Luto mundial en la literatura: Fallece Mario Vargas Llosa, coloso de la escritura contemporánea
Su paso a la inmortalidad en la cultura iberoamericana está asegurado con solo recordar un puñado de sus obras capitales como La ciudad y los perros, La casa verde, Conversación en La Catedral y La guerra del fin del mundo.

El escritor Mario Vargas Llosa, un gigante de la literatura y el pensamiento en Latinoamérica, falleció este domingo en Lima, en su natal Perú, a los 89 años, rodeado de sus familiares cercanos.
Es un día de luto para las letras, la imaginación literaria y el periodismo en todo el mundo. Figura de fundación y obra monumental, polemista incansable y renovador de la escritura en lengua española, Vargas Llosa deja un enorme vacío para generaciones que alimentaron su formación y disfrutaron sus múltiples creaciones como un camino de aliento, regocijo y superación de la condición humana.
Sus hijos Alvaro, Gonzalo y Morgana dieron a conocer la noticia de su muerte mediante un comunicado: “Su partida entristecerá a sus parientes, a sus amigos y a sus lectores, pero esperamos que encuentren consuelo, como nosotros, en el hecho de que gozó de una vida larga, múltiple y fructífera, y deja detrás suyo una obra que lo sobrevivirá. Procederemos en las próximas horas y días de acuerdo con sus instrucciones. No tendrá lugar ninguna ceremonia pública. Nuestra madre, nuestros hijos y nosotros mismos confiamos en tener el espacio y la privacidad para despedirlo en familia y en compañía de amigos cercanos. Sus restos, como era su voluntad, serán incinerados”.
Con profundo dolor, hacemos público que nuestro padre, Mario Vargas Llosa, ha fallecido hoy en Lima, rodeado de su familia y en paz. @morganavll pic.twitter.com/mkFEanxEjA
— Álvaro Vargas Llosa (@AlvaroVargasLl) April 14, 2025
Su paso a la inmortalidad en la cultura iberoamericana está asegurado con solo recordar un puñado de sus obras capitales: La ciudad y los perros (1966), La casa verde (1968), Conversación en La Catedral (1975), Pantaleón y las visitadoras (1978), La tía Julia y el escribidor (1982), La guerra del fin del mundo (1984), Historia de Mayta (1985), La fiesta del chivo (2001)… Una espiral de revelaciones literarias que forma parte de nuestro acervo histórico y nuestra identidad como hispanoamericanos.
Nacido en Arequipa, el 28 de marzo de 1936, Vargas LLosa era el último sobreviviente del llamado boom latinoamericano, el movimiento que catapultó y puso en el mapa de la literatura universal a escritores como Alejo Carpentier, Gabriel García Márquez, Augusto Roa Bastos, Julio Cortázar, Juan Carlos Onetti y otros pilares de la novela y el cuento en el continente.
Después de vivir el entusiasmo por la epifanía revolucionaria de Cuba que gravitó sobre el mundo intelectual de los años 60, rompió con el régimen de Fidel Castro y gradualmente con el mundo comunista a partir de 1971, tras el encontronazo que representó el caso Padilla. Fue un crítico visceral de todos los desmanes del régimen cubano y de las violaciones de derechos humanos en la isla, dispuesto siempre a firmar declaraciones y ejercer reclamos en favor de los presos políticos y la causa suprema de la libertad.
En 1994 recibió el Premio Cervantes y, en 2010, ganó merecidamente el Premio Nobel de Literatura, una distinción que se le había demorado demasiado.
Sus palabras en el discurso de aceptación ante la Academia Sueca constituyen una lección inmejorable de su legado: “Las mentiras de la literatura se vuelven verdades a través de nosotros, los lectores transformados, contaminados de anhelos y, por culpa de la ficción, en permanente entredicho con la mediocre realidad (…) Por eso tenemos que seguir soñando, leyendo y escribiendo, la más eficaz manera que hayamos encontrado de aliviar nuestra condición perecedera, de derrotar a la carcoma del tiempo y de convertir en posible lo imposible”.
Fue un liberal consecuente hasta el final, sin hacerle el juego a los dogmas ni dejarse arrastrar por las ilusiones engañosas del mercado. Defendió el matrimonio homosexual y la opción de muerte digna a través de la eutanasia. No estuvo ajeno a ninguno de los problemas acuciantes de nuestro tiempo y no dudó en cerrar filas junto a las posturas menos conciliadoras en temas como el cambio climático, el derecho de los palestinos en los territorios ocupados y el ascenso de dictadores populistas, tuvieran el signo ideológico que tuvieran.
Su visión resultó precursora alertando en el lugar que han cobrado las imágenes por encima de las ideas de nuestra época, un panorama que describió como “la civilización del espectáculo”. Se extingue así una estirpe de escritor como personalidad pública, verdaderamente influyente y enérgico ante la banalización y la frivolidad que han permeado la cultura, imponiendo las pantallas al razonamiento, la apariencia a la convicción.
Con la desaparición de Vargas Llosa estamos asistiendo al final de una era, en la que literatura y compromiso intelectual fueron los más lúcidos hallazgos de la plena libertad.