Alejo Carpentier, cartas para dos amigos

A punto de cumplir los 18 años, Carpentier tuvo que enfrentar un reto inesperado: asumir la responsabilidad familiar y comenzar a ganarse la vida como periodista para paliar la hecatombe hogareña.

Alejo Carpentier, cartas para dos amigos
Alejo Carpentier (1904-1980). Foto: Archivo.

Por Wilfredo Cancio Isla

El 24 de diciembre de 1922, el joven Alejo Carpentier sintió que las celebraciones de Navidad se le convertían por primera vez  en un trance de amargura y desencuentro familiar.

En unos apuntes aún inéditos y que figuran con el título de “Divagaciones de Fernando Bertaud”, Carpentier dejó testimonio de ese día como un fecha  profundamente infeliz:  “Hoy es la tradicional nochebuena; desde mi niñez esta noche ha sido cada año una fuente de alegría cuyo recuerdo ha perdurado durante meses; por estar colocada dos días antes de mi cumpleaños, ha marcado una etapa nueva, cada vez, en la jornada de mi vida. Esta vez, este día no ha sido feliz. Ha llegado durante una mala época; mis amigos han sido entristecidos, por disgustos y aún dramas… y ocioso, me he lanzado a caminar por las calles, al azar”.

A punto de cumplir los 18 años, Carpentier tuvo que enfrentar un reto inesperado: asumir la responsabilidad familiar y comenzar a ganarse la vida como periodista para paliar la hecatombe hogareña tras el abandono del padre, el arquitecto francés George Julien Carpentier.

De ahí el desasosiego del joven, que por esta fecha ha empezado ya a escribir artículos literarios para el diario La Discusión, mientras que en El País otros textos suyos aparecerán bajo la firma de su madre, Lina Valmont.

Se abre así -por imperativos de vida- una febril labor periodística que constituye un aporte fundamental a la cultura cubana, suficiente para colocarlo en el mapa intelectual de América Latina del siglo XX.

Las tres cartas que comparto aquí con los lectores de Café Fuerte forman parte de la documentación que incluí en mi libro Crónicas de la impaciencia. El periodismo de Alejo Carpentier (Editorial Colibrí, 2010).

La primera de las misivas -dirigida a su amigo Emilio Roig de Leuchsenring– resume el entusiasmo de Carpentier por haber conseguido la primera entrevista de “un latinoamericano” con el genial cineasta ruso Serguei Einsenstein, quien por entonces preparaba la versión fílmica de El Capital de Marx.

Las dos restantes forman parte del voluminoso intercambio epistolar que sostuvo con Fernando Ortiz desde la década de los 30. En uno de estos textos aparece Carpentier solicitándole a Ortiz una sesión de preguntas para un libro que tiene en preparación: La música en Cuba, publicado finalmente en 1946.

Como era costumbre en Carpentier omitir el año de la carta, hemos ubicado la fecha en que presumiblemente fueron escritas, según los datos de contexto: a Roig de Leuchsenring en febrero de 1930 y a Ortiz el 31 de mayo de 1937 y el 25 de junio de 1944.

Este 26 de diciembre se cumplió el aniversario 106 del novelista y periodista cubano, nacido en Lausana, Suiza, y asentado en La Habana en una fecha aún imprecisa entre 1910 y 1913.

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