Premio Nacional de Teatro: Raquel Carrió, Maestra, madre, amiga
La profesora, dramaturga e investigadora Raquel Carrió recibió el Premio Nacional de Teatro 2024 en una ceremonia realizada en el Aula Magna de la Universidad de las Artes, ISA, en La Habana.
Por Eberto García Abreu
El ISA, nuestra querida Universidad de las Artes, celebra la apertura de un nuevo curso. Pero este septiembre tendrá una significación muy especial en la iniciación de otro período de creaciones, aprendizajes y enseñanzas: en el Aula Magna, le entregarán a Raquel Carrió Ibietatorremendía el Premio Nacional de Teatro 2024.
Como muchos que han celebrado desde que se dio a conocer la noticia, ahora volveremos a ponernos de pie para brindar por Raquel y todo lo que ella es y significa para sus colegas, sus alumnos, sus compañeros de creación, investigación y formación. Volveremos a festejar el merecimiento del premio en su sentido más entrañable y cercano. Ese sentido que habla de la entrega, la dedicación, el enamoramiento apasionado por el oficio del magisterio y del misterio del teatro y sus inumerables caminos.
Vale mucho que esa entrega se realice precisamente en uno de los escenarios más queridos por Raquel y por las generaciones de artistas, investigadores y trabajadores culturales que ella ha gestado y ha ayudado a crecer para nuestro teatro, nuestra cultura y, sobre todo, para nuestra sociedad.
Las dramaturgias de Raquel Carrió pasan por los escenarios y llegan al alma de los artistas, investigadores o docentes que han tenido la dicha de trabajar con ella o por ella. Su obra de fundación y gestión creadora en el Teatro Buendía, junto a la gran Maestra Flora Lauten, sin dudas trasciende al entramado de las representaciones, los relatos y los muchos personajes que ha creado a partir de numerosas fuentes y con destinos tan abiertos y cambiantes como esos paisajes teatrales en los cuales hoy viven sus creaciones.
Sí, Raquel ha ido y ha vuelto desde los destinos geográficos, culturales y humanos más increíbles. Del mismo modo que ha viajado y vivido en los universos profundos de la cultura y el alma de Cuba, haciéndola visible y amable ante tantos cambios y transiciones no siempre amables y transparentes, la obra creadora de Raquel se ha convertido en una poética del pensamiento y de la liberación de la voluntad creadora. Porque al enseñar, ella interroga lo sabido y tenido por cierto, como si en el arte o la vida, las certezas fueran inamovibles. Y así lo hace en los escenarios o en las cuartillas que regala a todos, no solo como una constatación de sus propios relatos ficicionales, al cabo expresión contaminada de sus invenciones teóricas, sino como una evidencia de sus continuas pesquisas sobre el arte teatral y sus múltiples tributos interdisciplinarios.
Los teatros que habitan en Raquel Carrió, cargados de historias, discursos y relatos disímiles, pudieran ser puentes entre estadios diferentes de las edades de nuestro teatro y el de muchos otros territorios en los cuales ella ha visto crecer sus ficciones e imágenes. Crear y enseñar, en su caso, son estaciones de un único e indivisible viaje a través de las desafiantes prácticas escénicas y de los tejidos culturales en los que se asientan nuestras identidades creadoras y nuestros sentidos de compromiso humano, social y ético.
Entre los fragmentos cada vez más dispersos de nuestras obras y travesías, emerge el sentido integrador del magisterio de Raquel Carrió. En sus gestos de impulso, acompañamiento y desafío para rebuscar el verdadero núcleo vital de los emprendimientos que cada quien asume en los procesos creadores, en el trabajo de estudios o en la docencia de las artes, Raquel atesora los saberes de siempre para ponerlos a disposición de las nuevas ideas, los nuevos temas, los nuevos lenguajes. Y quizás por eso su trabajo de maestra es vital y dificil de apresar en moldes demasiado rígidos. Raquel es un antídoto peligroso contra la retórica, el simulacro o el enmascaramiento. Sus clases, que son más que los encuentros en un aula o un púlpito académico, revelan el valor del taller abierto, del diálogo de saberes y de las necesidades de experimentar diversas alternativas para generar nuevas narrativas, ficciones y, especialmente, nuevas ideas para afrontar los retos de la vida contemporánea en todas, o casi todas, sus contingencias.
Estirpe de fundadora, la suya es una presencia insustituible en la historia viva del ISA y de nuestra querida Facultad de Arte Teatral. Su liderazgo permanente viene de su inmensa capacidad para fundar y gestar, en tanto mujer y madre, los proyectos más dimíles, tanto en la creación, como en la docencia. Pero me atrevo a decir que su guía más efectiva es la que nos lleva por los duros caminos de la cotidianidad, la inmediatez y la urgencia de los conflictos que a todos nos agobian, y a veces nos superan.
Con su carga de misterio y sus artes de vieja bruja, habitante de los tiempos perdurables, Raquel dosifica su sabiduría en consejos, alertas, avisos, y sobre todo, en compañía activa, decisiva y comprometida con el hacer y el estar de cada uno de sus compañeros de obras y utopías.
Raquel es un ancla de salvación que a todos nos permite agarrarnos en los momentos de mayor incertidumbre o de regocijos trascendentales. Ella siempre está ahí, dispuesta a comprometerse con todo aquello que tal vez nos pueda hacer la vida más plena y libre.
Por eso celebraremos en el ISA la obra inmensa de Raquel, reverenciando el magisterio creador de los grandes Maestros de nuestra universidad. El teatro volverá a servir de espacio de encuentros para imaginar y crear relatos en los cuales podamos actuar sinceramente, sin máscaras ni imposturas.
Gracias, querida Raquel Carrió.