Economista: “No hay evidencias confiables de una recuperación”
– La cubanoamericana Carmen Reinhart es considerada hoy por hoy la economista más influyente del mundo. El libro This time is different: Eight centuries of financial folly, que escribió junto a Kenneth Rogoff, se ha convertido en un inusual bestseller, con casi 100 mil copias vendidas en 13 idiomas.
Su rostro y sus opiniones son cada vez más familiares en los medios de comunicación de Estados Unidos y Europa, donde los análisis de Reinhart son discutidos y citados hasta la saciedad. The New York Times, The Economist y Financial Times han dedicado entusiastas elogios a su libro.
Pocos saben, sin embargo, que la famosa economista nació en Cuba con el apellido Castellanos y pasó casi toda su infancia en el barrio habanero de Marianao, de donde salió con sus padres y tres maletas un 6 de enero, Día de Reyes, hace 44 años.
Durante los primeros años en Estados Unidos, la familia tuvo una vida modesta: su padre, quien era contador en Cuba, se vio obligado a hacer trabajos poco remunerados; su madre se convirtió en costurera. La economista ha dicho que de esos primeros años aprendió a valorar la escasez.
No asistió a ninguna escuela privilegiada: se graduó de la Universidad Internacional de la Florida (FIU) en Miami, donde un profesor la recomendó para un curso de posgrado en la Universidad de Columbia. Allí conoció a su esposo Vicent Reinhart, también economista y coautor ocasional de sus trabajos, con quien tiene un hijo.
Fue jefa económica y vicepresidenta del banco de inversiones Bear Stearns en la década del 80, y luego obtuvo el doctorado en Columbia en 1988. Su carrera ha estado muy vinculada al Fondo Monetario Internacional (FMI), una institución que considera verdaderamente internacional, donde ocupó varias posiciones en la década del 90 y donde aún conserva muchos amigos latinoamericanos. Ha trabajado extensamente el tema de las crisis de volatilidad que tanto han afectado a América Latina, y numerosos de sus estudios han sido publicados en español. Actualmente es directora del Centro para la Economía Internacional de la Universidad de Maryland.
This time is different (traducido al español como Esta vez es diferente: Ocho siglos de locura financiera) es considerada una obra maestra de historia y economía y un material de consulta imprescindible por su acucioso análisis y documentación sobre los patrones de recesión, crisis financiera y deuda en casi un milenio de historia de la humanidad. The Washington Post ha dicho que toda persona dedicada a elaborar políticas económicas debería tener una copia de This time is different.
Ingeniosa, enérgica, con pasión y en un español impecable, Carmen habló a CaféFuerte sobre los desafíos económicos actuales de Estados Unidos y el mundo, y se refirió a las dificultades para estudiar la economía de su país de origen, al que -confiesa- le encantaría regresar algún día.
Cuba, sin datos confiables
Llama la atención que en su libro This time is different: Eight centuries of financial folly analiza crisis económicas en 66 países durante 800 años, pero no esté incluida Cuba. ¿Por qué?
Cuba es una ausencia notable porque hay muchos, muchos países latinoamericanos incluidos. Pero con Cuba ocurre el problema clásico de las llamadas economías de transición, o sea, las economías de los países comunistas. Después de 1959 los datos que existen son muy limitados y no son confiables; por ejemplo su concepto de PIB es diferente, tampoco existen otras medidas de contabilidad como precios al consumidor o nociones básicas para hablar de inflación o crecimiento.
Ese fue el problema que se topó el FMI desde fines de los años 80 hasta la década del 90 con las economías de transición de Europa del Este, cómo armar el rompecabezas con los datos existentes para poder analizarlas. China es otro caso así: es más fácil hallar armas nucleares que datos confiables sobre la economía china, porque tiene un sistema comunista supercontrolado.
Yo he juntado algunos datos sobre Cuba, que cubren un período más fácil de documentar y creo que en algún momento escribiré sobre su economía. Hay datos sobre la economía cubana en los archivos de la Liga de las Naciones, en el FMI hasta que el país salió de la organización (1964), y también en España se encuentra información de siglos anteriores, del período colonial. Pero te aclaro, no trabajo “casos de estudio”, ni mi especialidad es la economía cubana. Mi fuerte son los análisis comparativos donde uno analiza un grupo de países y me gustaría poder incorporar en el futuro el análisis de la economía cubana.
La tesis de su libro es que las crisis financieras son inevitables. ¿Qué responsablidad tiene la naturaleza humana?
Los países “se gradúan” de tener crisis de solvencia pero nadie se escapa de sufrir una crisis bancaria severa, como ocurrió recientemente con el desplome de la libra esterlina en el 2008 y 2009, por poner un ejemplo.
Las autoridades del país ven los problemas, pero creo que es parte de la naturaleza humana pensar que no nos va a pasar a nosotros, que somos más inteligentes que nuestros abuelos, que nuestros vecinos. Un tema fundamental del libro es mostrar que nadie es inmune a las crisis económicas, por mucho que pensemos que las dejamos atrás: ni los ricos ni los pobres.
La idea principal del libro es una explicación de las reglas del juego sobre las crisis. Vivíamos una década de un enorme boom en el crédito, en los bienes raíces, un período de prosperidad que nos hizo pensar que las reglas del juego habían cambiado. Mucha gente pensaba que era precipitado entonces creer que existía una perspectiva de crisis. Era como una embriaguez, como creer que la fiesta nunca iba a parar, que se pueden desafiar las reglas del juego y el ciclo económico. Las señales de vulnerabilidad estaban, las hipotecas enormes, la deuda corporativa del gobierno…y esas señales no se acataron. Pasa en todas partes: en Europa, en América Latina.
Uno ve ese mismo patrón si examina lo sucedido con la crisis de México en 1994 y 1995: déficit de la cuenta corriente, caída de las reservas internacionales, había enormes señales de vulnerabilidad.
Usted estaba trabajando para el FMI durante esa crisis, ¿previó el organismo que eso sucedería? ¿Por qué cree usted que las recomendaciones de ajustes económicos del FMI para países de América Latina han sido tan impopulares?
En 1994 la crisis de México tomó de sorpresa al FMI. En ocasiones el Fondo se convence de que todo marcha bien, pero en otras ocasiones se da cuenta de que hay problemas y alerta a los países. Si les va bien ignoran el FMI, si les va mal, echarle la culpa al Fondo es más tolerable que tener que admitir las necesidad de ajustes porque hicieron las cosas mal. Otro ejemplo es el descontento que vemos ahora en Grecia: en esas condiciones es mejor echarle la culpa al otro aun cuando se sabe que hay necesidad de hacer ajustes económicos. El endeudamiento de Grecia no se produjo de un día para otro, pero se negaron a ver lo que podía pasarles. Yo lo dije a inicios de año: tienen que moverse rápido a un acuerdo con el FMI y el Banco Mundial.
¿Cree que Europa no percibió que la crisis de Estados Unidos iba a afectarla también?
En general, Europa estaba en una actitud de negación, de no querer ver que les podía ocurrir una crisis financiera. A muchos países les insulta oír que sufren una crisis tipo país emergente. Y aquí en Estados Unidos, había confianza en el sistema llamado “the great moderation”, o sea, se creía que los ciclos volátiles de la economía eran cosa del pasado.
Evidencias confusas
¿Cómo evalúa la recuperación económica de Estados Unidos?
Estados Unidos enfrenta una coyuntura difícil, las evidencias de recuperación son confusas; en otras palabras, no hay evidencias confiables de una recuperación fuerte.
Creo que el estímulo que se aprobó en el 2008 era necesario, pero dos años después era otra canción, y no porque no persistan las dudas sobre la recuperación económica, sino porque ha provocado un alto nivel de deuda: el 90 % del PIB. Históricamente, altos niveles de deuda no son asociados con un crecimiento económico sólido. Los niveles de crecimiento no varían mucho si la deuda pasa de 30 a 40% del PIB, pero al nivel actual, creo que vamos a ver un crecimiento sistemáticamente más bajo.
A pesar de que los datos muestran que tenemos un problema de sobreendeudamiento de la cuenta corriente, un déficit presupuestario histórico, no se le presta suficiente atención aunque lo tenemos en las narices.
Un trabajo suyo sobre la deuda junto a Rogoff, Growth in a Time of Debt, ha sido muy controversial y debatido en los círculos académicos y financieros. ¿Cree usted que no existe una conciencia en Estados Unidos sobre la importancia de este problema en la economía?
En relación con la deuda existía la creencia de que “eso es lo que pasa en América Latina”. Es cierto que cada país tiene su peculiaridad, pero en América Latina en las décadas del 80 y el 90 al menos se reconocía el problema de la deuda, y la necesidad de solucionarlo.
Hay que recordar que el problema de la deuda marcó las llamadas décadas perdidas en América Latina (década del 80) y Japón (años 90). En Japón la economía llegó a crecer casi el doble. Pero antes de 1992 la proporción de la deuda en relación con el PIB era del 70 por ciento, ahora es del 200 por ciento. El ritmo de su crecimiento ha disminuido considerablemente.
El tema de la deuda no se puede ignorar en Estados Unidos y creo que va a seguir siendo un tema muy latente en los discursos políticos. La deuda pública está en los niveles más altos desde la Segunda Guerra Mundial; en cuanto a la suma de la deuda pública y la corporativa estamos en los niveles más elevados desde que se publican los datos. Habrá que tomar medidas difíciles para contener la deuda. No quiero ser alarmista, pero habrá que confrontarlo, inexorablemente. En mi estimación, el aumento de impuestos y de la edad del retiro –para aminorar el ritmo de concesión de beneficios- son inevitables tarde o temprano.
Estados Unidos vive un proceso que no se había visto desde la posguerra, que tiene similitudes con los años 30. No estoy exagerando, no digo tampoco que la Gran Depresión se va a repetir porque esa fue una situación extrema, lo que digo es que esta recesión no es comparable con otras que hemos vivido en épocas más recientes.
¿En qué proyecto trabaja actualmente?
Estamos trabajando [junto a Rogoff] para que la base de datos del libro sea accesible al público en el sitio de la Universidad de Maryland, para que pueda enriquecer el trabajo futuro de economistas, estudiantes, y de la propia prensa.
Pocos días después de concluir esta conversación, la Oficina de Presupuesto del Congreso revisó al alza el estimado de déficit presupuestario para 2011, que ahora coloca en 1,066 billones de dólares. La cifra seguramente avivará el debate político sobre los gastos del gobierno de cara a las elecciones legislativas de noviembre.