Exdiplomático acusado de agente de Cuba : 15 cargos, seis delitos y preguntas al por mayor
Las acciones de Manuel Rocha pudieran clasificar como las más dañinas provocadas por un agente infiltrado en las altas esferas gubernamentales de Estados Unidos, pero aún queda por dilucidar la magnitud de los daños a partir de las evidencias acusatorias.
El caso del exdiplomático Víctor Manuel Rocha escaló un peldaño en la acusación formulada por el gobierno de Estados Unidos, con la presentación formal de 15 cargos criminales en seis delitos federales que podrían llevarlo a la cárcel por el resto de sus días.
Rocha, de 73 años, fue acusado por un jurado de instrucción en un tribunal federal de Miami, y aún pueden formularse más cargos y sumarse más evidencias en el caso. La audiencia para la presentación formal de la acusación, que se emitió el pasado martes, fue inicialmente fijada para el 18 de diciembre.
La acusación actualizada contra Rocha, contenida en un documento de 35 páginas que siguió a la denuncia penal del FBI, incluye los siguientes cargos por:
- Actuar como “agente ilegal de un gobierno extranjero”
- Conspirar como agente extranjero para “defraudar a Estados Unidos”
- Fraude electrónico (tres cargos)
- Hacer una declaración falsa en una solicitud de pasaporte (tres cargos)
- Usar un pasaporte obtenido mediante una declaración falsa (cuatro cargos)
- Realizar “declaraciones y representaciones falsas”
Rocha debía comparecer este miércoles para discutir la petición de fianza y escuchar la moción de la fiscalía sobre los cargos, pero el juez Edwin G. Torres la pospuso para el martes 12 de diciembre.
Fianza en espera
El acusado permanecerá detenido hasta entonces, pero las posibilidades de que se le otorgue fianza son escasas. Los fiscales Jonathan Stratton y John Shipley planean presentar una moción de negación, argumentando la gravedad de la acusación y la posesión del reo de pasaportes de varias nacionalidades.
De ser hallado culpable, Rocha podría enfrentar hasta 60 años de cárcel, lo que significaría eventualmente una condena de por vida teniendo en cuenta su edad.
La narrativa de la acusación implica a Rocha, de origen colombiano y naturalizado en 1978, de servir por más de 40 años en el Departamento de Estado y desde el sector privado como agente secreto de Cuba para entregar información clasificada a los servicios de inteligencia del régimen cubano.
Lagunas por dilucidar
Sin embargo, la acusación sigue dejando lagunas por dilucidar sobre las evidencias y los actos concretos de la presunta entrega de información al gobierno cubano.
La base del argumento acusatorio está centrada en las conversaciones grabadas a Rocha durante sus tres encuentros con “Miguel”, el agente encubierto del FBI que actuó con la mascarada de un enviado de la Dirección de Inteligencia de Cuba.
Los actos delictivos mencionados son de extrema gravedad, considerando las posiciones clave que desempeñó Rocha durante su etapa como funcionario del Departamento de Estado, entre 1981 y 2002.
Por lo que apuntan sus designaciones en puestos de relevancia estratégica para la política exterior de Estados Unidos, las acciones de Rocha en favor de la inteligencia cubana pudieran clasificar como las más dañinas provocadas por un infiltrado en las altas esferas gubernamentales de la nación americana en décadas. Incluso, por el acceso a decisiones en momentos cruciales del accionar de Washington en su relación con Cuba, mucho más comprometedoras para la seguridad nacional que los actos de espionaje del matrimonio de Walter Kendall y Gwendolyn Myers desde el Departamento de Estado, y de la superespía del Pentágono Ana Belén Montes, detectados en años recientes.
Entramado conspirativo
Rocha sirvió como experto interamericano en el Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos entre 1994 y 1995, luego fue vicejefe de la Sección de Intereses en La Habana (julio de 1995 a julio de 1997) y figuró como principal diplomático en Argentina (1997-2000) y embajador en Bolivia (2000-2002) en períodos decisivos para el rumbo político de esos países en el contexto latinoamericano.
Desde 2006 a 2012, se desempeñó como asesor del jefe del Comando Sur de Estados Unidos, que había sido encargado a la Red Avispa como prioridad en las labores de espionaje en el Sur de Florida, en los años 90s.
De manera que todo este complejo entramado conspirativo que se atribuye a Rocha, con la consiguiente alarma de la comunidad de excolegas y funcionarios en el servicio exterior y en las instituciones del gobierno, así como en la academia estadounidense, debe respaldarse con algo más que unas grabaciones tomadas en espacios públicos de Miami, por muy reveladoras de sus vínculos con Cuba que puedan sonar.
Piezas de rompecabezas
Estará por ver en si las próximas movidas de la fiscalía y las sesiones judiciales pueden aportar las piezas del engranaje que saquen a la luz el carácter de la información clasificada que Rocha puso en manos de la inteligencia cubana y su real capacidad para afectar las decisiones en la política de Washington hacia Cuba, sin descontar otras posibles derivaciones colaterales en Latinoamérica.
¿Estará limitado el caso por la información clasificada que manejó Rocha? ¿Qué parte de la presunta transferencia de datos y reportes confidenciales es comprobable y puede ser mostrada durante el proceso? ¿Qué más hay detrás de la acusación que no sean las inculpaciones “a viva voz” de Rocha sobre sus “servicios a la revolución” y al liderazgo de Fidel Castro? ¿Tuvo contactos con agentes cubanos en sus años universitarios y durante su estancia en Chile en 1973?
Son las múltiples preguntas que estarán gravitando sobre este caso, cuyo curso dependerá en gran medida de la decisión que pueda tomar Rocha de colaborar y pactar con las autoridades del país que alguna vez juró representar con honor y lealtad, aunque lo sintiera como su “enemigo”.
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