¿Quién quiere el embargo?

¿Quién quiere el embargo?Por ROBERT S. MCELVAINE*

– El presidente Obama tendrá que decidir la próxima semana si continúa, por un año más, las disposiciones del embargo comercial de Estados Unidos contra Cuba. Sin una extensión presidencial, estas disposiciones -aunque no otras que fueron instituidas por acción del Congreso- terminarían a finales de este mes.

El fin del embargo debió haber ocurrido hace mucho tiempo. La actual crisis económica proporciona una argumento útil para hacerlo.

Hay un precedente para dar un paso de esta magnitud hacia una nación comunista en tiempos difíciles. A la vista de la Gran Depresión, prominentes empresarios americanos empezaron a discutir si el reconocimiento de la Unión Soviética no favorecería un aumento sustancial en el comercio y daría así un impulso muy necesario a la economía de Estados Unidos. En noviembre de 1933, después de que varios políticos conservadores se habían sumado a presionar por ese reconocimiento, el presidente Franklin D. Roosevelt estableció relaciones diplomáticas con el gobierno soviético.

Las raíces del embargo a Cuba se remontan a la administración de Eisenhower. En un memorando de 1960, Lester D. Mallory, subsecretario de Estado para asuntos interamericanos, hizo notar que “la mayoría de los cubanos apoya de Castro” y argumentó que “el único medio previsible para alienar el apoyo interno es a través del desencanto y el desaliento provocados por la insatisfacción y las dificultades económicas”. El objetivo -escribió-  era “disminuir los salarios y los ingresos monetarios, a fin de causar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno”. Unos meses más tarde, durante la campaña presidencial en la que John F. Kennedy fustigó al vicepresidente Richard M. Nixon por ser parte de una administración que había permitido el establecimiento del comunismo a 90 millas, Estados Unidos impuso un embargo económico parcial sobre Cuba.

¿Cuestión de semanas?

En 1962, el presidente Kennedy estableció el embargo total a Cuba (aunque sólo después de pedirle la noche anterior a su ayudante, Pierre Salinger, que saliera a comprarle un millar de puros cubanos).

Cuando el presidente George H.W. Bush firmó un endurecimiento del embargo poco antes de las elecciones de 1992, el principal patrocinador del proyecto legislativo, el entonces representante Robert Torricelli (demócrata por Nueva Jersey) proclamó que provocaría la caída de Fidel Castro “en cuestión de semanas.”

Viajando por Cuba casi dos décadas después de la predicción de Torricelli, uno ve las dificultades e insatisfacciones en la población, y muchas personas que viven en viviendas pobres, pero no hay señales de hambre. Y, por supuesto, los hermanos Castro mantienen el control.

Si el embargo no ha funcionado después de 50 años, ¿cómo puede alguien argumentar plausiblemente que va a funcionar ahora?

¿Quién quiere el embargo? Prácticamente nadie más allá de un pequeño número de cubanoamericanos en el área de Miami. Existe todavía sólo porque Florida es el mayor estado oscilante (swing state) de la nación y los republicanos creen, probablemente con razón, que es poco probable ganar sus 29 votos electorales sin un fuerte apoyo de este grupo de interés especial.

El levantamiento del embargo no va a darle un vuelco total a la economía de Estados Unidos. Pero sería de ayuda colateral a la economía en general y representaría un impulso sustancial a los negocios y el empleo en industrias que podrían realizar importantes exportaciones a la isla.

Un museo viviente

Cuba es, por supuesto, bien conocida como un museo viviente de la época dorada de la industria automotriz de Detroit. Hay una vasta flota de automóviles fabricados en Estados Unidos que aún ruedan aquí, pero ninguno posterior a 1959. Además de los autos Lada de fabricación rusa, los modelos más recientes incluyen Mercedes, BMW, Nissan, Hyundai -casi todas las marcas del mercado, excepto los realizados en Estados Unidos. Y aunque los viejos autos americanos tienen adaptados a menudo nuevos motores de fabricación japonesa. El fin del embargo daría así a los fabricantes una oportunidad de competir por negocios en Cuba.

Ya han transcurrido 20 años desde que la Unión Soviética se desintegró. La Guerra Fría ha pasado a la historia, con la única excepción evidente del embargo estadounidense contra Cuba.

Estados Unidos libró terribles guerras con China (en Corea) y Vietnam, cada con un costo de decenas de miles de vidas norteamericanas. Sin embargo, las relaciones con China se normalizaron en 1978 y con Vietnam en 1995. Un enorme volumen del comercio de Estados Unidos se desarrolla actualmente con ambos ambos países. El régimen chino es hoy mucho más represivo que el de Cuba y Vietnam bloquea el acceso de sus ciudadanos a la información sin censura, al menos tanto como lo hace Cuba. Y a pesar de ello, el embargo continúa.

No nos equivoquemos: Cuba no es un país de libertades. Las condiciones han mejorado, no obstante, y hemos podido caminar por nuestra cuenta y hablar con cualquiera que nos encontramos. Muchos cubanos sienten un justificado orgullo de los logros alcanzados en su país con la revolución, sobre todo en salud y educación.

Un sistema con dos clases sociales

Pero es obvio que hay un descontento considerable bajo el status quo de los hermanos Castro. Durante la última década, se ha desarrollado un sistema con dos clases sociales, mediante el que los cubanos que logran un trabajo en la industria turística ganan mucho más que el resto de sus compatriotas. Muchos profesionales que, con el fin de ganarse la vida, se ven obligados a trabajar como botones, meseros, cantineros, ascensoristas y otros empleos similares son un hervidero de rabia. Así que, claramente, es un porcentaje difícil de medir con relación al número mucho mayor de cubanos que no tienen ninguna oportunidad de tener esos puestos de trabajo.

Los cubanos con quienes nos reunimos en las calles se manifiestan con mucho interés acerca de Estados Unidos. Poner fin al bloqueo significaría también que los ciudadanos estadounidenses podrían viajar a Cuba sin restricciones. Mientras más estadounidenses lleguen aquí, mayor será el deseo del pueblo cubano por la libertad. Fidel Castro tiene 85 años y está enfermo; Raúl tiene 80. La afluencia de los americanos es casi seguro que fortalecería las fuerzas de la liberalización en Cuba.

Robert F. Kennedy estaba en lo correcto en un memorando que escribió,unas tres semanas después del asesinato de su hermano, al Secretario de Estado, Dean Rusk. Kennedy llamó a la política “incompatible con las libertades estadounidenses tradicionales”. El embargo a Cuba es un anacronismo evidente y sin sentido. No hay ninguna buena razón para dejarlo en pie un día más.

Señor Obama, ¡derribe este muro!

*Robert S. McElvaine es profesor de Historia en Millsaps College y autor de La Gran Depresión, libro que acaba de alcanzar su vigésimoquinta edición. Este artículo apareció inicialmente en el diario Los Angeles Times.

Traducción: CaféFuerte

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