Copa Mundial de Béisbol: ¿milagro holandés o disparate criollo?
Pareciera una alegoría: ahora que en Cuba manda quien fue el eterno segundo, el equipo nacional de béisbol parece condenado a concluir siempre a la zaga del campeón en las Copas Mundiales.
Después del triunfo criollo ante Estados Unidos, 8-7 en el torneo recién finalizado en Panamá, creí que solo un milagro apartaría al manager pinareño Alfonso Urquiola de su ruta hacia el podio.
Es verdad que habían exhibido una ofensiva miserable ante República Dominicana, equipo al que derrotaron con la ayuda de un bate roto que voló hacia el campo corto y confundió al defensor rival. Y que Yulieski Gourriel, que anotó la carrera decisiva en el pleito con los yanquis, fue tal vez beneficiado por el árbitro de primera base.
Pero una vez salvado el escollo estadounidense en la XXXIX Copa Mundial, gozando de buen pitcheo y de una ofensiva satisfactoria en general, los hombres que habían partido desde La Habana tenían las de ganar.
Hasta que llegó Holanda. Aunque los europeos derrotaron a Estados Unidos en su grupo clasificatorio, el suceso no parecía premonitorio: más bien se dudaba de la fuerza del equipo del Tío Sam, que antes perdió su choque con Puerto Rico gracias a la regla de desempate que introdujo precisamente el norteamericano Schiller.
Los yanquis, además, le arrancaron un agónico 3-0 a Grecia, finalmente sucumbieron ante Canadá, y si pasaron a la siguiente ronda fue con la ayuda de las deidades de una botánica de Hialeah: doblegaron a Panamá en un programa pendiente y, sobre todo, fue necesario que Taipei de China ganara al fin un juego para eliminar a Puerto Rico.
Tal vez, dirá usted, todo eso es historia antigua. O daño colateral, como se comenta en estos tiempos de guerras de bajo perfil, porque lo importante fueron las dos muecas que Holanda le hizo a Cuba, con marcadores de 4-1 y 2-1.
Cinco lanzadores de los Países Bajos, a lo largo de dos partidos, pusieron de rodillas a los artilleros del Caribe, y ninguno de ellos fue llamado dos veces frente a los cubanos.
Un yanqui en Holanda
No lanzan los holandeses rectas de vértigo, como las que empleó Jason Motte para que San Luis eliminara a Milwaukee en los play off de Grandes Ligas, pero colocan la pelota donde quieren. Eso se logra con aprendizaje, con fogueo, y con la tranquilidad de practicar béisbol por puro placer, sin la presión política de que la patria esté involucrada en un acto que entraña, simplemente el hecho de jugar.
Y con un magistral trabajo del mánager Brian Farley, un estadounidense radicado de Holanda, quien movió los lanzadores con particular destreza. Farley, un ex jugador de Grandes Ligas, se incorporó al béisbol holandés desde 1988 y en el 2000 fue asistente de dirección en el equipo que participó en los Juegos Olímpicos de Sidney, Australia. Está al frente de la selección nacional holandesa desde el 2008.
Mientras tanto los cubanos, el pueblo, siguen a la espera de los cambios. Para su bienestar, y para el goce espiritual de que su equipo gane en la pelota.
Es la tercera final mundial consecutiva que pierden los equipo cubanos. En los torneos del 2007 y 2009 sucumbieron ante Estados Unidos.
“Otro golpe al corazón”, dice entristecida la prensa oficial sobre esta derrota.
Y con un equipo yanqui que en la Copa Mundial creció en team work, según se fue compenetrando, los Juegos Panamericanos que arrancaron el fin de semana en Guadalajara, México, podrían deparar el mal rato terrible de otro revés para los peloteros de la isla.
Ojalá que no.
Video de premiación y clausura de la Copa Mundial: