Catástrofe a la vista: El béisbol cubano y el socialismo del siglo XXI
El porvenir del béisbol cubano no tiene predicciones posibles ni soluciones a corto plazo. Los problemas acumulados son gigantescos, como una montaña que se ha consolidado de excrecencias, estupideces y malas decisiones.
Por Alberto Águila
Con el decursar el tiempo las constantes derrotas de la selección cubana de béisbol han hecho mella en la gran fanaticada nacional, que es algo así como la población total de la isla y parte de la diáspora, que creció viendo como su equipo triunfaba con facilidad en casi todos los torneos internacionales, en la etapa de 1970-2000.
La reciente participación de la selección cubana -un equipo armado con jugadores activos en Grandes Ligas y la Liga Japonesa, otros ex de Grandes Ligas y una mezcla de integrantes de ligas latinoamericanas y la Serie Nacional- debe ser un momento de reflexión para un convencimiento definitivo de el camino desastroso por el que transita el pasatiempo nacional (¿es todavía nuestro pasatiempo?).
La llegada del siglo XXI coincidió con la desaparición del concepto de atletas amateurs y profesionales. A partir de entonces todos se convirtieron en deportistas en todas las disciplinas como ocurrió en la Olimpíada 2000, efectuada en Sidney, Australia. Fue allí donde el equipo cubano se enfrentó tu a tú contra jóvenes firmados por equipo de Grandes Ligas, aunque aún sin currículo en la Gran Carpa. Ben Sheets un novato de 22 años de la Universidad de Lousiana, metió en un puño a los toleteros cubanos y les ganó 4×0 ante las miradas atónitas de los aficionados criollos, que no estaban preparados para aquel revés.
Tampoco lo estaban ahora para recibir, dos décadas y algo más después, la catástrofe del equipo nacional en el torneo Premier 12, donde la nave explotó completamente. El juego de pelota, que se inició en Estados Unidos hace mucho más de un siglo, ha continuado exitosamente amparado en una economía de mercado libre, que nada tiene que ver con la rigidez del sistema socialista donde el estado es dueño, amo y señor del deporte y de los deportistas.
El triunfo merecidísmo de China Taipei en el Premier 12, con una contundente demostración de pitcheo sobre la invencible escuadra de Japón (llevaba 27 triunfos al hilo en torneos internacionales), es un claro ejemplo de la globalización del béisbol y de su avance en otras latitudes que estaba a años-luz de la pelota Cuba hace tres décadas. La debacle anunciada está a la vista.
La tónica del llamado “deporte revolucionario” -una vitrina que resplandeció con subsidios soviéticos y controles esclavistas- fue de poner y quitar peloteros, managers y dirigentes, al gusto de personajes y personajillos muy alejados del bate y la pelota, pero con el poder que confería el Comandante en Jefe y el Partido Comunista.
El trayecto del inicio del nuevo siglo hasta poco más de 20 años ha visto un descenso total del béisbol cubano, con la escapada de jugadores en busca de libertad y contratos económicos excelentes o simplemente decentes, en los que los millones de dólares brillan en constraste con los miserables salarios que les concedían en su suelo natal.
En los últimos años los dirigentes cubanos han solicitado a los diferentes comités organizadores de los torneos que los equipos cubanos asistan, pero con la condición de que sean enviados bien lejos, sobre todo a los países asiáticos, mientras más lejos mejor, porque para nadie es un secreto qué mientras los campeonatos se desarrollaban alrededor del Caribe siempre existían las deserciones de los más valiosos jugadores. Ello ha traído por consecuencia que los equipos con los cuales compite Cuba, allá en el Lejano Oriente, son precisamente los que les machacan en los resultados como Japón, Corea del Sur y también el ahora campeón China Taipei.
Por cierto, el equipo cubano fue silenciado por los campeones en un luego de clasificación de puro trámite, con un desfile de siete lanzadores de Taipei que dejaron en cuatro hits a los nuestros. Cuba se fue del Premier 12 con la peor actuación acumulada en estos torneos en toda su historia, a razón de una victoria y cuatro descalabros. El escalonamiento del desastre se registra con balance de 3-2 en la edición de 2015 y 1-2 en 2019.
Este equipo Cuba parecía más bien un muñeco de piezas sobrepuestas, con cansancio y torpeza. Su única victoria fue ante Australia (4×3) y las deficiencias evidenciadas conforman un largo prontuario, algunas achacables al mánager Armando Johnson, pero no todas. Deficiente tacto, fallas defensivas, lentitud en el corrido de bases y robos, falta de estrategias ofensivas, en fin. Si como declaró Johnson al final del campeonato, “los muchachos jugaron muy bien y con mucha garra”, pues habrá que afilarles las pezuñas si es que queremos evitar otros naufragios como este de Japón.
Así que para ir a un campeonato donde hay cinco contrincantes, los cubanos reciben cuatro papazos que les impiden avanzar siquiera para discutir un tercer lugar. Si Cuba asistiera con más frecuencia a torneos en el continente americano, las oportunidades de vencer a equipos como Puerto Rico, Venezuela, México y República Dominicana serían mayores, puesto que a esos eventos las federaciones nacionales envían peloteros de tercera clase. Como sabemos, los jugadores de excelencia juegan en Grandes Ligas y el resto están haciendo el grado en sus campeonatos nacionales; algunos con experiencia, otros ya han pasado por Grandes Ligas con rendimiento irregular y hay también jóvenes que no han dado la talla en el primer nivel.
El porvenir del béisbol cubano no tiene predicciones posibles ni soluciones a corto plazo. Los problemas acumulados son gigantescos, como una montaña que se ha consolidado de excrecencias, estupideces y malas decisiones dictadas por la intolerencia política y la falta de visión deportiva. El tiempo inexorable se encargará de poner las cosas en su sitio para hacer brillar de nuevo el natural talento que florece en nuestra isla y poder reanimar una Liga Profesional de alto nivel, como la que enorgullecía a los cubanos en la primera mitad del pasado siglo.
La clave para ese cambio fundamental y necesario ya sabemos cuál es. Está cantada hace rato, con cuadro cerrado y el sistema político en 3-2. Hace falta que termine este partido macabro de extrainnings inacabables para que empiece por fin una liga de más sensatez y plenitud beisbolera y cívica, en la pelota y en el país.