Leonardo Padura: “Cuba vive un cansancio histórico”
Leonardo Padura no se ha permitido descansar este verano tras la espléndida acogida a El hombre que amaba a los perros, una novela que absorbió sus faenas creativas por cinco años.
Incansable y pertinaz, con una disciplina de trabajo a prueba de tentaciones, el escritor está avanzando ya en su próximo proyecto narrativo, mientras concluye dos guiones cortos para la película Siete días en La Habana, que reunirá a directores internacionales, e imparte un curso sobre estrategias literarias en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, en Santander, España.
Pero Padura sabe que la ola de El hombre que amaba los perros va a acompañarlo todavía por largo tiempo. Obra de indagación histórica y de contemporánea vitalidad a un tiempo, El hombre… toma como pretexto el asesinato de León Trotski a manos de Ramón Mercader para trazar una desgarradora parábola de las utopías y los totalitarismos del siglo XX, con amplias resonancias en la Cuba de hoy.
El libro –editado por Tusquets- no se ha publicado aún en Cuba, donde Padura vive, escribe y atesora una amplísima popularidad entre los lectores nacionales. Sin embargo, la edición española está circulando de mano en mano dentro de la isla y Padura confiesa satisfacción al recibir, día tras día, mensajes de seguidores que le agradecen haberlo escrito.
El escritor, de 55 años, estuvo recientemente de paso por Miami y aprovechó para cumplir un apretado itinerario afectivo. Padura conserva un sentido casi sacrosanto de la familia y los amigos, y su vocación de lealtad ha estado siempre por encima de las discordias políticas y los rituales ideológicos que suelen dividir el mapa cubano. Esta entrevista marca también un reencuentro aplazado por ocho años, con la voluntad de hablar de sus pasiones más entrañables: la literatura, el cine, la pelota, el barrio habanero de Mantilla…Y, por supuesto, Cuba
Una perversión histórica
El hombre que amaba a los perros es visto por la crítica como la historia destructiva de una utopía, la metáfora de la invención totalitaria del socialismo y la reconstrucción literaria de uno de los crímenes más reveladores del mundo moderno. ¿Te sientes cómodo con estas definiciones o tu novela es algo más que eso?
Es eso y otras cosas más. Es, sobre todo, una reflexión sobre cómo se pervirtió la utopía más importante del siglo XX, la utopía que los hombres están persiguiendo desde que existen como género humano, la utopía que se empezó a forjar en los siglos XVI y XVII por parte de filósofos y pensadores. La gran aspiración fue desde entonces una sociedad con plena libertad y un máximo de democracia. Esa fue la promesa del socialismo cuando triunfa en la Unión Soviética. Y la perversión de esa utopía es la esencia de mi novela. Está visto con un sentido histórico, pero también metafórico, porque el personaje cubano de la novela, Iván, que es el único de ficción, no es un personaje real. En Iván reuní muchas historias de vidas cubanas, muchas historias reales que a lo mejor no le ocurrieron todas a un individuo, pero les ocurrieron a muchos individuos, de ahí el carácter simbólico del personaje.
¿Tú crees que es posible refundar una utopía de cara al siglo XXI?
Por supuesto. Una de las razones por las que se pervirtió esa utopía del sueño igualitario de la humanidad fue el totalitarismo. A pesar de que la novela describe un cuadro tétrico de lo que ocurrió en la historia del siglo XX, es también un llamado a la necesidad del hombre de refundar una utopía. La sociedad moderna se ha organizado de una manera en la cual el individuo es cada vez menos importante. Refundar una utopía, como dice uno de los personajes de la novela, significa que no nos volvamos a engañar o no tratemos de engañar a los demás, y tratemos realmente de jugar limpio.
Una de las revelaciones de la novela está en la protección que recibió Ramón Mercader en Cuba…
Resulta revelador porque Mercader es un personaje que está en el centro de uno de los acontecimientos más trascendentes del siglo XX. El asesinato de Trotski fue prácticamente un magnicidio a pesar de que no tenía el poder político. Pero a la vez Mercader es un hombre del que no se conocía su historia, pues necesitaba ser un hombre sin historia. Es decir, toda la historia de Ramón Mercader fue creada para que hiciera lo que hizo y después para que no revelara lo que había hecho. Y la estancia de Mercader en Cuba constituye un episodio sin una especial significación histórica. El no quería vivir en la Unión Soviética y su mujer, la mexicana Rogelia Mendoza, a quien Mercader conoce mientras está preso en México, tampoco quería vivir allí. No les permitieron casarse en la cárcel porque de lo contrario él hubiera podido quedarse a vivir en México y los mexicanos no lo querían en el país. De hecho, lo sacaron de México el mismo día que salió de la cárcel. Y ellos van a Cuba porque es el único lugar donde hallan un refugio cercano de alguna manera al mundo a que pertenecían: Mercader a España y Rogelia Mendoza a México.
Misterio bien guardado
¿Cómo logró disfrazarse la identidad de Mercader en Cuba?
Mercader vivió en Cuba de una manera totalmente incógnita para casi todos los cubanos. Conozco personas que visitaban su casa, que eran amigos de los hijos de Mercader –de Mercader no, ese hombre se llamaba en Cuba Jaime Ramón López-, que lo conocían como un republicano español y eran amigos de sus hijos Arturo y Laura, y nunca supieron que este hombre era Ramón Mercader. Solamente un círculo muy reducido de viejos militantes comunistas que habían conocido a la madre de Mercader tuvieron alguna relación con él. Fue un misterio altamente resguardado. Incluso hay una anécdota que es bien ilustrativa: los médicos que le diagnosticaron y trataron el cáncer supieron que este hombre era Mercader porque dio la casualidad que viajaron a Argentina al día siguiente de su muerte. Y cuando montaron en el avión de Aerolíneas Argentinas les dieron un periódico donde aparecía la foto del asesino de Trotski que había muerto en Cuba. En aquel momento supieron que el paciente que habían atendido no era Jaime Ramón López sino Ramón Mercader.
¿Te quedó algo sobre la vida de Mercader en Cuba que no hayas dicho en la novela?
Precisamente estoy bastante avanzado en un libro que es trabajo acumulativo, una especie de apostillas a la novela, donde cuento historias como la de los médicos de Mercader; la de los amigos de los hijos; la historia de la madre, Caridad, una catalana nacida en Cuba; la relación de Mercader con el cineasta Tomás Gutiérrez Alea… Es un libro de comentarios y testimonios que no me cabían en la novela, pero que son también muy interesantes para un lector interesado. Lo empecé a escribir casi terminada la novela, porque como sabes yo soy un trabajador compulsivo y no puedo levantarme y ponerme a mirar el techo o ponerme a leer una novela por el placer de leer una novela. Yo necesito trabajar siempre. Lo publicaré cuando pase el reflujo de la novela.
Tú has contado ampliamente la realidad cubana a través de tus novelas y cuentos, pero quiero saber cómo tú describirías la situación actual de la isla no como el escritor de ficción, sino desde la perspectiva del ciudadano común. ¿Cuál es el futuro con este presente agotado?
Hay un problema fundamental en Cuba del que yo hablo en mi novela La neblina del ayer (2005), y que se ha ido agudizando con los años: el cansancio histórico. Creo que Cuba es un país que vive un cansancio histórico. La gente está cansada de sentir o que se le diga que está viviendo un momento histórico y quiere vivir una normalidad. Esto ha generado además un desgaste moral bastante serio en la sociedad cubana. En un país donde la prostitución deja de ser un oficio reprobable y se convierte muchas veces en una salvación para la economía hogareña con el beneplácito y la admiración de la familia, hay algo que funciona mal, como funcionaba mal en el reino de Dinamarca en la época de Hamlet.
Un país donde la mayoría de las personas tiene que buscar alternativas de supervivencia en los márgenes o más allá de los márgenes de la legalidad y lo hacen con total desenfado, como una actividad absolutamente normal, es un problema serio. El propio gobierno –que es el empleador del 90 por ciento de los cubanos- ha reconocido que los salarios que les paga a sus asalariados son insuficientes para vivir, lo que es un reconocimiento a que las personas tienen que buscar alternativas de supervivencia. Y cuando alguien en Cuba, por ejemplo, espera poder resolver sus problemas con los 100 ó 200 dólares que les puede mandar un pariente desde Estados Unidos, México, España, o espera resolver los problemas haciendo un determinado negocio que está más allá de los márgenes de la legalidad, es una sociedad que tiene problemas. Y estos problemas tienen un costo social y moral que va a ser lo más difícil de poder superar en un futuro inmediato.
Dentro de ese panorama de extravíos, dónde se sitúa la juventud cubana. ¿qué piensa, que aspiraciones tiene, cómo enfrenta la realidad social la generación del futuro?
Un fenómeno entre los más graves para el futuro de Cuba es que una parte notable de los jóvenes del país están emigrando o piensan emigrar, y entre ellos hay un porciento alto de personas preparadas, que deberían asumir las responsabilidades de un futuro en lo social, en lo académico, en la vida económica del país. Al mismo tiempo, hay un sector de esa juventud muy despolitizado, que lo que quiere es vivir su vida, muy distintos de lo que fuimos nosotros hace 20 ó 30 años. Eso explica la existencia de tribus urbanas bastante numerosas como los emos, los freekies, los raperos, los reguetoneros, que ven la vida desde perspectivas bastante desafiantes y poco ortodoxas. En fin, es una generación mucho menos comprometida con la política, a pesar de que siempre la propaganda oficial afirma que la juventud sigue comprometida políticamente.
Obama, una ganancia enorme
¿Cómo evalúas estos dos primeros años de la presidencia de Barack Obama para Cuba?
Te digo que en esencia soy un admirador de Obama y pienso que es en general, una ganancia enorme con respecto a lo que significó la administración Bush. Con respecto a las relaciones con Cuba se esperaban cambios mucho más significativos. Todavía las relaciones no han llegado al punto donde estuvieron en la época del 90 durante el gobierno de Bill Clinton, cuando fluyó mucho más fácilmente el fenómeno de los intercambios académicos, deportivos, culturales. Pero algo se está moviendo al menos. Y una visión diferente, más abierta hacia la sociedad cubana, es fundamental en estos momentos. Cerrar espacios es, en definitiva, alimentar la política de plaza sitiada que se ha practicado en Cuba durante estos años. Confío en que la flexibilización de posiciones avance y se profundice.
Como millones de cubanos, tú también tienes familiares a ambos lados del estrecho de la Florida. ¿Qué importancia tú le atribuyes a la familia como un espacio de reconciliación nacional por encima de las reticencias de los gobiernos?
La familia ha sido esencial para la evolución de las relaciones bilaterales. La familia cubana ha resistido y ha impuesto sus valores en las épocas más difíciles. Hubo momentos de una tensión absoluta, eso lo sabe todo el mundo: si tu madre vivía en los Estados Unidos y tú vivías en Cuba, sólo por tener relaciones con ella quedabas al margen de la sociedad. Afortunadamente eso pasó hace ya mucho tiempo y la familia cubana demostró ser capaz de pasar por encima de todos los obstáculos que le impusieron las circunstancias del diferendo. Los nexos familiares entre ambas orillas son el pilar más firme para cualquier proceso futuro en la isla.
Sé que has estado rastreando pistas y personajes en Miami para tu próxima novela. ¿De qué se trata?
Decidí que en voy a recuperar el personaje de Mario Conde como hice anteriormente en La neblina del ayer, es decir, complejizando mucho más la historia. Estoy pensando ahora en un libro cuya tesis fundamental sea la libertad como condición humana, como necesidad humana, como concepto filosófico, como estado de vida… Una visión sobre la libertad muy amplia. La historia comienza en la época de 1640 en el estudio de Rembrandt en Amsterdam y termina en La Habana contemporánea. El personaje clave será un judío polaco que vivió durante tres décadas en Cuba, donde ocurre un suceso que desencadena la trama de la novela. Por ahí vamos.
Postdata: Semanas después de su regreso a La Habana, Padura conoció de la muerte de Olga Guillot en Miami, el pasado julio. Y quiso sumar a la entrevista sus palabras de tributo a la legendaria cantante cubana: “Olga Guillot es un monumento a la cubanía, a la resistencia, al amor a una música y, especialmente, a un género. Con ella se va una de las penúltimas, de las grandes, el color, el brillo, la voz de una época irrepetible, por la que (por gentes como ella, Bola, Benny, Celia…) siempre he tenido una nostalgia no vivida, pero muy real”.