La Guayaba de Cartón: El Cadillac que Fidel Castro le tumbó a Luis Báez
De todas las redundantes confesiones y adulonerías políticas que el veterano periodista Luis Báez despliega en una reciente entrevista por su cumpleaños 75, lo que realmente no tiene desperdicio es la anécdota de cómo la revolución de Fidel Castro “lo salvó” de tener un Cadillac.
Pues sí, Báez lo asevera mientras dispensa agradecimientos e insiste en que es fidelista por encima de todas las cosas, “castrista de Fidel y de Raúl”, como si no bastara su hoja de servicios con el aparato… propagandístico. Lo salvó -dice- la revolú, que triunfó cuando él tenía 24 años, estudiaba Periodismo, y soñaba con ganar mucho dinero y tener un Cadillac cola de pato.
“Pero tuve la suerte de conocer a Fidel y me agarró desde el primer momento. Y laboralmente he sentido la gloria de poder dar más de 50 viajes junto a él”, confiesa el personaje en la entrevista que publica Juventud Rebelde.
El agarre de Fidel que Báez rememora con cierta nostalgia es, ciertamente, la métáfora del Cadillac perdido. Por mucho que el prolífico redactor se esmere en ocultarlo, la frase le ha salido del alma y cuesta trabajo pensar el incidente de otra manera que no sea la de un anhelo auténtico barrido por la ola revolucionaria de 1959. Curiosa confesión del subsconciente que otorga el único momento de fulgor a una charla atorada entre el compromiso adulatorio a Castro, el viejo, y las más descarnadas lecciones de servilismo periodístico.
Báez ha tejido una trayectoria que roza el mito del periodista con don de ubicuidad. En largas décadas de sequía profesional y prensa partidista, Báez emergió como un príncipe virtuoso que lograba estar, entrevistar y escribir de las cosas que otros con más instinto periodístico, cultura e imaginación no podían.
¿Era realmente tan audaz este señor periodista como para llegar siempre hasta las altas figuras de la nomenclatura castrista, decidir una cobertura internacional o lanzarse a entrevistar exiliados cubanos por su cuenta? ¿Por qué Báez conseguía abrir las puertas, tomar aviones o aparecer en recepciones y citas palaciegas en el momento preciso? ¿Qué fuerza telúrica acompañaba a este reportero de las grandes ocasiones y los sucesos de alta política?
Con la perspectiva del tiempo y los caminos transitados, tales preguntas parecen un canto a la ingenuidad. Báez hacía acto de presencia, preguntaba y viajaba movido por los hilos del poder. Y así se fraguó una trayectoria profesional, recorrió medio mundo al lado de Fidel Castro y escribió unos cuantos libros, a pesar de que muchos de sus colegas de entonces que accedían a sus originales se siguen cuestionando cómo ocurrió el milagro.
Los sistemas totalitarios son ariscos a la información y la transparencia. Las decisiones de destapar un tema tabú, escarbar en un “problema complejo” o acceder a una “zona estratégica” vienen siempre de las altas esferas con un nombre inscrito, ya sea Báez o la sacrosanta documentalista Estela Bravo, caricatura tropical de Leni Riefenstahl (No hay que ser teórico de la comunicación ni funcionario de ETECSA para comprender el fenómeno Bravo y sus “audacias” documentalísticas sobre asuntos cubanos).
Leyendo con forzosa atención la entrevista de Báez, nos enteramos de que el autor de Así es Fidel amenaza pronto con otro libro, titulado Los padres de un hijo de la patria, que contendrá una larga conversación realizada a los progenitores del Comandante Juan Almeida Bosque en 1980. Pero vale la pena detenernos en algunos “conceptos” sobre periodismo que enarbola aquí Báez con el lenguaje de un agitador de masas.
No se lo pierdan en estas tres respuestas sobre “objetividad periodística”, censura y retos del periodismo del siglo XXI en Cuba:
P: ¿Ha sido difícil mantener la llamada objetividad periodística o verse forzado a violarla, cuando la verdad es, digamos, muy fuerte?
LB: Mi tesis es: todo lo que perjudique a la Revolución, yo no lo hago, no lo publico. Lo que beneficie a la Revolución eso es lo que publico. No creo en que el periodista tiene que ser objetivo e independiente, aquí el periodista tiene que ser revolucionario, porque nosotros estamos a 90 millas de los Estados Unidos y tenemos un bloqueo. Yo sé que muchos jóvenes no piensan así y los respeto, porque los jóvenes de ahora no tienen las preocupaciones de nosotros. Yo creo que los jóvenes periodistas son muy buenos, lo que hay que ayudarlos, guiarlos.
P: Está muy de moda en las jóvenes promesas del periodismo utilizar la palabra censura. ¿En algún momento de su labor periodística se vio limitado o lo limitaron de publicar algo? ¿Existe la palabra censura en su trabajo?
LB: Me he limitado cuando he visto una cosa que puede perjudicar a la Revolución y, por tanto, no la publico. Pero por otro lado no tengo ningún tipo de censura, fíjate que de mis libros todo el mundo se entera después que los publico. No existe la palabra censura en mi trabajo, me censuro yo. Soy consecuente con mi trabajo, nada que pueda herir a Fidel, tú lo verás en mis libros. Yo soy fidelista por encima de todas las cosas, yo soy castrista de Fidel y de Raúl. (…) Hay que ser director de un periódico en Cuba para saber lo que se puede y lo que no se puede hacer. Yo respeto mucho a los compañeros. Se puede trabajar mucho mejor el periodismo. Todo se puede hacer mejor en la vida. Pero sucede que los medios cubanos responden al Partido. La situación internacional es delicada, la situación nacional es complicada. Entonces tú no puedes abrir el banderín, porque tienes a los norteamericanos ahí a 90 millas, si tú le das un chancecito…
P: ¿Cuáles son los principales retos que enfrenta el periodismo actual cubano?
LB: Primero que todo, para ser periodista hay que ser revolucionario. Si tú no eres revolucionario no puedes ser periodista, ese es el principal reto.
Este es el legado que el celebérrimo Luis Báez tiende a las nuevas generaciones de periodistas en Cuba tras repetir insistentemente la palabra Fidel en 13 ocasiones durante la entrevista. Lástima que ya sea demasiado tarde para convencerlo de que debió comprarse aquel Cadillac cola de pato con que tejía sus quimeras de juventud.