Adiós a Natalia Bolívar Aróstegui, pilar de sabiduría y cubanidad
Con su muerte Cuba pierde un baluarte de la investigación y el rescate de las tradiciones africanas, y un ser humano de extraordinaria sensibilidad y compromiso con los ideales de justicia.
La etnóloga, escritora e historiadora Natalia Bolívar Aróstegui, eminente investigadora de las creencias y tradiciones africanas en Cuba, falleció este domingo en La Habana a los 89 años.
Bolívar murió en horas de la mañana en su casa de la barriada de Miramar, en compañía de sus hijas Natacha y Dayamí del Río, según confirmaron a CaféFuerte fuentes familiares. Su salud se había deteriorado sustancialmente en las últimas semanas, con trastornos respiratorios y complicaciones derivadas de la diabetes.
El aporte intelectual de Bolívar a la etnografía, la antropología, los estudios de las raíces africanas y la cultura cubana es monumental. Con ella se va una de las figuras más prominentes de la investigación y el rescate de la tradición afrocubana, y un ser humano de extraordinaria sensibilidad y compromiso con los ideales de justicia social.
Cuba pierde una mujer de excepcional virtud, avalada por su obra y conducta. Savia cubana que se extingue con la despedida de una generación de gente cabal, entregada y virtuosa, que aportó un caudal enorme a la identidad de la nación. Una persona que además era estampa genuina de bondad.
Estirpe patriótica
Su estirpe familiar está vinculada al Libertador Simón Bolívar y a figuras protagónicas en las luchas por la independencia de Cuba y las batallas por el orden constitucional en la república.
Tres de los tíos de su padre, Arturo Bolívar y Bolívar, formaron parte de las fuerzas mambisas y uno de ellos murió en combate, a los 18 años, como ayudante de campo del General Antonio Maceo. Su padre estuvo en la primera línea de resistencia contra la dictadura de Gerardo Machado, un legado que seguiría Natalia como activa luchadora frente al régimen del Fulgencio Batista, integrada al Directorio Revolucionario.
Nacida en La Habana el 16 de septiembre de 1934, en el seno de una familia de acendrada aristocracia y ferviente tradición católica, su infancia estuvo rodeada de motivaciones artísticas y deportivas. Estudió ballet y fue campeona de natación en el Biltmore Yacht Club. Dominaba desde muy joven el inglés y el francés, pues estudió en la escuela estadounidense St. George y se graduó de la Escuela de Madame Trottier.
Fue a la escuela del Sagrado Corazón en La Habana, dirigida por monjas católicas, pero desde niña tuvo al alcance de la mano el conocimiento de la religiosidad afrocubana a través de su nana negra, Isabel Cantero.
También estudió pintura y escultura en la Academia de San Alejandro en La Habana y recibió clases con el pintor y muralista español Hipólito Hidalgo de Caviedes. Su vida transcurrió también en el ámbito artístico, cercana a reconocidos pintores que fueron sus amigos de siempre: Wifredo Lam, René Portocarrero, Mariano Rodríguez…
Enseñanzas y quebrantos
Los años que transcurren entre 1955 y 1958 son fundamentales para la formación de la joven Natalia y la definición de su universo de intereses en la cultura cubana.
Cursa estudios de arte cubano en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de La Habana, asiste a cursos de arte chino y egiptología, y recibe enseñanzas de etnología y folklor bajo la égida de Lydia Cabrera, Fernando Ortiz y Argeliers León.
Por estos años se unió sentimentalmente a José Luis Gómez Wangüemert, quien la vinculó al Directorio Revolucionario. Wangüemert falleció en el ataque al Palacio presidencial, el 13 de marzo de 1957, y Bolívar lo reconoció siempre como el amor que transformó el rumbo de su vida.
En julio de 1958 fue arrestada y torturada en el Buró de Investigaciones del régimen batistiano, y luego pasó a la clandestinidad hasta el triunfo de la revolución de Fidel Castro. Los jenízaros del Buró de Investigaciones la identificaron como La Bruja, en referencia a los collares de santería que llevaba consigo.
Tras la implantación del gobierno revolucionario en 1959 fue nombrada directora del Palacio de Bellas Artes y, simultáneamente, acometió el establecimiento y dirección del Museo Napoleónico, con la colección del magnate cubano Julio Lobo.
Con posterioridad laboró como asesora artística en el Ministerio de la Agricultura y fungió como directora de diseño para joyería contemporánea del Banco Nacional de Cuba, además de intervenir en la asesoría de muestras, catálogos, ediciones de libros y producciones cinematográficas y teatrales.
Y también sufrió una etapa de marginación y olvido en la que realizó diversos trabajos, entre ellos limpiar tumbas en el Cementerio de Colón en La Habana. Bolívar nunca comulgó con los dogmatismos ideológicos, las exclusiones y la censura, y no tenía pelos en la lengua para expresar sus opiniones, lo que generó suspicacias permanentes desde la jerarquía gubernamental.
Los orishas en Cuba
Pero su trayectoria intelectual y etnográfica experimentaría un giro definitivo en 1984, cuando decidió volcarse por entero al estudio de las religiones afrocubanas.
En 1990 apareció Los Orishas en Cuba, una contribución esencial a los estudios afrocubanos que prolonga con voz propia el legado de sus maestros Lydia Cabrera y Fernando Ortiz. El libro fue una conmoción en el panorama cubano coincidiendo con el “rescate editorial” de El Monte, de Lydia Cabrera, con el sello de Letras Cubanas, en 1989.
Fue también el regreso de Bolívar a la palestra pública y al escenario intelectual cubano. Y la eclosión de sus libros en Cuba y en la arena internacional.
Aparecen Ituto: la muerte en la mitología afrocubana y sincretismo religioso (1991); Mitos y Leyendas de la comida afrocubana (1992), en coautoría con Carmen González Díaz de Villegas; y Opolopo Owó (1994), Lydia Cabrera en su Laguna Sagrada (2000), así como otros folletos y ensayos de obligada consulta sobre esos temas, entre los que figuran Orishas, egguns, nkisis, nfumbes y su posesión de la pintura cubana, Los perros y los orishas, Orula en el deambular por la antiguas civilizaciones y Santa Bárbara/Changó.
Amiga fiel
Ya con más de 70 años pudo cumplir su sueño de viajar a África. En Camerún permaneció investigando las sociedades secretas, que fueron objeto de sus ensayos y conferencias.
El papel de Bolívar fue también decisivo en el rescate y promoción de la Letra del Año, un sistema adivinatorio practicado por los babalawos y que estuvo suspendido oficialmente en Cuba hasta finales de los años 80.
Entre los compromisos sagrados de Bolívar estuvo siempre el tributo a la amistad, por encima de credos, ideologías y posicionamientos políticos. Nunca se apartó ni viró la cara a amigos que cayeron en desgracia o fueron estigmatizados por sus disidencias con el régimen. Fue muy cercana al exgeneral Patricio de la Guardia, condenado a 30 años de prisión en 1989, a quien visitaba regularmente en su etapa de libertad vigilada en su domicilio por más de una década.
“Soy, en el horóscopo chino, el perro, o sea, la fidelidad absoluta a la amistad”, aseguró Bolívar en una entrevista televisiva con el cantautor Amaury Pérez Vidal en 2011.
Aunque permaneció en Cuba, Bolívar nunca cortó los vínculos con su familia exiliada tras el triunfo de la revolución castrista, con quienes solía compartir reuniones masivas en Miami.
Respetando una decisión personal, sus restos fueron cremados.
Ibae Bayen Tonu, Natalia. Cuba llora y te extraña.