Testimonio desde La Habana: Un día en la memoria cubana
Este 18 de febrero se cumplieron 66 años de que el Gobierno Revolucionario disolviera por decreto los centros de torturas y crímenes de la tiranía anterior. Pero las ilegalidades y desmanes contra los cubanos no han cesado desde entonces.
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Por Jorge Fernández Era*
Hoy fui a mi segunda casa: la Unidad de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) de Aguilera. Tras tres meses de ausencia por la fractura del quinto metatarsiano de mi pie derecho, se me aguaron los ojos al subir la escalinata y saludar a mis compañeros represores, tan dados a preservar la intranquilidad ciudadana.
Vidiala, mi instructora penal, estaba tan, pero tan ocupada, que solo pudo atenderme unos segundos para decirme que no tiene idea de la suerte corrida por el expediente acusatorio contra mi problemática persona. Ni se acuerda la pobrecita de si por fin lo peloteó una vez más hacia Fiscalía, ese órgano competente que tiene la honrosa tarea de enviarme a juicio, mas no sabe en qué transporte hacerlo. Es comprensible: un delito tan, pero tan grave como el de «desobediencia», necesita de 22 meses y más para ser investigado.
Negarse a pagar una multa es cosa seria, y hay que entrevistar a mucha gente: peritos en dactilografía, expertos en cálculos de dilapidación de combustible, traductores del lenguaje judeico-oriental al español, doctores en siquiatría que diluciden la empatía hipnótica de la teniente coronel Kenia… Quién quita que, mancomunadamente, con la ayuda de todos los factores, puedan de una vez cerrar un expediente que tiene más manchas que el canal europeo del mismo nombre.
Hubiera sido tan, pero tan fácil que yo entendiera que cuando se me impone una prohibición de salida del país —que igual cumple 22 meses—, es para cuidarme del choque de aviones de pasajeros que predijo Ricardo Alarcón, en 2013, y que tenerme oficialmente en cana domiciliaria por 694 días es una medida de prevención para cuidarme de lo mala que está la calle con tipos como yo circulando por ahí como si nada.
Pero ya que mi hueso definitivamente suelda, y ayer en el Fructuoso me dijeron que voy tan bien como el proceso de corrección de distorsiones y reimpulso de la economía, mañana por la tarde le tomaré el pulso al transporte urbano y me dirigiré al Parque Central para, en manifestación pacífica, situarme frente al monumento a José Martí y exigir en silencio, entre las dos y las tres de la tarde, la liberación de TODOS los presos políticos sin exilio obligatorio; una Asamblea Nacional Constituyente elegida democráticamente para redactar una nueva Constitución aplicable en todas sus partes; que el Estado no se desatienda de la crítica situación de ancianos, jubilados, pensionados y familias en pobreza extrema, y el cese del hostigamiento a personas que ejercen la libertad de expresión.
Por supuesto que en el último reclamo incluyo que acaben ya con el acoso a Alina Bárbara López Hernández, a Jenny Pantoja, a Fernando Vázquez y a mí. De tanto conocer los entresijos de los recintos minihistéricos interiores, estamos a punto de elaborar un proyecto de señalética que permita a los agentes conducir a los detenidos por esos sinuosos pasillos utilizando un flujo más a tono con los modales, hidalguía y valor a toda prueba de nuestras autoridades del (des)orden.
Para evitar que reincidan los inefables subordinados de mi admirada teniente coronel, paso a nombrar las Unidades de la PNR y de la Seguridad del Estado a las que ya me han conducido: Aguilera —casa matriz—, Zulueta, Zanja, Santiago de las Vegas y Villa Marista. Mañana me gustaría conocer, antojos que uno tiene, una Unidad cercana a algún tenebroso y antiguo lugar de los tantos donde cometieron desmanes los secuaces de Fulgencio Batista.
Quisiera, cuando me suelten, poner flores a quienes no se les permitió conocer una Revolución que puso freno a injusticias, ilegalidades y torturas de cualquier tipo. Es que este 18 de febrero se conmemoran 66 años de que el Gobierno Revolucionario de Fidel Castro disolviera por decreto los centros de torturas y crímenes de la tiranía.
*Periodista, escritor y humorista cubano. Las autoridades le mantienen impuesta una medida cautelar con reclusión domiciliaria, sin derecho a salir del país, mientras aguarda por un proceso judicial por supuestos delitos de desobediencia y sedición.