Meditación entre cubanos de cara a la comunidad donde agitamos banderas de patriotismo
El periodista Tim Padgett ha puesto el dedo sobre la llaga en uno de los problemas que aqueja a los medios de comunicación en español del Sur de Florida.
La reflexión de Padgett, publicada en el sitio digital de WLRN, parte del reciente episodio LIBRE-Herald, pero va más allá de eso. Penetra en una zona donde nadie quiere meterse en esta comunidad: la región nada transparente de la intolerancia, el extremismo y el fanatismo que destilan numerosos espacios locales al amparo de la improvisación de personas que ni son periodistas, ni intelectuales, ni comunicadores, y han desembarcado en la profesión sin el menor sentido de la responsabilidad y la ética.
El periodismo parece ser para ellos sinónimo del activismo político, como en los días del ideologismo decimonónico que permeó la prensa de hace dos siglos.
En este caso de LIBRE, que alarmó y obligó a actuar al Herald, hay aún mucha tela por donde cortar. El Herald es muy responsable también por lo sucedido. La dirección del Herald en pleno, aunque ahora las dos damas ejecutivas de los diarios quieran sacudirse el polvo de la irresponsabilidad profesional que inevitablemente las cubre y compromete.
Se trata de una actitud de no supervisar, de no saber, de pasarle por arriba a las cosas, porque lo hispano no es lo que significa y define. No pueden hacerme cuentos, porque estuve en esa Redacción por 12 años, y padecí el racismo y la discriminación de la propia jefatura heráldica y de la simplona estupidez de varios ejecutivos cubanoamericanos, que cumpliendo el adagio de que no hay peor astilla que la del mismo palo, fueron los que más daño le hicieron al diario El Nuevo Herald. Menciono un nombre: el señor Manny García, desconocedor, torpe y servil instrumento de las peores causas de la compañía.
Que no me venga nadie a descubrir ahora que el señor Demetrio Pérez es un delincuente convicto en un caso federal, por muchas escuelas Lincoln-Martí que tenga bajo su propiedad y mucho dinero que posea. La dirección del Herald solo tiene que echar mano a sus propios archivos para comprobarlo. ¿Cómo explicar que por asuntos de negocios la compañía subordinada a McClatchy haya impreso y distribuido por años -y, de hecho, legitimado- un material con larga data de propaganda racista, posiciones defensoras de figuras y posturas de perfil terrorista, y desinformación viandante del autotitulado “único diario digital y semanario escrito cubano libre del mundo”?
Es más, ¿no sabe el Herald (¡Oh, el sacrosanto Herald!) que el autor ahora blanco de los ataques por sus dardos racistas y antisemitas fue eliminado hace años como columnista de las páginas de El Nuevo Herald por declaraciones denigratorias contra la comunidad puertorriqueña?
Pero eso no es problema del Herald solamente. Hasta una emisora del gobierno como Radio TV Martí es capaz de llevar y exaltar en un programa a Pérez como gran benefactor de la comunidad.
Hablo con propiedad y papeles documentados. Escribo un libro sobre estos temas bajo el título provisional de Diferencias irreconciliables (reverenciando a Charles Shyer, Ryan O’Neal y Shelley Long), que incluye el caso Herald-Radio Marti de 2006. Creo que hace falta asumir de una vez la verdad y quitarle el manto a algunos santos patrones del periodismo y la política miamense que no son más que vividores del politiqueo anticastrista y mafiosos de baja estofa.