Herencia Cubana en el estadio de los Marlins: Una porfía a destiempo
Virar la espalda a una celebración nuestra no me parece una alternativa enaltecedora, y sí otro factor divisorio en una comunidad saturada ya por las polémicas espurias y los desafueros de politiquería municipal.
Hay algo que no entiendo del pretendido boicot de ciertos grupos del exilio contra la celebración este sábado del Día de la Herencia Cubana en el estadio de los Marlins en el estadio de La Pequeña Habana de Miami.
Las manifestaciones anunciadas este 18 de mayo en el Ioan Depot Park fueron realizadas por un escaso grupo de participantes para responder a un hecho ocurrido hace más de un año, vinculado al V Clásico Mundial de Béisbol, que concluyó el 22 de marzo de 2023 en el estadio local. Dos meses después, los Marlins realizaron la festividad de la Herencia Cubana a todo esplendor, con las notas del himno nacional cubano, los acordes de “Ya viene llegando” de Willy Chirino, “La vida es un carnaval” de Celia Cruz, y “Patria y Vida” para ambientar el comienzo del juego, la presencia de los gloriosos hermanos Liván y Orlando Duke Hernández, los decorados lumínicos con banderas y símbolos de cubanía, y el cierre con la banda de Carlos Oliva, una leyenda del sonido Miami. Yo estuve allí.
Y para entonces no hubo protesta convocada ni animadversiones declaradas en Miami, cuando en realidad el diferendo por la presencia de un equipo de Cuba en el estadio se había producido realmente la víspera. ¿No era más lógico que los decibeles de indignación se escucharan cuando los hechos cuestionados estaban frescos en la memoria de la comunidad y no pasado ya más de un año? ¿O es que ha sucedido, de repente en este verano perpetuo de Miami, una “maduración de conciencia” que tardó 14 meses, coincidiendo con un período de elecciones a nivel local, condal y nacional?
Sigo sin entender el asunto cabalmente, pero voy a tratar de exponer hechos verificables, que es la única vía para llegar a las conclusiones menos imprecisas.
La iniciativa de celebrar la Herencia Cubana, como sucede con otros festejos a grupos nacionales de significativa población en el sur de Florida, es un gesto que la comunidad cubana debe agradecer a la organización de los Marlins y aprovecharla para exaltar los valores de identidad y cubanía que los nuestros, emigrados, exiliados, desterrados, ninguneados por un régimen ilegítimo, han reafirmado en este pedazo de prevalencia digna que es Miami. Es un momento de orgullo cubano que viene realizándose por largo tiempo y que debe ser ocasión para poner a la Cuba esencial por todo lo alto cada año en la jornada de mayo.
Figuras del ámbito local, influencers y artistas como Los Pichy Boys, el cantante Eduardo Antonio y el campeón de boxeo Yordenis Ugás declinaron participar. Otros como Leoni Torres aceptaron la invitación con la idea de que su actuación sirviera para defender los derechos de los cubanos y promover las libertades democráticas en un país que se despedaza y desgarra día tras día.
Cierto es que la franquicia, envuelta en un cachumbambé de triunfos y desilusiones desde su establecimiento en 1993 y la conquista de dos Series Mundiales, no ha puesto permanente prioridad en la contratación de figuras cubanas, algo que parecería una estrategia lógica para un equipo que juega en la cuarta ciudad con mayor concentración de cubanos, incluyendo a las de la isla (al menos haciendo la cuenta antes de la última estampida y el parole humanitario). Pero eso no es motivo para desentendernos de un tributo cubano cuando es promovido con seriedad y buenas intenciones. La convocatoria a festejar la Herencia Cubana no surgió a raíz del Clásico Mundial, como he oído decir a algunos radioescuchas locales.
El origen de la incomodidad de algunos exiliados con los Marlins se generó a partir del hecho de que las reglas del V Clásico Mundial de Béisbol 2023, con Miami entre las sedes principales del evento, impedían ningún tipo de manifestación política debido a acuerdos de la organización para las transmisiones televisivas. La franquicia propietaria del estadio tenía que hacer cumplir lo establecido con la MLB y los organizadores del Clásico, y poner los dispositivos de seguridad en función de garantizar la medida. No digo que haya sido enteramente justo, sino que era una regla que debían cumplir todos los estadios envueltos en la competencia.
No podía haber manifestaciones con carteles y letreros dentro del estadio, sí fuera de la instalación. El comportamiento agresivo de ciertos aficionados en el área del bullpen donde estaban jugadores del equipo Cuba, no fue el más adecuado. La prohibición fue estrictamente válida para el Clásico, que dejó cuantiosos dividendos económicos para los Marlins y la comunidad, no para los partidos de la temporada de Grandes Ligas ni otros eventos deportivos y culturales que acoja el loan Depot Park.
Después de los altercados el día del partido Cuba-EE.UU a causa de personas que intentaron transgredir las advertencias de no emplear carteles políticos contra el régimen cubano dentro del estadio, el llamamiento de algunos activistas y grupos locales para boicotear la asistencia a la instalación durante la temporada de Grandes Ligas no prosperó. En 2023 los Marlins establecieron récord de asistencia al estadio para una temporada regular, con 1,162,819, y habían superado las estadísticas del año anterior cuando faltaban aún 16 juegos en casa.
La situación de la presente temporada es totalmente diferente, con un equipo en su peor comienzo histórico, acosado por lesiones de sus principales lanzadores y con su tercer desmantelamiento en ciernes tras el canje del estelar Luis Arráez. La escasa concurrencia de público este año para la fiesta de la Herencia Cubana es explicable más por la decepcionante racha perdedora del equipo que por otras razones.
Curioso que este sábado los Marlins sacaron un juego del refrigerador para imponerse 10×9 en extrainnings a los Mets de Nueva York y eslabonar una cadena de cuatro victorias al hilo.
De cualquier manera, virar la espalda a una celebración nuestra no me parece una alternativa enaltecedora, y sí otro factor divisorio en una comunidad saturada ya por las polémicas espurias y los desafueros de politiquería municipal.
Por supuesto, cada cual tiene derecho a manifestarse, declinar invitaciones y organizar protestas de la manera que lo entienda, porque ese es su derecho democrático, que implica intercambio de ideas sin deslegitimar el criterio del otro, una práctica a la que nos hemos acostumbrado. Pero resulta lamentable que el tema de la “causa cubana” se esgrima indiscriminadamente para compensar la necesidad circunstancial de un grupo, una colecta de turno, un ajuste de cuentas o la campaña por un escaño a cualquier nivel.
Y por eso sigo sin entender el sentido de retomar la bronca con los Marlins este año, totalmente a destiempo. Por lo menos hubiera esperado la pregunta por parte de los reporteros locales que dieron cobertura a la protesta, pero cada vez el periodismo deja a un lado las preguntas esenciales si no significan ratings y jaleo en las redes sociales.
Ojalá que estas fiebres de primavera sirvieran en Miami para algo más que tormentas de humo en un año de acuciantes problemas sociales, retos comunitarios de envergadura y enconadas contiendas electorales.