Memorias: Barbra Streisand a plenitud
Toda Streisand vibra en estas páginas, con la intensidad y la perseverancia de una leyenda de la música, el espectáculo y la cultura contemporánea.
Barbra Streisand acaba de publicar esta semana su libro de memorias My Name Is Barbra. Son casi mil páginas que atrapan momentos, anécdotas, perfiles y reflexiones de la intensa vida de esta megaestrella del espectáculo del siglo XX, hoy con 81 años.
“Streisand estudia detenidamente y derrama su vida entera sobre estas páginas”, escribe el crítico del diario The New York Times, Wesley Morris.
Para los que cumplimos en Cuba nuestros “años felices” de la juventud, las canciones y la imagen de Streisand constituyó presencia permanente y objeto de culto por encima de las restricciones y los obstáculos para recibir la cultura norteamericana.
The Way We Were (Así éramos, también publicitada en español como Nuestros años felices), la película de Sidney Pollack con Streisand y Robert Redford en los roles protagónicos, fue una verdadera conmoción para el público cubano y aún no puedo dejar de verla sin percibir el aliento romántico que nos impregnó entonces. Por cierto, el filme, estrenado en 1973, está cumpliendo 50 años y su relato no puede resultar más vigente en los tiempos que atravesamos.
Las memorias de Streinsand recorren los tensos días de su infancia, en un complejo de viviendas de Brooklyn, huérfana de padre desde que tenía poco más de un año, y se vio entre una madre emocionalmente distante y un padrastro no menos apartado.
Dejó su hogar a los 16 años, decidida a labrarse una carrera artística. Actuó en un show de talentos en un bar gay de Greenwich Village y desde entonces su éxito no paró de crecer hasta encontrar la gran oportunidad que fue su entrada a Broadway con Funny Girl, en 1964.
Morris y otros críticos que ya se bebieron el libro como quien consume un manjar exquisito y provocador, mencionan como hitos en la narrativa testimonial los capítulos que cuentan de la relación de la diva con Marlon Brando, cargada de tensiones sexuales; su admiración por el ex primer ministro canadiense Pierre Trudeau, a quien vio sumergirse desnudo en un lago helado; el acoso por parte de su coprotagonista en Funny Girl, Sydney Chaplin; las vicisitudes con el director de Nace una estrella; y las razones por las que decidió clonar a su perro muerto.
Escribe Holly Thomas sobre las motivaciones que deja este libro: “Entonces, ¿se ha perdido toda esperanza? ¿Debemos resignarnos a una vida desprovista de alegría despreocupada? Yo creo que no. Yo digo que sigamos el ejemplo de Streisand y hagamos un esfuerzo consciente por inyectar algo de diversión a la antigua usanza en nuestras vidas. Esto no tiene por qué traducirse en estar borracho las 24 horas del día, pero no hay nada de malo en que alguien de cualquier edad altere su rutina de vez en cuando si se le presenta una oportunidad tentadora”.
Toda Streisand vibra en estas páginas, con la intensidad y la perseverancia de una leyenda de la música, el espectáculo y la cultura contemporánea. Una lectura recomendable para repasar -y sentir de cerca- una vida de entrega incansable, que es acaso el camino hacia la verdadera plenitud humana.