Omara, el lustre de una leyenda musical
Es el retiro forzado, a los 93 años, de un símbolo y una leyenda que definió una etapa gloriosa de la música cubana y ha sido reverenciada en todo el mundo como la enorme cantante que es.
Por Michel Hernández
Omara Portuondo era la cantante legendaria de más edad que seguía sobre los escenarios en todo el mundo.
Omara de 93 años pertenece a una generación de músicos cubanos en que la frase “morirse encima de un escenario” cobraba verdadero peso . Pero Omara desde hace varios años no estaba neurológicamente estable y no podía decidir por sí misma si seguir definiendo la frase hasta las últimas consecuencias.
La entrevisté dos o tres veces hace varios años. Le costaba hilvanar las respuestas y decir una frase con coherencia. Su estado de salud era una verdad a gritos en la escena cubana. Pero en ocasiones cuando subía a un escenario parecía una nueva Omara y repasaba cada tema con el lustre de su leyenda.
Durante los últimos años no fue así. Por las razones que haya considerado la familia, la cantante seguía en activo a pesar de haber anunciado hace varios años su retiro de los escenarios mundiales. La cantante acaba de ser sacada en brazos durante un concierto en Barcelona, España, donde compartía escenario con la talentosa Orquesta Failde, que está demostrando en una realidad que juega en contra la actualidad de la música tradicional cubana a partir de arreglos contemporáneos.
El hecho significa el retiro definitivo de Omara que hasta el momento está superando el trance de salud. Fue un retiro a la fuerza por un hecho que se podía haber evitado a pesar de la voluntad de la cantante de no cejar en mostrar su música a nivel internacional, con todo lo que sabemos eso implica. Es el retiro forzado de un símbolo y una leyenda que definió una etapa gloriosa de la música cubana y ha sido reverenciada en todo el mundo como la enorme cantante que es.
Su caso de alguna manera me parece que guarda puntos de contacto con el de la canadiense Joni Mitchell, de 80 años, que se recuperó sorpresivamente de un aneurisma cerebral y regresó a los escenarios cuando nadie contaba con ella. Ambas, con las lógicas diferencias, son hijas de la resiliencia y de una época en que se vivía para la música no de la música.
Insisto: la imagen de Omara desorientada al inicio del concierto y los lógicos reclamos del público que fue a verla se pudieron evitar. Ya la cantante debe descansar y disfrutar de su familia y su leyenda. La historia, como siempre, se ocupará del resto.