La Sonora Matancera, cien años después
Este 12 de enero se celebra el centenario del conjunto más influyente en las agrupaciones soneras cubanas, en las músicas del Caribe y en los que generaron el movimiento salsero en el Nueva York de los años 60 y 70.
Por Rosa Marquetti
Desde hace semanas, más bien meses, en muchas ciudades y pueblos de Colombia, y también de Perú, se preparan para el acontecimiento que desde su devota fanaticada, vivirán una sola vez en la vida: el centenario de la Sonora Matancera, probablemente y junto al de Arsenio Rodríguez, el conjunto más influyente entre las agrupaciones soneras cubanas, en las músicas del Caribe y en los que generaron el movimiento salsero en el Nueva York de los años 60 y 70.
Con seguridad, este 12 de enero numerosos medios de prensa en Latinoamérica, el Caribe, Estados Unidos, harán referencia a la efeméride.
En Colombia, sobre todo, desde hace décadas y con incesante relevo generacional, existen clubes y entidades para difundir y preservar la música de su adorado conjunto (allí no es un problema constituir este tipo de entes en comunidades que se reúnen según un interés colectivo: usted cumple con las normativas legales, paga sus impuestos, ¡y ya está!).
En Colombia es donde, probablemente, se encuentre la mayor cantidad de coleccionistas que se han hecho con sus discos en búsquedas que a veces superan la lógica imaginable, preservando su sonido desde aquellos primeros discos de goma laca y 78 revoluciones por minuto. Han estudiado y estudian su legado e impacto en la historia posterior de la música cubana y caribeña.
Los primeros libros sobre el decano de los conjuntos cubanos y la mayor cantidad de ellos han sido escritos por colombianos. Han creado decenas de revistas y publicaciones, han invertido miles de horas en programas radiales, entrevistas, inserción y completamiento de informaciones en contenidos de internet, lo que permiten hoy llegar al centenario de la Sonora Matancera con su legado vivo y preservado materialmente.
Si estuvieran hoy con nosotros y vivieran aún en Cuba, al igual que los colombianos estarían celebrando mis coterráneos Eduardo Rosillo, Radamés Giro, Helio Orovio, Sigfredo Ariel, nuestra inolvidable amiga cubano-colombiana Adriana Orejuela…, al igual que otros maestros y colegas que aún pueden contarlo, como René Espí, Tony Pinelli, Humberto Manduley, Tony Basanta, Gaspar Marrero, Rafael “Chino” Lam, Ramón Fernández Larrea, Juan de Marcos González, Alden González y algunos otros cuyos nombres se me escapan ahora. Viviendo en Cuba y contra vientos y mareas ellos desde sus programas radiales y televisivos, libros y publicaciones, rompieron lanzas por mantener vivos para las sucesivas generaciones la historia y el sonido del legendario conjunto.
Pero poco más hemos hecho desde nuestro archipiélago.
A diferencia de Colombia y Perú, me avergüenza decirlo, para las generaciones que siguieron a la salida de Cuba de sus integrantes el 15 de julio de 1960, para no regresar, La Sonora Matancera es, para algunos un vago recuerdo, y para una mayoría importante, una perfecta desconocida. Como lo son muchos de los cantantes que pasaron por sus filas y se hicieron famosos por cantar con ella. Por solo citar algunos: los cubanos Bienvenido Granda, Celio González, Gloria Díaz, Laíto Sureda, Olga y Tony, Miguel de Gonzalo, Rey Caney (Reinaldo Hierrezuelo), Raúl Planas; los boricuas Myrta Silva, Bobby Capó, Daniel Santos, Carmen Delia Dipiní, Yayo el Indio; el dominicano Alberto Beltrán, el colombiano Nelson Pinedo; la haitiano-cubana Martha Jean-Claude, el argentino Leo Marini y la más grande de todos: Celia Cruz.
¿Las causas? ¡Lo que se sabe, no se pregunta! ¿Será reversible esta trágica anomalía cultural en nuestra Cuba? No lo creo. Lamentable y dramáticamente, no lo creo.
¡Feliz centenario al decano de los conjuntos cubanos! ¡Felicidades hasta el cielo a todos sus integrantes y cantantes invitados a lo largo de su fructífera carrera artística! ¡Gracias, Colombia! ¡Gracias, Perú! ¡Gracias a quienes en otros países aún aman y bailan con la Sonora Matancera! gracias a quienes mantienen vivo su legado.