Espía Ana Belén Montes planeó entregar información secreta a Cuba sobre operación militar en Afganistán
El libro Queen of Cuba, del agente especial retirado del FBI Peter J. Lapp, incluye revelaciones y notables detalles sobre el proceso que llevó a identificar a Montes como la espía infiltrada por el régimen cubano en el Pentágono.
Ana Belén Montes, la superespía al servicio del régimen cubano en el Pentágono, estaba lista para entregar información secreta a La Habana sobre las operaciones militares de Estados Unidos en Afganistán tras los atentados terroristas del 9/11, según revela un reciente libro del oficial del FBI encargado de su caso.
Peter J. Lapp, agente especial retirado del FBI y autor de Queen of Cuba (La Reina de Cuba), afirma en su libro que Montes se disponía a revelar información de inteligencia altamente clasificada al gobierno de Fidel Castro cuando las autoridades estadounidenses se apresuraron a detenerla en las oficinas de la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA), en Washington.
“Nos confesó que ella estaba dispuesta a quedarse trabajando en la agencia [DIA] para proporcionarle información a Cuba sobre lo que estaba pasando en Afganistán, y dijo que si morían soldados estadounidenses por la información que ella proporcionaba, ese era el riesgo que ellos tomaron al invadir Afganistán”, recordó Lapp durante el lanzamiento de su libro en Miami.
La presentación del libro contó con una concurrida audiencia en la librería Books & Books de Coral Gables, el pasado viernes. Los ejemplares disponibles para la venta se agotaron rápidamente antes de terminar la velada, que contó en el público con algunos renombrados desertores de los servicios de inteligencia de Cuba.
Lapp tuvo a su cargo la investigación sobre Montes junto al agente especial Steve McCoy y ambos procedieron al arresto el 21 de septiembre de 2001, justamente 10 días después del atentado terrrorista contra las torres gemelas del World Trade Center de Nueva York y las oficinas del Pentágono en Washington DC. Lapp fue, literalmente, quien le puso las esposas al anunciarle que quedaba detenida por acusaciones de espionaje.
El testimonio de Lapp incluye revelaciones y notables detalles sobre el proceso que llevó al FBI a identificar a Montes, analista principal de Cuba en la DIA, como la espía de mayor rango que el régimen cubano logró infiltrar en las altas esferas militares y gubernamentales de Estados Unidos.
Montes influyó sobre decisiones importantes de la política de Washington hacia Cuba y sus informes fueron piezas fundamentales para establecer si el régimen cubano representaba o no una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos.
La descripción del momento en que el agente McCoy le comunica que va a ser arrestada es impactante. Lapp piensa que Montes se preparó siempre para la posibilidad de ser detectada, pero en ese instante su cuerpo no pudo ocultar las emociones: su rostro enrojeció y las venas del cuello parecía que iban a estallarle.
Montes, quien salió en libertad el pasado 6 de enero tras cumplir una condena de 25 años de cárcel, se encuentra actualmente en San Juan, Puerto Rico, en compañía de familiares. Deberá cumplir también cinco años de libertad supervisada, con acceso a internet bajo escrutinio federal, y limitación para laborar con gobiernos extranjeros o contactar a agentes foráneos sin permiso oficial.
Lapp también explora en el libro la conducta y la vida personal de la que considera “una de las más hábiles y peligrosas espías para la seguridad nacional de Estados Unidos”.
Montes brindó servicios a la inteligencia cubana por 17 años. El FBI estuvo sobre la pista de que había una espía trabajando para Cuba en un alto puesto en el Pentágono, pero no pudieron confirmar con certeza su identidad hasta finales de 2000, cuando se procedió a solicitar una orden judicial para vigilarla y revisar su apartamento.
La orden judicial no fue emitida hasta febrero de 2001.
“Cuando se produjo la primera revisión en su apartamento [en mayo de 2001] se encontraron allí la computadora Toshiba y el radio de onda corta que utilizaba para recibir los mensajes cifrados de alta frecuencia… Fueron las primeras evidencias de que estaba cometiendo espionaje para los cubanos, pero a partir de ese momento el caso fue creciendo de manera gradual”, relató Lapp.
Lapp compareció al lanzamiento en Coral Gables con el radio Sony que perteneció a Montes y que le fue incautado en su apartamento tras el arresto.
“Estaba en su caja original, en su dormitorio, y escuchaba estos mensajes encriptados que venían de Cuba, tres noches por semana… Los recibió desde 1992 hasta el sábado antes en que fue arrestada”, contó el exagente, que entrevistó a Montes durante siete meses tras declararse culpable de la acusación.
Lapp explicó que para el verano de 2001 Montes habla tomado la determinación de dejar el espionaje y lo que consideraba una vida difícil y estresante, conviviendo cotidianamente en la DIA con decisiones que contradecían sus “convicciones ideológicas”. Estaba también en una relación sentimental con Roger Corneretto, un oficial del Comando Sur de Estados Unidos, y tenía expectativas sobre un cambio en su vida.
Pero el 9/11 dio un nuevo giro a sus planes.
Como el régimen de Cuba estaba en la lista de países patrocinadores del terrorismo y el presidente George W. Bush afirmó en un discurso de que Estados Unidos no distinguiría entre quienes cometan los actos terroristas y quienes los respalden, Montes temió que la isla podría ser también objetivo de Washington.
El 16 de septiembre de 2001, tras el discurso de Bush sobre los ataques del 9/11, Montes fue a un teléfono público y transmitió a los cubanos un mensaje de alerta: Danger (peligro).
“Ella creía que Cuba tenía el derecho de saber lo que estaba haciendo Estados Unidos para protegerse y estar mejor preparada en caso de que fuera a cambiar el rumbo de las acciones militares”, comentó Lapp.
Según el relato de Lapp, Montes también conocía que para esta fecha estaba siendo vigilada, aunque no supiera la magnitud de investigación, y lo dejó saber a los cubanos.
Todos los esfuerzos de inteligencia habían sido enfocadas en Afganistán ante la inminencia del golpe militar, pero el Almirante Thomas Ray Wilson, director de la DIA, lo tenía decidido: Montes no iba a participar de ninguna manera de esta labor. O la arrestaban o la despedían de la agencia.
Entre las pertenencias incautadas a Montes, estaba una cartera con cuatro billetes de $100 dólares y mapas de diferentes ciudades del mundo, lo cual era evidentemente un recurso previsto para escapar ante una emergencia.
“Pero pudimos arrestarla antes”, recordó el autor.
Lapp describe a Montes como una persona que vivía estresada, escuchaba cassettes de meditación, se medicaba y visitaba un siquiatra.
Pero a la vez era una mujer con gran capacidad, inteligencia y prestigio dentro de la comunidad de inteligencia.
“Se le abrían muchas puertas y era muy considerada por los altos mandos, y su reputación le permitió acceder a más información, de ahí el calificativo de la Reina de Cuba“, explicó Lapp. “El día que fue arrestada, su jefe dijo que Ana era su mejor analista”.
Montes fue reclutada por la inteligencia cubana en 1985 a través de Marta Rita Velázquez, quien escapó en 2002 a Suecia para evitar un encausamiento criminal. Velázquez vive actualmente allí, casada con un exdiplomático sueco.
A finales de 1987, Montes viajó de manera ilegal a La Habana para recibir un reconocimiento de los servicios de inteligencia cubanos, presuntamente por la información militar confidencial que habría favorecido a la guerrilla en El Salvador. Lapp dice que se suponía que en esa reunión de condecoración conociera a Fidel Castro, pero por razones desconocidas el gobernante nunca llegó.
El encuentro fue finalmente con José Abrantes, por entonces ministro del Interior. Abrantes sería destituido al frente del MININT en 1989 y condenado a 20 años de cárcel en la llamada Causa No.2. Falleció el 21 de enero de 1991, víctima de un infarto en la Prisión de Guanajay, en La Habana.
Lapp afirma que entre 1996 y 1997 la investigación del FBI sobre la Red Avispa en Miami y las claves obtenidas para descifrar los mensajes encriptados, abrieron el camino para rastrear pistas en torno a Montes, quien era mencionada por los cubanos como el agente S.
La Red Avispa fue desmantelada en septiembre de 1998. Curiosamente, la hermana de Ana Belén, Lucy Montes, que era oficial del FBI, trabajó como traductora en el procesamiento de la documentación de la red, pero –según Lapp- entre ellas no hubo nunca comunicación asuntos de trabajo.
Otro hermano de Ana Belén, Tito Montes, laboró también como agente especial del FBI. Lucy y Tito están ya jubilados de la agencia.
El 24 de febrero de 1996 se produce el derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate por cazabombarderos Migs del régimen cubano en el Estrecho de Florida, y la muerte de cuatro pilotos de Miami. El comportamiento de Montes tras el incidente levantó sospechas de sus colegas en la DIA y permitió a los investigadores enhebrar algunas piezas del rompecabezas que conduciría a su identificación.
El domingo 15 de febrero, un día después de la catástrofe de las avionetas, Montes fue llamada al Pentágono en medio de la crisis. El presidente Bill Clinton estaba calibrando la acción que se tomaría respecto a Cuba tomando en cuenta los reportes de inteligencia. El oficial cubano asignado a ella -identificado con el seudónimo de Ernesto- tenía la urgencia de conocer lo que estaba cocinándose en las esferas militares y contactó a Montes para reunirse en una esquina de Washington a su salida del Pentágono.
Ernesto le adviertió entonces que todo lo que se dijera en esas reuniones era información de gran valor de inteligencia y Cuba necesitaba saberlo. Montes aceptó la solicitud de Ernesto y todas las noches, a la salida del Pentágono, planeó reuniones con él para comunicarle la estrategia de Estados Unidos como respuesta al acto criminal cometido por el gobierno cubano.
“Ella sentía que tenía un obligación moral de ayudar a los cubanos y estaba dispuesta a pagar el precio que fuera necesario. La inteligencia cubana ha sido muy efectiva para reclutar personas como ella, que espió por su convicción de que estaba haciendo lo correcto para enfrentar las acciones de Estados Unidos por el mundo”.
Lapp asevera que descubrir y arrestar a Montes fue una gran éxito de contrainteligencia, pero reconoce que su labor de espionaje sin ser detectada por 17 años es también una enorme falla de los servicios estadounidenses: “Fue demasiado tiempo”.
A su salida de la prisión, Montes, que cumplirá 67 años el próximo febrero, declaró en un comunicado único que estaba feliz por tocar suelo puertorriqueño de nuevo, y aseguró que quisiera dedicarse a “una existencia tranquila y privada”.
Pero dejó en evidencia que sus posturas sobre el régimen cubano se mantienen intactas: “Animo a los que desean enfocarse en mí a que, en cambio, se enfoquen en temas importantes, como los serios problemas que enfrenta el pueblo puertorriqueño o el embargo económico de Estados Unidos hacia Cuba. ¿Quién en los últimos 60 años ha preguntado al pueblo cubano si ellos quieren que Estados Unidos les imponga un embargo asfixiante que los hace sufrir?”, escribió Montes en su mensaje.