Daisy Granados: un triste espectáculo en Miami

El repudio, una institución que los cubanos deben desterrar.

El repudio, una institución que los cubanos deben desterrar.

Por Jorge Dalton*

Vivo convencido y lo sostendré toda la vida de que el gobierno cubano y el Partido Comunista de Cuba, a través de instituciones como los CDR, la PNR y los siniestros aparatos de inteligencia, son los máximos responsables de instar a la población a la violencia y de provocar que unos cubanos golpeen y agredan física y verbalmente a otros cubanos indefensos en plena calle.

Una práctica salvaje y humillante que se mantiene activa y de la que la sociedad cubana sigue sin pronunciarse ya sea por miedo o por estar de acuerdo. Los oídos sordos y los ojos ciegos al estilo de la Alemania nazi no parecen estar acordes con una sociedad que haya alcanzado los índices de escolaridad, educación y cultura que muestran las estadísticas oficiales.

La “dirigencia histórica de la Revolución” es la culpable, entre ellos están los cómplices. Ellos crearon los mítines de repudio primero, las Brigadas de Respuesta Rápida después, y sembraron el odio y la intolerancia en el seno de la nación cubana. Algunos, incluso creadores de prácticas siniestras, desfilan en las pantallas de la televisión de Miami sin que nadie los moleste. Ahora son considerados héroes por el simple hecho que desertaron del círculo íntimo del gobierno cubano, mientras una actriz termina pagando los platos rotos.

Una herida abierta

Lamento mucho lo que ha pasado con Daisy Granados, a quien siempre he admirado. Tal vez ni siquiera ella misma ni su familia contaran con mi respaldo. Los sucesos del Mariel fueron momentos muy difíciles, mucha gente salió dañada física y emocionalmente, y la división entre los cubanos alcanzó su más alto nivel. Pasado el tiempo, unos prefirieron olvidar y otros no están dispuestos a hacerlo. Por eso esa herida abierta saldrá a flote, una y otra vez, cuando menos nos lo imaginamos.

No soy quien para juzgar, menos aun cuando se trata de sentimientos.

Cada ciudadano cubano esté donde esté tendrá que arrastrar la pesada cadena por haber participado de manera directa en esos actos repudiables o de igual manera, haberse callado y no hacer nada, ante semejantes atropellos, como sucedió con los ciudadanos alemanes a partir de 1933, que se hicieron de la vista gorda ante los crímenes cometidos por el fascismo, O, de la misma manera que las naciones socialistas y gobiernos inzquierdistas que sucumbieron a la mentira y que, como muchos líderes e intelectuales de izquierda, siguen desconociendo, ocultando y justificando hasta nuestros días los crímenes abominables del estalinismo.

Creo profundamente que la reconciliación entre los cubanos es muy posible, pero también habrá que revisar ese capítulo miserable del Mariel y otros capítulos negros entre ellos, la larga pesadilla de que ha provocado la instauración del “mitin de repudio” en la isla. Es necesario acabar de una vez y por todas con esa injusta y descabellada práctica que unos cubanos comenten contra otros en plena vía pública. Los gobiernos que instiguen a sus ciudadanos a cometer este tipo de actos violentos o no castiguen a los protagonistas de semejante barbarie, ya sea bajo el nombre de  “mitin de repudio” o cómo se llame, deberían ser condenados.

Denunciar la injusticia

Nosotros los artistas e intelectuales tenemos un compromiso con la humanidad de denunciar la injusticia en cualquier rincón del mundo, venga de donde venga, y es por eso que hago un llamado a la sensibilidad, a la humanidad de los poetas cubanos, a las actrices, a los actores, escritores, pintores, guionistas, directores de fotografía, animadores, escultores, artistas visuales, escenógrafos, fotógrafos, bailarines, historiadores, filósofos, cantantes, músicos, periodistas, musicólogos, maestros, escenógrafos, directores de teatro, directores de arte, editores de cine y televisión, directores de cine y televisión, continuistas, productores, maquillistas, argumentistas, trovadores, timbaleros, artesanos, luminotécnicos, a toda la comunidad artística cubana para acabar con esa práctica despiadada.

Porque no encuentro lógica entre la actitud de no pocos intelectuales y artistas cubanos dentro de la isla, de condenar injusticias que se comenten en otras naciones del mundo y no querer ver y mucho menos impedir, una golpiza a una mujer o un hombre indefenso en la esquina de su casa.

Pero creo también que Miami y su comunidad exiliada deben poner su grano de arena en esta batalla. Aplastar un disco, desgañitarse en un mítin de repudio en la Calle Ocho, denigrar a Pablo Milanés o cancelar la actuación de una actriz por una acción que se sustenta en un único testimonio que la propia Daisy Granados niega, no me parecen gestos encaminados al futuro de Cuba.

Impedir que Daisy Granados actúe en Miami es un paso en falso, un acto de inmadurez ciudadana que tiene más que ver con el pasado que con el futuro, y que solo favorece a los mismos promotores de los mítines de repudio hace 32 años. Los mismiticos que siguen gobernando y manipulando la suerte de la nación cubana.

*Cineasta cubano salvadoreño, hijo del gran poeta salvadoreño Roque Dalton (1935-1975). Creció entre Praga y La Habana, y se afincó finalmente en San Salvador, donde reside.

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