Fallece en Miami Tony López, una leyenda de la escultura cubana
El famoso escultor Tony López, creador de emblemáticas piezas monumentales en Cuba y en el exilio, falleció este domingo en Miami a los 92 años, víctima de un paro respiratorio.
López murió a las 7:15 a.m. en un centro de rehabilitación en el suroeste de Miami, donde se recuperaba después de una etapa de atención por problemas renales en el Hospital Mercy.
“Estaba lúcido y preguntando cuándo iba a salir de allí, ironizando sobre por qué había ido a parar entre tantos viejos”, relató el coleccionista y curador Gustavo Orta, amigo del artista.
El próximo 6 de septiembre hubiera cumplido 93 años.
Con la muerte de Tony López desaparece uno de los íconos artísticos del Miami contemporáneo y una figura que hizo aportes notables a la escultura cubana del siglo XX.
López es el creador del busto de bronce del líder estudiantil Julio Antonio Mella (1903-1929), ubicado en el memorial frente a la escalinata de la Universidad de La Habana. También en la capital cubana puede apreciarse hoy el altorrelieve del Hospital Nacional “Enrique Cabrera”, en el reparto Altahabana.
En Estados Unidos permanecen instaladas algunas de sus esculturas antológicas, como la del eminente científico cubano Carlos J. Finlay, en el Jefferson Medical College de Filadelfia; la de Pedro Menéndez de Avilés, primer gobernador colonial de la Florida, situada en la ciudad de San Agustín; y la de los próceres independentistas cubanos José Martí (Nueva Orleans) y Antonio Maceo (Miami).
Un empecinado escultor de Miami
Pero en Miami -la ciudad donde residió por 53 años- se le recordará especialmente por dos conjuntos monumentales que constituyen ya símbolos del sur de la Florida: la Antorcha de la Libertad, en el corazón de Miami, y el Memorial a las Víctimas del Holocausto, en Miami Beach.
“La mejor obra que esculpió Tony fue su propia imagen, honesta y limpia”, expresó Orta. “Tenía un gran respeto por sus semejantes y fue un ejemplo de abnegación ante el trabajo y la vida”.
Autodidacta, hombre culto y trabajador incansable hasta sus últimos días, López deja una prolífica obra, que abarcó desde piezas monumentales hasta piezas de pequeño formato con las más variadas técnicas y temáticas.
Nacido en La Coruña, España, en 1918, López llegó de meses a La Habana, donde fue oficialmente inscrito. Creció impregnado por el espíritu creador de su padre, escultor y profesor de la Escuela Técnica de Rancho Boyeros. Quedó huérfano a los 18 años y no sólo se vio obligado a concluir los encargos que tenía el taller de su progenitor, sino también asumir la manutención de su madre y cinco hermanos menores.
Eran tiempos difíciles tras la caída de Gerardo Machado, pero López estaba determinado a no abandonar su pasión por amasar el barro hasta convertirlo en arte.
Surgido como artista al calor de la vanguardia pictórica cubana de los años 20 y 30, López se alineó como un expresionista abstracto pero pronto transitó hacia otras propuestas estéticas que fueron dando personalidad a su creación. En 1939 ganó la medalla de plata del Círculo de Bellas Artes y comenzó a ganar fama en los medios artísticos de la isla.
De ideas liberales y simpatizante del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), López entabló por esos años estrecha relación con el líder estudiantil José Antonio Echeverría, y Eduardo Chibás, a quien le realizó la mascarilla tras su fallecimiento el 16 de agosto de 1951.
Fue Echeverría quien le encargó personalmente la escultura de Mella para el memorial donde fueron depositadas sus cenizas frente a la Universidad de La Habana, en 1953.
En Galiano y Trocadero
Instalado en su atelier de Galiano y Trocadero, en el centro de La Habana, López alcanzó éxito económico y reconocimiento artístico. En los años 50 ganaron amplia popularidad sus estatuillas hechas como caricaturas, una iniciativa para satirizar a personajes de la vida política y social que aparecían semanalmente en la revista Bohemia.
Amenazado por sus posiciones críticas contra la dictadura de Fulgencio Batista y su activismo dentro del Movimiento “26 de Julio”, se exilió con su familia en Miami a finales de 1957. Tras el triunfo de Fidel Castro en 1959 regresó La Habana en varias ocasiones, pero su inconformidad con el rumbo del proceso revolucionario lo llevó a permanecer en el exilio. Nunca más retornó a Cuba.
“Todo el mundo me dijo que me fuera para Nueva York, porque Miami no era una ciudad donde podía sobrevivir un escultor”, me contó en una entrevista en el 2005. “Pero yo dije que iba a ser el primer escultor que iba a vivir de mis obras y aquí estoy todavía”.
López instaló un modesto estudio en la Calle 36 y la Avenida 192, en el noroeste de Miami, en 1958. El taller aún permanece abierto, rodeado de las esculturas y bocetos del artista, así como de los animales que acogía en el lugar.
Desde ese espacio caótico pero lleno de energía y recuerdos, concibió sus mejores obras en el exilio.
“Lo más importante es ser libre -y expresarse a sí mismo”, repetía el escultor como credo de su paso por la vida.
Infatigable en su labor artística, López continuó trabajando e imaginando proyectos escultóricos hasta el final.
Realizó una estatua del Papa Juan Pablo II que fue enviada a Angola y esculpió la sirena gigante de Marco Island, en el sur de la Florida. Hizo estatuillas de patriotas, de amigos ilustres, como el pintor José María Mijares, y de personajes célebres como el Caballero de París. Dejó terminado un proyecto en homenaje a los balseros muertos en el mar, que debía colocarse frente a la Bahía de Biscayne.
También quedó sin fundir una escultura monumental de la cantante Celia Cruz. Su mayor obsesión era que la muerte lo sorprendiera trabajando.
Sus obras están actualmente en galerías, museos y colecciones privadas alrededor del mundo, incluyendo el Museo de Arte Moderno de Washington DC y el Rockerfeller Center de Nueva York.
En la colección del Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana se encuentra un busto de su primera esposa, Magda López.
En ocasión de sus 90 cumpleaños, el Miami Dade College organizó una muestra-homenaje con importantes piezas del artista.
Lo sobreviven en Miami sus hijos Joaquín y Marcos, y varios nietos. Su tercera esposa, Esperanza, falleció en el 2009. En Cuba reside su hija Leda.
Los servicios fúnebres se celebrarán el miércoles desde la 6 p.m. a la medianoche en la Funeraria Maspons, en la 34 avenida y la Calle Ocho, en Miami.