Pedro Pablo Oliva: No puedo irme de Cuba
Por Ivette Leyva Martínez
Pedro Pablo Oliva, uno de los nombres imprescindibles de la pintura cubana contemporánea, se encuentra en Miami para realizar su primera exposición personal desde que fue condenado al ostracismo por la cultura oficial de la isla.
En este sábado luminoso ha llegado tímidamente a la galería Latin Art Core de la Calle Ocho, el escenario de la muestra que incluye 22 obras de diferentes períodos y formatos, y se inaugura el próximo 25 de octubre.
Allí, rodeado de familiares y amigos, el maestro habla con entusiasmo de su más reciente obsesión pictórica, repasa con dolor sus dos últimos años en Cuba, y aborda con serenidad su batalla personal contra el mal de Parkinson, que lo aqueja desde el 2010.
“Lo más interesante que me ha pasado desde el punto de vista artístico en estos dos años ha sido que comienzo a descubrir a un personaje, Utopito, un pinareño que no entiende mucho el mundo; a veces es disidente y otras no lo es, y que en ocasiones cae en un estado de locura”, relata el pintor.
Un personaje que no sabe a dónde va
Admite que con Utopito recrea la aparente tontería que se les achaca a los pinareños. “Es un poco de Salomón, un poco del Bobo de Abela y del Loquito de Nuez, irónico, burlón, que no sabe a dónde va -lo mismo es médico que carpintero”, ironiza Oliva.
Utopito es el eje de una muestra titulada Utopías y disidencias, y que espera exponer el año próximo, primero en Pinar del Río, y luego en La Habana y Miami. Advierte, sin embargo, que “lo más posible es que la censura no permita que se exhiba en una galería dentro de Cuba”.
En mayo del 2011, Oliva fue expulsado de la Asamblea Popular del Poder Provincial de Pinar del Río, de la que era delegado. El catalizador de su salida del parlamento provincial fue una carta suya publicada por la bloguera Yoani Sánchez con declaraciones críticas sobre la realidad cubana. A la par de su destitución, decidió cerrar su Casa Taller en Pinar del Río, epicentro artístico de su ciudad natal. El local funciona ahora como su estudio.
Desde entonces, Oliva ha sido marginado por la cultura oficial, y a la vez, confiesa, ha abrazado una ruta solitaria. Viaja a La Habana cada dos semanas para atenderse en el Centro de Restauración Neurológica (CIREN), y visita exposiciones, pero rara vez comparte con otros artistas.
Quedarse en Cuba
A pesar del aislamiento forzoso, Oliva no considera irse de Cuba.
“Trabajé durante mucho tiempo en Panamá y me percaté de que las obras me salían con una dulzura inusual. Me di cuenta de que mi centro es Cuba”, afirma. “Nunca me ha pasado por la cabeza irme… El objetivo de mi obra es reflejar el contexto en que vivo, si me aíslo me parece que se me va a ir la musa”, agrega sonriendo.
Criaturas de fábula en las que confluyen lo tierno, lo grotesco y lo lúdrico conforman el universo mágico y la peculiar iconografía de Oliva. Pintor de la llamada Generación de los 70, su obra ha estado marcada también por alegorías visuales que reflejan una aproximación crítica a los problemas sociales de la isla.
Cuadros como El gran abuelo (2004), Retrato inconcluso para un hombre atormentado por su tiempo (2003-2004), ambos sobre el gobernante Fidel Castro, y El disidente, nunca han sido exhibidos públicamente en Cuba.
En el 2003, en un recorrido con periodistas por Pinar del Río, el entonces ministro de Cultura, Abel Prieto, llegó a su Casa Taller. “Estaba mirando los cuadros, y cuando se viró y vio algunos donde estaba representado Fidel Castro, por poco me mata”, rememora Oliva. “Ahí tuvimos una discusión sobre el proceso de creación y la responsabilidad social del creador con su obra, porque él decía que Fidel no podía ser representado de una manera irreverente”.
A pesar del encontronazo, en el 2006 Oliva recibió el Premio Nacional de Artes Plásticas y un año después realizó su última gran exposición personal en Cuba, en el Museo Nacional de Bellas Artes, donde algunas de sus obras fueron censuradas. “Por eso coloqué el nombre de Abel Prieto como curador de la muestra”, relata.
A partir de ese momento su obra ha estado prácticamente ausente de los espacios de exhibición en Cuba. En el 2012 mostró algunas obras de la serie Utopías y disidencias en su estudio La Mina, en La Habana, durante la XI Bienal internacional de arte, y este año exhibió algunos dibujos terapéuticos en el Centro de Documentación del CIREN, bajo el título de Extraños estudios para mi mano temblorosa.
Aunque su experiencia creativa fue considerada como paradigma del artista que podía lograr la fama sin tener que vivir en la capital cubana, Oliva asegura que los pintores que residen en provincias enfrentan limitaciones de todo tipo. “Tratan de huir a La Habana, donde van a poder tener más contacto con coleccionistas y dealers que los sostengan”.
La Casa perdida
La pérdida de la Casa Taller, que funcionaba como centro de exposición y documentación y contaba con un abundante archivo fílmico, todavía le duele a Oliva, de 64 años. Vacila antes de responder sobre posibles planes de reapertura.
“Lo he pensado, porque era un proyecto hermoso, fundado para que la gente leyera, pensara, disfrutara del arte, pero a la vez y a pesar de cierta elasticidad de las autoridades, todavía no he visto un cambio de actitud hacia mí”, señala.
Una melancolía más profunda, más oscura, permea varias de las obras que expondrá ahora en Miami, realizadas a partir del 2010. El pintor atribuye ese cambio en su iconografía a las consecuencias de todo lo que ha vivido este tiempo: la marginación y su lucha contra el Parkinson. Asegura, sin embargo, que aunque trabaja a un ritmo más lento, no ha dejado de pintar.
“Es una cosa misteriosa… mi mano derecha deja de temblar cuando comienzo a dibujar. Quizás es que Dios dice ‘hasta aquí’, y me deja trabajar”, confiesa.
Como Jackson Pollock
Trabaja todos los días y se ve a sí mismo en el futuro elaborando imágenes en movimiento, o haciendo trazos como Jackson Pollock, pero nunca alejado de los pinceles.
También ha comenzado a realizar esculturas en Cuba, con el artista Osmany Betancourt “Lolo”, e incluso aquí en Miami, junto a Miguel Leyva, con quien ya trabaja en cuatro obras.
Este es su segundo viaje a Estados Unidos – el primero fue en el 2001. Curiosamente, el artista confiesa que con el paso de los años le ha resultado más fácil adaptarse a crear fuera de su entorno doméstico.
“Pienso que la escultura es una opción para mis limitaciones, pero tengo también que ponerme a trabajar, no sólo a dirigir, porque si no, creo que la obra pierde encanto”, advierte.
Pedro Pablo Oliva estará en Latin Art Core, 1600 SW 8th St, el viernes 25 de octubre de 7:00 a 11:00 pm para la inauguración de su muestra, y para la firma de Las extrañas apariciones de Esterbina, una edición limitada de serigrafías realizadas especialmente para la ocasión.