiliados en México y recibían un sueldo de la CIA que oscilaba entre $2,000 y $3,000 mensuales. Teté Casuso y Teresa Proenza, cubanas radicadas en México y con amplias relaciones en el mundo diplomático, les hacían llegar el dinero. El propósito era que los Ordoqui informaran de las interioridades del PSP y de la Confederación Latinoamericana de Trabajadores (la central sindical mexicana, controlada por el PRI). El elevado tren de vida de Ordoqui le permitía mantener dos y tres amantes a la vez en la capital mexicana.

Los Ordoqui recibieron a Marcos Rodríguez y le ofrecieron cobijo, alimento y amistad. Marcos vivió y compartió estrechamente con el matrimonio.

Edith García Buchaca, casada en primeras nupcias con Carlos Rafael Rodríguez, con quien tuvo dos hijas -Anabelle y Dania-, supo sacar buen provecho de sus matrimonios en la alta jerarquía comunista y logró que al triunfo de la revolución, en 1959, se le nombrara como Presidenta del Consejo Nacional de Cultura. Desde esta posición, a su vez, ella concedió una beca para completar estudios culturales en Praga a Marcos Rodríguez. El funcionario encargado de gestionar la beca fue Alfredo Guevara Valdés, fundador del Instituto de Cine (ICAIC).

Un poco antes de esas gestiones, en la primera semana del triunfo revolucionario, mi madre, Marta Jiménez, le pidió a Camilo Cienfuegos entrevistarse con Alfaro, uno de los asesinos de mi padre y que acababa de ser capturado por las patrullas rebeldes. En esa entrevista, mamá le mostró más de 100 fotos de carné de diversas personas, entre las cuales estaba una foto de Marquitos. Alfaro lo identificó sin titubear como el delator. De inmediato mamá le pidió a Camilo que suspendiera el juicio a Alfaro y se detuviera a Marcos Rodríguez.

Camilo cursó la orden de detención y Marquitos fue arrestado. Pero por muy poco tiempo. No habían transcurrido más de seis horas cuando Osmany Cienfuegos, antiguo miembro del PSP y hermano de Camilo, liberaba al delator. Pero aún con mucha más celeridad se dio la orden de fusilar a Alfaro, sin avisar a ningún miembro del Directorio Revolucionario ”13 de Marzo” -y en contra de la orden emitida por Camilo en Columbia, la cual Fidel Castro había aprobado.

Mi madre no cejó en sus empeños, sin embargo, y meses más tarde logró la prueba que incriminaba definitivamente a Marcos Rodríguez con la delación. El gobierno de Batista había emitido una carta secreta a través de la Cancillería cubana donde se le otorgaba a Marquitos una elevada suma de dinero para su manutención en Argentina, Costa Rica y México mientras estuviese exiliado. Dicha solicitud estaba avalada por Esteban Ventura y firmada por el canciller cubano. Ya por la fecha del descubrimiento de este documento, Joaquín Ordoqui ocupaba el cargo de viceministro primero de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).

Durante más de cinco años, mi madre le estuvo pisando los talones a Marquitos, hasta que después de una extensa y larga investigación logró que se le apresara y llevara de vuelta desde Praga a La Habana, donde se inició el juicio que, después de la primera vista, develó la verdad del encubrimiento del PSP en dicha delación. Quizás sin proponérselo o quizás aprovechando todo su jugo político, el mismo Fidel Castro convirtió el juicio en un proceso público televisado en 1964. El Tribunal Revolucionario No. 1 de La Habana decretó el fusilamiento de Marquitos; inmediatamente después Ordoqui fue condenado a 30 años de prisión.

¿Prisión? Bueno, su ”cárcel” era una hermosa finca, llena de árboles frutales y animales para la alimentación de este reo de lujo, en las afueras de La Habana, y con un auto y chofer de las FAR. Y, dicho sea de paso, en compañía de Edith García Buchaca, ya destituida y no apresada gracias a la defensa y alegatos que Carlos Rafael Rodríguez hizo de ella. Le acompañaba, le podía cocinar y vivir a su gusto, y ella alternaba entre la finca y su espléndida casa en el Nuevo Vedado.

Cada cierto tiempo la señora García Buchaca viajaba a Madrid para encontrarse con su hija Anabelle, quien años más tarde sería recibida por su papá, Carlos Rafael Rodríguez, vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros de Cuba, cuarto hombre en jerarquía, pero tercero en poder.

Fue Carlos Rafael quien autorizó y ordenó al entonces embajador cubano en España, Carlos Alfara, a través del cable cifrado CF #121145-6, a pagar la operación de la vista de su hija en la clínica Barraquer de Barcelona, los pasajes de la Buchaca y gestionar con el gobierno de Felipe González un puesto permanente para otro miembro de la familia como maestro titular en el sistema escolar español.

Anabelle en aquel entonces trabajaba bajo las órdenes del empresario español Eduardo Barreiro, quien había sido contratado por el gobierno de Fidel Castro para cambiar el funcionamiento de los motores Diesel de fabricación soviética. Todos los años el régimen cubano le pagaba a Barreiro unos $5 millones que eran depositados en su cuenta personal en la Unión de Bancos Suizos de Ginebra. Como parte de ese contrato, Barreiro se comprometió a emplear a Anabelle y pasarle $5,000 mensuales.

Actualmente Dania, la otra hija de Edith García Buchaca, es la esposa del General de Cuerpo Julio Casas Regueiro.

En enero del 2004, García Buchaca perdió a su hijo varón, ”Joaquinito”, el fruto de su idilio con Ordoqui. Al menos ese joven que conoció a su padre, pudo conversar y disfrutar con él (aunque fuese en la finca donde se encontraba ”detenido”). Y como hijo de un “preso político” fue becado en Alemania, estudió Germanística en la Universidad Carlos Marx de Leipzig, pudo viajar y conocer el mundo.

¡Qué extrañas vueltas da la vida!, a veces injusta, otras veces no. Nunca antes supe que algún hijo de preso político cubano estudiase en una universidad extranjera, becado por el régimen castrista. Muy por el contrario, todos fueron -y son- vejados, marginados, despreciados, señalados de por vida, por el solo hecho de tener un padre desafecto o en el terreno contrario.

Por culpa de un delator, yo jamás pude conocer al mío.

* Este artículo apareció inicialmente en la edición del diario El Nuevo Herald, el 20 de abril de 2007, y se reproduce en CaféFuerte, con autorización de su autor, en ocasión de cumplirse el aniversario 65 de la masacre de Humboldt 7.

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