Paulo FG: Una carta censurada y el sueño de una Cuba inclusiva
Con su muerte, ocurrida este sábado a los 62 años, Cuba ha perdido a un músico que le hablaba a los bailadores en su lenguaje y resumía en su obra los fundamentos de la música popular cubana.
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Por Michel Hernández
Es cierto que en la prensa oficial cubana apenas existe la crítica ni la fiscalización al trabajo que debe ser fiscalizado. En 2007 no estaba muy claro del “ecosistema” o sí, pero estaba tratando de hacer un periodismo que al menos se pareciera al significado que le otorgan en la academia.
De ahí nació mi primer encuentro con Paulo FG. Un encuentro tenso, difícil, que durante meses fue la comidilla del mundillo periodístico y de la escena musical. Todo partió de una crítica mordaz para los estándares oficiales sobre un concierto por algún aniversario de la UJC en la Tribuna Antimperialista, frente al malecón habanero.
No pensé que aquella nota fuese a salir publicada, pero salió. Tras la publicación las instituciones oficiales comenzaron a mover las fichas. Le cerraron increíblemente a Paulo los contratos que tenía en los hoteles y por cerca de 15 días no lo dejaron actuar en casi ningún establecimiento. La nota giraba en torno a su actuación aquella noche y de las letras de algunas de sus canciones más recientes.
Para mí fue algo insólito. Una simple crítica, una simple nota, en el diario Granma podía interrumpir la carrera de un músico, de una leyenda como lo era Paulito FG. El artista, lógicamente expuso sus razones y criticó la crítica de Granma, que para Cuba, es la crítica del PCC. Al menos en ese momento, cuando no existían otros medios que podían darle voz al artista. Que podían servir de riposta.
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En verdad, me sentí un poco incómodo por todo lo que estaba ocurriendo aquellos días con el músico, cuya obra si bien no me llamaba la atención particularmente tampoco era mi intención ningunearla. Paulo, en medio del oscurantismo que lo envolvió, trató de defenderse y poner sobre la mesa sus opiniones. Envió una carta dirigida a lo más alto del poder político del país argumentando que no estaba de acuerdo con la nota y explicándolo.
Su carta iba a ser publicada en Granma junto a un texto que defendía mi posición. Cerca de las 12:00 am, cuando ya el periódico estaba a punto de salir a imprenta, lo mandaron a detener y la carta de Paulo nunca salió publicada. Hubiera sido muy interesante para los cubanos conocer de primera mano las opiniones de un artista como él sobre su obra, sobre su proyección escénica y, en general, sobre su relación con los bailadores. Hubiera sido casi inédito además ese tipo de intercambios públicamente para que cada lector se quedara con la parte que considerara.
Días después fue publicado un texto lleno de alabanzas al músico por ordenanzas superiores, lo que le permitió regresar a los escenarios.
Durante años recientes pensé que si una simple nota en aquel momento de Cuba podía traerle esas consecuencias a un artista de la altura de Paulo que podía quedar para otras personas que han sido expuestas públicamente.
Años más tarde le pedí una entrevista. Hablaríamos sobre Sonando en Cuba y su carrera en general. Accedió al momento. La hicimos en el Hotel Nacional y conversamos sobre aquella crítica y los momentos de ostracismo que vivió por el comentario. “ Varios funcionarios me dijeron que hasta que no resolviera mi problema no podía tocar”, recuerdo que me dijo.
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Bromeamos incluso de los rumores que me llegaban de que él había contratado dos “tipos para que me vigilaran”. Todo era parte del mismo absurdo. La conversación duró casi dos horas y unos cuatro cafés, y dos cervezas. De ahí no nació una amistad, pero sí respeto y afectos compartidos. El músico habló de todo. De su trabajo con los reguetoneros, de su hijo rockero, de la timba y me dijo que quería para sus hijos un país inclusivo.
La última parte no fue publicada. El resto de los temas, con pequeñas variaciones, sí. Él me agradeció por teléfono la publicación y quedamos en repetir el encuentro en su casa. Pero no sucedió.
Con su muerte, ocurrida este sábado a los 62 años, Cuba ha perdido a un músico que le hablaba a los bailadores en su lenguaje y resumía en su obra los fundamentos de la música popular cubana.
Ha sido otro día triste para Cuba y para todos aquellos que ya han comenzado a extrañarlo sobre los escenarios.