Los apuntes febriles del joven Alejo Carpentier

"Las Divagaciones de Fernando Bertaud", aún inéditas y escritas probablemente hacia 1922, es acaso el único material de carácter autobiográfico que se conserva de los días juveniles del escritor cubano.

Los apuntes febriles del joven Alejo Carpentier
Foto tomada a Carpentier por Paolo Gasparini en La Habana, en 1964. Foto: Fundación Alejo Carpentier.

Por Wilfredo Cancio Isla

Indagar sobre los años de formación de un creador es siempre una aventura apasionante, no exenta de riesgos a la hora de precipitar conclusiones, pero definitivamente fuente de revelaciones.

En el caso de Alejo Carpentier (1904-1980), que este 26 de diciembre arriba a su 119 aniversario, la etapa que precede a sus primeras contribuciones periodísticas, relatos, poemas y ballets afrocubanos, está llena de lagunas y zonas de silencio, generadas por el hermetismo con que el propio escritor y luego su viuda, Lilia Esteban, manejaron, ocultaron e incluso falsearon datos esenciales sobre su niñez y adolescencia antes de sumergirse en la creación de innumerables artículos y crónicas en los periódicos habaneros de los años 20 del pasado siglo, y generar sus primeros esbozos literarios.

Hay que recordar que casi todo lo que se conoce del jovenzuelo Carpentier y su familia es a partir de los testimonios que él mismo ofreciera en declaraciones y entrevistas durante años, incluyendo la mentira repetida de su nacimiento en la calle Maloja en La Habana, en 1904, cuando la realidad es que había ocurrido en Lausana, Suiza.

Lo repitió insistentemente desde el establecimiento oficial de su nacionalidad cubana, en agosto de 1927, tras un proceso legal que argumentó extravío de la inscripción original por “un incidente de familia que no es del caso citar”, según una nota publicada en El Heraldo de Cuba. No titubeó tampoco al reiterarlo ante el Rey de España, Juan Carlos I, durante la ceremonia de entrega del Premio Cervantes, en abril de 1978.

Durante el discurso de aceptación del Premio Cervantes de Literatura, en abril de 1978. Foto: PL.

De las investigaciones que han penetrado con mayor agudeza en estos años de aprendizaje e iniciación intelectual de Carpentier, la realizada por el estudioso sueco Victor Wahlström es sencillamente un aporte de altos quilates. Su libro Los enigmas de Alejo Carpentier. La presencia oculta de un trauma familiar (2018) resulta una verdadera joya de información desconocida, a pesar de que Wahlström solo pudo materializar su minucioso rastreo de documentos en archivos europeos (Francia, Bélgica, Suiza), sin poder revisar los legajos al cuidado de la Fundación Carpentier, establecida en Cuba.

Por Wahlström podemos ahora desbrozar otras pistas de la familia y la vida temprana de Carpentier. Por ejemplo, que sus padres, el arquitecto francés Georges Julien Carpentier y la rusa Catherine Blagoobrasoff (Lina Valmont), estudiante de Medicina y profesora de idiomas, se casaron en Bruselas en 1907 con el propósito de legalizar al hijo nacido tres años antes, y que la familia no llegó a Cuba hasta 1914, con el niño Alejo a punto de cumplir los 10 años.

De manera que queda aún mucho por indagar en los archivos cubanos, particularmente sobre los colegios Candler y Mimó de La Habana, a los que Carpentier dijo haber asistido entre 1912 y 1913.

Tras las pistas del primer Carpentier es ineludible mencionar un texto de 28 cuartillas -aun inédito y presumiblemente de 1922- y titulado “Divagaciones de Fernando Bertaud”. Estas páginas fueron halladas en una maleta olvidada en una casa de la campiña francesa desde los años de la II Guerra Mundial. La maleta contenía manuscritos, cartas, fotos y otros documentos, y fue localizada en el poblado francés de Saint Florent Sur Cher, en 1989. Su contenido fue entregado a Lilia Esteban, quien hizo la revisión inicial y luego lo depositó en la Colección Carpentier de la Biblioteca Nacional “José Martí”.

Este es acaso el único material de carácter autobiográfico que se conserva de sus días juveniles. Escritas a la manera de un diario, en tono confesional, las “Divagaciones…” incluyen reflexiones sobre la vida y el arte, sentencias epigramáticas, confesiones de su estado de ánimo y anotaciones en torno a autores que por entonces serán objeto de sus comentarios en la sección literaria de La Discusión: Baudelaire, Heine, Wilde, Loti…

Son los febriles apuntes de un muchacho con múltiples lecturas y sueños, que a punto de cumplir sus 18 años atraviesa por un dramático momento de su vida: el abandono del padre del hogar, la ruptura del matrimonio y la responsabilidad de asumir la manutención familiar.

Sello conmemorativo emitido por el Correo de Cuba en 1989.

Tuve la oportunidad de revisar estos apuntes en la Biblioteca Nacional, gracias a la ayuda brindada por Araceli García-Carranza, figura insigne de la bibliografía cubana y quien ha sido mentora de mis investigaciones sobre Carpentier por más de 30 años.

De los fragmentos revisados para mi libro Crónicas de la impaciencia, El periodismo de Alejo Carpentier (Editorial Colibrí, 2010), Café Fuerte reproduce aquí una muestra de aperitivo de las “Divagaciones…”, que seguramente van a resultar al menos curiosas, cuando no sorpresivas, para nuestros lectores y los interesados en el célebre autor de Los pasos perdidos.

El próximo año, en el 120 aniversario del escritor, numerosas universidades, instituciones culturales, editoriales y círculos literarios alrededor del mundo estarán celebrando la fecha con homenajes, simposios y publicaciones.

Sirva ese adelanto como motivación para volver a Carpentier con una mirada más penetrante sobre su creación literaria y un espíritu crítico más aguzado sobre su vida y conducta. Con independencia de los cuestionamientos que sus posiciones políticas y su respaldo al régimen cubano siguen generando, el lugar de Carpentier como figura fundacional de la narrativa hispanoamericana contemporánea, y su monumental aporte a la literatura, el periodismo y la cultura cubana, están fuera de toda discusión. Y no debemos perder de vista que el futuro de Cuba pasa por reconocernos en nuestros valores de identidad, sin exclusiones ni cancelaciones.

Porque de lo contrario no estaríamos restaurando la esencia democrática, diversa e inclusiva de la nación, sino impulsando una nueva era de continuidad totalitaria.

DIVAGACIONES DE FERNANDO BERTAUD (fragmentos)

Odio al socialista, porque intenta siempre hacer pasar al artista como inútil a la sociedad.

En casi todas las utópicas sociedades colectivistas expulsan al “Homero aunque coronándolo de rosas”.

En la estúpida república Bolchevick (modelo como fiel aplicación de los principios socialistas) los artistas que eran la gloria de Rusia tampoco hallaron lugar.

Adelantada estaría la Humanidad si Leonardo de Vinci hubiera barrido las calles, Wagner fabricado zapatos y Voltaire almohazado caballos, para ser útiles a sus hermanos los proletarios.

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(…) ¿Qué poema épico, puede compararse a la epopeya en prosa que es el Salambó de Flaubert?

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Ciertos escritores creen demostrar talento, escribiendo obras enteras en un tono oratorio y continuamente elocuente.

Cuando concluimos de leer un capítulo de ellos, sentimos una impresión de monotonía, semejante a la que nos causaría el oír una sinfonía en que la orquesta tocaría fortísimo todo el tiempo.

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Rara vez, un libro que consigue la espontánea aceptación de la mayoría del público, es de un verdadero valor.

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[Baudelaire] Es porque era un innovador, y todo innovador, todo original de talento, ejerce sobre los espíritus libres de convencionalismos y sectarismos una atracción irresistible.

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A veces he hallado en ignorados escritos de autores asiáticos, pensamientos de una verdad asombrosa, expresados con giros inusitados.

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¡Pobre generación la nuestra! Basta que un escritorcillo escriba malamente, sin sentido artístico ni proporción lógica una “Atlántida”, para volverse millonario en dos meses.

El público no quiere ya más que libros que lo diviertan sin hacer trabajar su espíritu.

Si sigue así, lo veremos dejar la ópera y el drama por el circo o la exhibición de fenómenos.

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(24 de Dic. 1922, – 2 de la noche).

¿Para qué escribo? … Voy a ser franco.

Hoy es la tradicional “nochebuena”; desde mi niñez esta noche ha sido cada año una fuente de alegría cuyo recuerdo ha perdurado durante meses; por estar colocada dos días antes de mi cumpleaños, ha marcado una etapa nueva, cada vez, en la jornada de mi vida.

Esta vez, este día no ha sido feliz. Ha llegado durante una mala época; mis amigos han sido entristecidos, por disgustos y aun dramas… y ocioso, me he lanzado a caminar por las calles, al azar.

En las esquinas el olor del lechón asado, me ha disgustado; la turba que llenaba las aceras me insoportó; y hastiado de ver gentes que creen necesario divertirse porque es el 24 de un mes, y a tipos ataviados con “la percha de los domingos”, he vuelto a mi casa, cansado y triste.

He cenado con un amigo que atraviesa una de las épocas más penosas de su existencia sentimental, y me he aburrido en las calles. ¿Qué lirismo hay en esto?

Oigo pasar delante de mi ventana a bandadas de imbéciles que vociferan como desalmados, ahítos de licores baratos. ¿Qué poesía hay en esto?

Me siento triste, enormemente triste; aborrezco momentáneamente a mis semejantes…

Entonces, ya que estoy en este estado de ánimo, ¿para qué escribo estas líneas?

… Para mentirme a mí mismo…

Al volver a mi casa pensé en la tristeza de esta noche de navidad, vi el reloj… y con esta dosis de comediante que todos tenemos, me complació la idea de escribir algo, en una noche como esta, a las dos de la mañana…

Por esto intercalo estas líneas tontas pero sinceras en mis divagaciones,

-Tenéis que aprender a mentir, dijo Wilde.

En este momento me estoy mintiendo.

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Domingo 15 de Marzo de 1923.

He pasado el día entero sin hacer ABSOLUTAMENTE NADA.

Estoy esperando algo; no sé á fijo que.

No he leído: la “Historia de la Magia” del viejo Elifas [Eliphas Lévi], con su fárrago de sandeces, me pesa sobre los nervios. No he creado. He perseguido inútilmente ideas que no coagularon; que no perdieron su carácter de vaguedad. Y lo que es peor, no he escrito nada. Me he aburrido horriblemente. Una extraña nube de inacción me rodeaba la cabeza… Esta impotencia para crear me ha entristecido lo indecible.

Pero, a medida que voy pensando, siento melancolía infinita. Lo que me sucede hoy, en ese odioso domingo, es algo muy natural. Sea por cansancio, sea por el tiempo pesado, no me hallo dispuesto a ningún trabajo mental. Y esto, que no tiene nada de sobrenatural, me hace sufrir. ¿Por qué? Por esta deplorable manía que tenemos, los que nacemos con almas de artista, de crearnos necesidades. ¿Qué necesidad tengo de escribir? ¿No tengo derecho de pasar ese día con la misma plácida alegría, de los humildes que no se esfuerzan por perseguir bellas quimeras? Ni sienten la necesidad de salir de su vida dichosamente animal.

De que vale mi alguna superioridad mental, si los placeres que ellos gozan me están vedados. Como decía hace noches un poeta amigo: “¡Desdichadamente se nace artista!”.

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