La guayaba de cartón: el pan dormido o los cuentos del palitroque cubano

Pues ahora nos enteramos de que los problemas del pan en La Habana se deben a 9,779 vendedores y elaboradores de alimentos por cuenta propia que se han sumado a la vida comercial en los últimos meses.

Un reciente reportaje del periódico Granma revela que transcurre por estos días una “controversia entre oferta y demanda” por el pan, agudizada supuestamente por la proliferación de cuentapropistas que necesitan del preciado producto para echar adelante sus negocios de pan-con-croqueta, pan-con-jamón o pan-con-timba.

Aunque el reportero se esfuerza en decirnos que las cosas están mejorando, porque “las colas en las panaderías no son comparables con las que se sucedían hace poco más de un año”, nos relata que a varios consumidores (¿varios o muchos?) están teniendo sus problemitas para adquirir el pan liberado en los establecimientos de las empresas provinciales de la Industria Alimentaria y en las tiendas de  la Cadena Cubana del Pan.

No hay que ser Marino Murillo para darse cuenta de que si un país emite licencias para trabajo privado y la mayoría de ellas se solicitan en actividades de elaboración y venta de alimentos, el pan de los bocaditos no va a venir de otro lugar que no sean las panaderías del Estado que ordena y manda en casi todo.

Al menos hay una conclusión en el reportaje que se cae de la mata: la solución no puede ser otra que “incrementar los niveles productivos”, es decir, producir más pan para que suba la oferta y, en consecuencia, bajen las colas y la quejas.

También pueden repasarse algunas noticias y promesas que nos resultan familiares de tanto haberlas escuchado en el pasado: “se prevé un crecimiento global” del 52 por ciento de las ventas de pan en todo el país; van a producirse más galletas de sal y palitroques; se han dispuesto “financiamiento y recursos con tal de que los insumos para la elaboración del pan no falten”; se va a aumentar la productividad de las panaderías; han dificultades con la levadura y el agua; “el factor humano continúa marcando la diferencia”; bla, bla, bla…

Retórica de la masa de pan

Aquí una de las propuestas concretas para traer más pan a la mesa de los cubanos: “Refieren los directivos de los organismos encargados de la elaboración del pan, que hoy está en marcha un proceso de crecimiento gradual y progresivo de los volúmenes, cuya evaluación diaria precisará de una estricta coherencia entre las necesidades reales del alimento, la capacidad y disponibilidad tecnológica y el respaldo de las materias primas”.

Pero con ese galimatías, el reportaje nos regala otra joya. Dice el redactor que investiga la suerte del pan habanero que “los milenarios problemas de calidad continúan suscitando cuestionamientos”. ¿Los problemas de producción y calidad del pan en Cuba son milenarios? ¿No querría decir cincuentenarios?

No estamos hablando aquí de la porción de pan diario que toca por la escuálida libreta de abastecimiento, sino del producto que se expende en el mercado liberado con supuestamente mejores ingredientes y elaboración.

De ahí que el gran reto de las autoridades del sector panadero sigue siendo el mismo de hace años: ¿cómo parar los trasiegos de harina, manteca y levadura que constituyen el sustento de un floreciente mercado negro y de cientos de negocios paralelos en todo el país?

No hay muchas preguntas que hacerse para dilucidar el trasfondo de la carencia de pan bajo el socialismo cubano. Tal vez la mejor pista que reveladora el reportaje de Granma es esa portentosa panadería La Mocha, donde “el administrador, los operarios y hasta el presidente del Consejo Popular aúnan esfuerzos para evitar la malversación y desvío de recursos”.

Sería bueno saber quiénes son estos incólumes héroes anónimos para clonarlos y ver si puede finalmente acabarse la cincuentenaria controversia del pan en Cuba. Aunque definitivamente hay otras soluciones para lograrlo.

Un país no anda nada bien que digamos cuando su gobierno de 52 años no ha podido siquiera estabilizar la producción de pan.

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