Ha muerto Vaclav Havel, símbolo de la lucha contra el totalitarismo
Havel falleció este domingo en Praga a causa de complicaciones cardiorespiratorias tras una prolongada batalla contra el cáncer, y según dijo su asistente Sabina Tancevova, murió mientras dormía en su casa. Había estado hospitalizado varias veces este año y era un sobreviviente de cáncer de pulmón desde 1996. Tenía 75 años.
Dramaturgo de reconocida obra, intelectual de múltiples talentos y figura emblemática de la batalla contra el comunismo en el siglo XX, Havel encabezó la Revolución de Terciopelo que dio al traste, sin violencia, con el carcomido régimen de Checoslovaquia en 1989.
Su llegada a la presidencia de Checoslovaquia no fue la decisión apresurada de un movimiento social para catapultar a un héroe emergente. Havel encabezó los cambios en su país con el aval de una ejecutoria de radical oposición a los desmanes del socialismo real de tufo estalinista, impuesto en la nación centroeuropea a puro tanque e infantería soviéticas.
Su clarividencia política lo había situado en 1968 junto a las reformas impulsadas por Alexander Dubcek, y las que terminaron con la intervención de las tropas soviéticas y el aplazamiento de una transformación que los checos sabían inevitable.
Havel acababa entonces de graduarse de la Escuela de Arte Dramático de la Academia de Bellas Artes de Praga, luego de pasar el servicio militar y darse a conocer con el Teatro de la Balaustrada como autor y director de dos obras que la crítica anunció como prometedoras: La fiesta del jardín y Memorandum.
Una apuesta por la libertad
Pero el dramaturgo y hombre de teatro que siempre fue apostó desde entonces por las libertades y los derechos individuales de sus contemporáneos. Y lejos de sumarse a las huestes del arte oficial, se puso al frente del Club de Escritores Independientes en la Primavera de Praga y desarrolló un intenso activismo antisoviético que terminaría por enviarlo a la lista de las prohibiciones desde 1969, obligándolo a abandonar la capital checa y a sobrevivir en el ostracismo en la ciudad de Trutnova.
Sin embargo, no descansó en su empeño democratizador y nacionalista. Fue promotor y portavoz de la Carta de los 77, una iniciativa de amplia resonancia internacional con la firma de 300 prestigiosos intelectuales que pedían la democratización del régimen comunista.
Nunca antes una declaración pública de intelectuales tuvo tanto efecto movilizador contra los cimientos del poder comunista. La Carta 77 se convirtió desde entonces en un ejercicio modélico para documentos similares en otras latitudes del mundo sometido.
Cuando en 1978 creó el Comité para la Defensa de los Injustamente Perseguidos (VONS) con el propósito de llevar a vías de hecho las reivindicaciones de la Carta 77, el poder checosoviético no pudo permitirle más: lo mantuvo bajo arresto domiciliario y lo sentenció a cuatro años y medio de prisión.
Pero Havel no se cansó. Su biografía es la de un hombre que nunca se cansó a pesar de los contratiempos y las soledades. Estuvo cuatro veces en prisión por razones políticas. Y desde la cárcel no dejó de escribir ni de colaborar con la prensa opositora.
Del encierro surgieron las emotivas Cartas a Olga, canto de sensibilidad y esperanza en horas díficiles: “Esa necesidad nuestra, irreprimible, de trascender los horizontes situacionales, de cuestionar, conocer, explorar, entender, buscar la esencia de las cosas -se cuestionaba el escritor en la soledad de una ergásstula- ¿qué otra cosa es esa necesidad sino otra de las formas de aquel anhelo interminable por recobrar la integridad perdida del ser, aquel anhelo del yo de regresar al ser? ¿Qué otra cosa es sino ese anhelo intrínseco de despertar al propio ser oculto, adormilado, olvidado tantas veces, y a través de él alcanzar aquella plenitud e integridad de la existencia que nuestra intuición nos permite vislumbrar?”
En primera fila
Cuando los estertores del comunismo se extendieron por Europa tras la caída del Muro de Berlín, en 1989, tomó nuevamente el camino de la vanguardia. Havel fue arrestado en enero en una protesta y liberado pocos meses después tras una avalancha de reclamos. El monigote de Gustav Husak se tambaleaba con el oleaje de los estudiantes en las plazas y calles.Mediante el Foro Cívico Havel aglutinó las fuerzas que dieron la estocada final al régimen comunista.
El 29 de diciembre de 1989, fue el elegido como el primer presidente democrático de Checoslovaquia tras una larga noche de 50 años de ocupación nazi y autoritarismo comunista.
Como líder y presidente, Havel condujo un ejemplar proceso de transición democrática en la nación checoslovaca.
Si algún país de Europa del Este logró transitar, con admirable estabilidad, del socialismo soviético a un sistema democrático multipartidista, ese fue Checoslovaquia. Los resultados económicos, políticos y financieros del país -alcanzados sin grandes traumas sociales- fueron ejemplo para sus ex compañeros de viaje, y una bofetada para el inamovible socialismo tropical. Pero en La Habana nadie quería -todavía no quieren- escuchar ni ver.
A la lúcida conducción política de Havel hay que atribuir indiscutiblemente esa transformación sólida y virtuosa de Checoslovaquia en la nueva era democrática.
La faena de un visionario
Fue un visionario en la faena de integración de Checoslovaquia en las instituciones europeas y apertura diplomática al mundo. Impulsó la inclusión de Praga a la OTAN, en 1999, y a la Unión Europea, en el 2004, y reforzó los vínculos estratégicos con Estados Unidos.
Pero esa alianza con Washington nunca la concibió como subordinación, sino como un pacto de amigos que entienden las discrepancias como parte de la negociación y el consenso. Deben recordarse sus polémicas en el tema de política exterior con el conservador Václav Klaus y su postura opuesta al embargo como vía de presión contra el régimen castrista.
El 22 de julio de 1992, dimitió como presidente de Checoslovaquia, inconforme con la irrevocable decisión de dividir a la república federativa en dos Estados independientes: el checo y el eslovaco. Havel había jurado fidelidad al Estado común de unos y otros, y entendió que lo mejor era retirarse momentáneamente de la conducción del país.
Tras la partición de Chevoslovaquia en la República Checa y Eslovaquia, fue electo a la presidencia de la naciente república checa, el 26 de enero de 1993. Un día después recibía uno de los golpes más dolorosos de su vida: la muerte de su esposa y compañera de mil batallas, Olga Splichawba-Havlova.
Havel presidió la República Checa por dos períodos hasta el 2003, cuando su salud se agravó por problemas en el colon. Entonces entregó el poder a su archirrival político Vaclav Klaus, aunque no dejó ni un minuto de continuar sus labores prodemocráticas y cívicas tanto en su país como en la arena internacional.
La muerte de Havel es una noticia tremendamente dolorosa para todos los cubanos, en Cuba y en la diáspora.
No solo por su trascendencia simbólica para la defensa de los derechos humanos y las libertades ciudadanas, sino por su liderazgo, de viva voz y acción, en los esfuerzos internacionales por una Cuba democrática que él se encargó de legitimar en los últimas dos décadas.
El poder de los sin poder
Para muchísimos cubanos que soñaron con reformar el socialismo tropical, un texto como El poder de los sin poder (1978) constituyó una pieza de relecturas obligadas en los años de la perestroika y la glasnost soviéticas.
Como presidente de Checoslovaquia, Havel fue un importantísimo puntal del movimiento disidente cubano, que contó desde un primer momento con el respaldo de los diplomáticos checos asignados a la isla.
De ahí las múltiples tensiones que distanciaron las relaciones entre La Habana y Praga en los años 90, y que mantuvieron el vínculo diplomático bilateral en el nivel de encargados de negocios. Algún día cuando se haga la historia completa del acontecer cubano de fines del siglo XX tal vez saldrán a la luz los pormemores del compromiso y el respaldo que los diplomáticos checos dieron a los opositores en Cuba, por encargo directo del propio Havel.
Bajo la presidencia de Havel, Checoslovaquia dejó de jugar el rol de representante de los intereses de Cuba en Washington, como ocurría desde 1961. Fue también la delegación checa la que presentó las resoluciones de condena a Cuba que lograron aprobarse en la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas entre 1999 y el 2001.
De ahí también el profundo rechazo y las diatribas de Fidel Castro contra Vaclav Havel.
Ante la oleada represiva que envió a la cárcel a 75 pacíficos disidentes cubanos en el 2003, Havel no vaciló en levantar su voz para denunciar los atropellos en la isla. La Primavera Negra cubana tomó su nombre de aquella Primavera de Praga que entusiasmó a tantos cubanos y que significó la última auténtica clarinada del socialismo por retomar una senda democrática.
Havel creó ese año el Comité Internacional para la Democracia en Cuba (CIDC), que nucleó a personalidades internacionales en la lucha por un cambio en la isla.
Fue también promotor del Fórum 2000 y de la Fundación Europea para la Democracia, espacios para impulsar las libertades y el espíritu democrático alrededor del mundo.
En el 2002 visitó a Miami para reunirse con ex prisioneros políticos cubanos y recibir el título de Doctor Honoris Causa por la Universidad Internacional de la Florida (FIU).
“Hay una sola cosa que no admito: que por principio no tenga ningún sentido intentar conseguir cosas buenas”, respondió Havel en una reflexiones éticas de 1991, cuando alguien lo identificó como un soñador que intentaba transformar el infierno en paraíso.
Y eso fue acaso lo que hizo de Havel el luchador incansable, el hombre que asumió la responsabilidad social como destino.