Félix Isasi: El encanto perdido de la pelota cubana
El estelar segunda base de los poderosos equipos Cuba de los 60s y 70s, gloria del béisbol nacional, falleció en Matanzas a los 78 años.
Se fue otra leyenda de la pelota cubana. Félix Isasi Mestre, el estelar segunda base de los poderosos equipos Cuba de los 60s y 70s, gloria del béisbol nacional, falleció este viernes en Matanzas a los 78 años.
No se mencionaron oficialmente las causas de su deceso, pero Isasi había sufrido una isquemia transitoria que obligó a hospitalizarlo en 2022, dejando secuelas para su salud.
Isasi es parte de la memoria imprescindible de un béisbol que fue desbordada pasión para el público cubano, que se vivía y discutía furiosamente en cada esquina, en cada barrio, como un orgullo de identidad. Una época extinta, que ya no es ni quedan sombras de ella, y habrá que apresurarse para registrarla en la memoria antes que nadie crea que así fue.
Fue un jugador cuyo prototipo no era el tradicional del pelotero. Hoy día quizás hubiera sido descartado. Pequeño de estatura, sin mucha corpulencia, se metió a jugar pelota en los piquetes de barrio a los 12 años y le tomó el gusto a la posición de cátcher y al terreno de juego, pero luego pasó a desempeñarse en la segunda base, posición en la que haría historia como un virtuoso de pivoteo y la magia defensiva.
Integró las selecciones juveniles matanceras y un equipo Cuba menores de 23, y a los 17 años estaba ya metido en la III Serie Nacional de 1964, con la franela de Occidentales. Su primer juego fue enfrentando al astro oriental Manuel Alarcón y le conectó de 4-2.
Fue así que comenzó la leyenda de Félix Isasi, inspirado en un camarero estrella de Grandes Ligas, llamado Tony Taylor. Pelotero, avispado, puesto para ponerle al juego la pimienta de la picardía, Isasi va a ser recordado por las múltiples jugadas de bola escondida en los terrenos nacionales y en momentos decisivos de competencias internacionales. Esas son también dosis de talento provenientes del saber jugar con inteligencia.
Como bateador era un hombre de tacto, con buenos promedios, chocador experimentado para batear por detrás del corredor y adelantarlo, tocador diestro y ágil en las bases, con altos promedios de robos en la pelota cubana. Virtudes que es difícil encontrar hoy no ya en los jugadores cubanos, sino en cotizados atletas de varias herramientas en el béisbol profesional.
En 1970 conformó la alineación de los Tres Mosqueteros (el término lo acuñó Bobby Salamanca, como tantas otras cosas), junto a Wilfredo Sánchez y Rigoberto Rosique, quienes resultarán puntales para el campeonato conseguido por los Henequeneros, primer conjunto matancero en llevarse un título nacional.
En 18 temporadas jugó además para Centrales, Citricultores y Matanzas, y promedió para 293, con mil 142 hits, de ellos 181 dobles, 17 triples y 45 cuadrangulares. Se robó 231 bases (para un elevado 73% de intentos logrados), impulsó 445 carreras y anotó 571.
Integró en 11 ocasiones la selección nacional, con desempeños recordados en los campeonatos mundiales de República Dominicana, en 1969, y Cartagena, Colombia, en 1970. Fue en el torneo de Cartagena donde hizo gala de su destreza de bola escondida para sacar en segunda a un corredor estadounidense en uno de los juegos que disputó Cuba con la escuadra norteamericana. En competencias internacionales bateó para 336.
En plenitud de facultades deportivas, Isasi decidió colgar los spikes y el guante a los 34 años. Tiempo después reflexionó sobre la manera desproporcionada en que se incomodó con Servio Borges por sentarlo en un partido internacional, y luego su no inclusión en el equipo Cuba, a partir de 1977, lo llevaría al desencanto prematuro.
Que Isasi hubiera sido un pelotero de Grandes Ligas no quedan dudas. En alguna entrevista de años recientes recordó que si alguna vez pudo haberle pasado por la cabeza quedarse en un viaje al exterior, su madre, que era su ídolo más portentoso y guía espiritual (había quedado huérfano de padre cuando tenía un año), lo había advertido que no lo hiciera. Y Isasi no quiso nunca faltar al sentimiento de su madre, que era una persona muy simpatizante del proceso revolucionario, como lo fue mucha gente humilde en esos años de ilusiones y sueños.
En 2015 visitó Miami y participó con mucha alegría en un encuentro de veteranos.
En una entrevista con la prensa oficial, a comienzos del pasado año, Isasi se quejó de desatención por parte de las autoridades provinciales y las entidades deportivas, y jocosamente mencionó: “Ya no escondo la bola: ahora me la esconden a mí”.
No es de extrañar, viendo la depauperación general del país, que las glorias deportivas de Cuba, queden a la deriva.
Su hijo Félix Isasi Jr. participó en Series Nacionales entre 1988-1994 y luego se fue España, donde jugó en los Marlins de Tenerife y en el Club de Béisbol de Barcelona, el Barça, hasta 2011, con notables desempeños a la ofensiva y como jardinero central. En 2008 integró la selección española que se coronó campeona de Europa.
El cadáver de Félix Isasi fue velado en el Salón de la Fama del estadio Palmar de Junco, la cuna del béisbol cubano. Lo despidieron su familia, vecinos y admiradores de sus hazañas, que quedan tendidas en la nostalgia de una pelota que se jugaba con alma y encanto.