Testimonio de una infamia: Fuimos agredidas de manera salvaje
Este es el desgarrador relato de la profesora e historiadora Alina Bárbara López sobre los golpes y las vejaciones a las que fue sometida cuando se trasladaba a una manifestación pacífica a La Habana, el pasado 18 de junio.
Por Alina Bárbara López Hernández*
Estas son mis primeras declaraciones, al menos contando lo que ocurrió este 18 de junio. Ante todo, quiero agradecer la preocupación, el afecto y la solidaridad de tantas personas que desde ayer han estado al tanto de lo sucedido, y mis disculpas por no haberme podido comunicar antes. Estaba descansando, ayer llegué muy tarde del médico y realmente necesitaba un pequeño descanso.
Quisiera contar de la manera más sucinta posible lo ocurrido ayer.
La historiadora y antropóloga Jenny Pantoja Torres y yo habíamos tomado un auto rumbo a La Habana. Un poco antes del punto de control de Bacunayagua, que fue donde la otra vez en abril me pararon, y ahora lo volvieron a hacer. La patrulla venía de Matanzas detrás de nosotros e hizo que se detuviera el carro en que íbamos.
Nos pidieron bajar, lo hicimos; nos pidieron el carnet de identidad, lo entregamos. Enseguida una oficial muy descompuesta, muy grosera desde el inicio, me dijo: Bárbara, móntate. Le dije: yo no me llamo así. Me dijo: te llamas Alina Bárbara, para el caso… Entonces le pregunté: oficial, ¿usted tiene orden de detención? Me dijo: no tengo nada y tú sabes que tienes que irte. Entonces me corrí hacia la parte no de la carretera al lado del patrullero, sino hacia la parte que da al contén. Creo que eso, de algún modo, salvó mi vida por lo que ocurrió casi inmediatamente después.
Le seguí insistiendo: Oficial, explíqueme, aunque sea verbalmente, las razones de la detención, yo no estoy cometiendo un delito, no estoy haciendo nada ilegal. Ella respondió: tú sabes que tienes que montarte. Entonces me agarró por los hombros e hizo una técnica de barrido con los pies de ella y los míos, que es una técnica de artes marciales, y me dio un fuerte empujón. O sea, me quedé totalmente en el aire, desestabilizada y caí desde esa altura. Soy una persona muy alta y me di un golpe muy fuerte. Caí de espaldas. No pude evitar el golpe, porque además no esperé esa reacción desmesurada. Utilizar esa técnica de ese tipo contra una persona que no tiene preparación, que no se está enfrentando a ella, que ni siquiera le está levantando las manos ni gesticulando, simplemente yo estaba hablando.
Cuando caí, me di un golpe muy fuerte en la cabeza. Si ese golpe me lo llego a dar sobre la carretera, me fracturo el cráneo; pero fue sobre la graba del contén, que detuvo un poco el golpe. Cuando caí sentí, además del dolor, como que los sonidos se apagaban: las voces, los gritos, los gritos de Jenny diciendo que no me maltrataran, sentí que bajaron, bajaron. Por un momento se me nubló la vista y percibí como un gusto a sangre en la garganta. No sangré, pero sentí como que algo se había dañado. No perdí el conocimiento, pero quedé muy desorientada, atontada, porque fue un golpe fuerte.
Entonces ella me decía: ¡párate! Yo me quedé acostada para protegerme, también porque tenía miedo de tener algo fracturado, entonces me arrastraron. En ese momento vino otro carro patrullero, paró, se parqueó al lado. Los dos oficiales se bajaron y ayudaron a que ella me arrastrara, me tomaron por los antebrazos, por las piernas y me arrastraron hasta la puerta del carro patrullero, que estaba abierto. Mis espejuelos cayeron en el piso, logré estirar la mano cuando me recuperé un poco y los agarré. Jenny, cuando ya me montaron el carro, me los quitó para protegerme, pues soy miope y no veía nada.
Ellos están tratando de montarme en el carro, empujándome, en el aire. Yo, instintivamente, me agarro de algo, yo sabía que era algo de tela, pero no veía de quién era ni qué era, y resultó ser la charretera que tienen en el hombro los uniformes de policía. Era la charretera de la oficial y en el forcejeo, tratando yo de agarrarme, pues parece que lo arranqué o por lo menos lo aflojé. Yo no me quedé con él en la mano, lo tenía ella, pero parece que alguna costura le zafé. Ese es uno de los elementos que dan ahora para el caso de atentado, porque yo le arranqué la charretera. Yo, que estoy sin espejuelos, que estoy todavía atontada del golpe y me están metiendo (en la patrulla), me agarro lo primero que vea.
Pero qué pasa, que Jenny está también en el carro, esos carros son estrechos, y no podían entrarme a mí de la manera en que lo estaban haciendo. Entonces ella, la oficial, va por la puerta donde está Jenny y se le sube arriba. (La oficial) es una mujer muy corpulenta, se le sube arriba a Jenny, me ala por la cabeza, acabada yo de recibir ese golpe tan fuerte en el piso. Ella me agarra muy duro por el pelo, yo aún no me puedo casi tocar el cuero cabelludo porque lo tengo todo inflamado. Ella me toca, me coge por el pelo muy duro y me empieza a promover, a mover la cabeza para todas partes como si fuera la de un muñeco y a torcerme el cuello hacia adelante. Yo padezco de la cervical porque soy escritora hace muchos años, soy profesora; estoy acostumbrada a tener la cabeza en una posición en que se afecta la cervical, lógicamente por la edad, ya debe tener algo de artrosis ahí.
Eso me provocaba un dolor intenso y yo sentía, además, fue un momento de desesperación muy grande, porque yo sentía a Jenny que gritaba y decía: ¡no puedo respirar! ¡estás sobre mí! Porque la oficial, que era una mujer tan corpulenta, había puesto su rodilla y se estaba apoyando sobre el diafragma de Jenny. Yo no le estaba mirando porque ella quedaba en mi espalda, entonces yo, instintivamente, tiré mi mano hacia atrás cuando Jenny gritaba: ¡no puedo respirar! y agarré un poco del pelo de la oficial. Pero yo no tenía ni fuerzas para jalarla porque, a su vez, mi cabeza estaba hacia adelante sufriendo torceduras. Entonces Jenny también de algún modo la agarra para defenderse, eso fue lo único que hicimos, instintivamente tratar de salvarnos porque nos estaba dando de una manera que era peligroso, muy peligroso. Las técnicas que utilizaron fueron unas técnicas que podían hacer peligrar la vida de nosotros y a Jenny la estaba aplastando. Entonces la oficial le dice a los otros patrulleros: saquen esta mujer de aquí. Sacan a Jenny y me dejan a mí dentro del carro, me cierran y la oficial que me había agredido es la que sale manejando con su compañero de carro al lado (en el asiento).
Cuando vamos llegando a Matanzas, realmente estábamos bastante cerca, ya entrando por el paseo de Martí, yo me tuve que acostar dentro del carro porque el dolor en la espalda era tan intenso. A mí me duele todo, cada milímetro de mi cuerpo, de la caída que yo me di tan alta en el aire. (Me duelen) la zona sacra de la columna, la cervical, los hombros; me volvieron a lesionar el hombro que tenía ya en proceso muy lento de recuperación de la otra agresión de abril. Me dolía todo y me acuesto dentro del carro, subo los pies porque soy muy alta y no cabía, apoyo los pies, sin golpear, en la ventanilla. Cuando ella vio que yo hice eso, detuve el carro, le dijo al otro oficial: maneja tú. Se montó conmigo atrás, sacó unas esposas, muy pegaditas y me las cerró. Yo tengo las muñecas anchas, me quedaban bastante apretadas, pero no conforme con eso, me cogió las manos que ya estaban esposadas y me las empezó a torcer. Me las torció de una manera brutal y me las apretaba. Yo le dije: pero ¿por qué haces eso si ya yo estoy esposada? ¡¿por qué tú estás enseñándote?! Me dijo: para que aprendas, vas a ir así hasta la estación; y así fui. Llegó el momento que el dolor era tan grande pero tan grande que yo dejé de sentirlo, yo dejé de sentir mis manos, sencillamente se me durmieron, se me enfriaron, yo no tenía circulación. Dejé de sentir dolor, me alegro, porque era demasiado fuerte; de hecho, tengo las muñecas llenas de moretones por eso.
Cuando el carro llegó y entró a la estación, parqueó y ella me dijo: ojalá me toques la otra vez, que te voy a romper la cara de un piñazo. Yo le dije: usted es un peligro, usted es una sicaria. Durante el camino yo le fui diciendo todo el tiempo que ella era una sicaria, que ella era una persona que se regodeaba en hacer daño y en torturar. Realmente yo ni siquiera en el mes de abril, cuando las otras tres agentes me golpearon, sentí tanto peligro cerca como con esta señora; porque ella es una persona que mandaron para eso, ella iba con esa misión.
A Jenny la golpearon, la pasaron para el otro carro, ella podrá contar en detalle. Le quitaron el teléfono, el oficial del otro carro, le dio una bofetada por la cara porque ella apagó el teléfono antes de dárselo. Nos bajaron de allí, nos pusieron en habitaciones separadas, nunca nos vimos más, ella vino en un carro, yo en otro permanecimos en la estación durante horas. Enseguida vino la atención médica, esta vez yo no la tuve que pedir. No hice más que poner un pie en la estación y ya había un médico allí, reconociéndome, porque ellos sabían bien las técnicas que habían usado. Yo me quejé de muchos dolores, ellos grabaron todo y unas cuantas horas después fui instruida de cargos. Me acusan de atentado porque según ellos yo agredí a la oficial en el cumplimiento de sus funciones, cosa que es absolutamente falsa porque yo no soy así, porque nunca lo he hecho.
Ellos aprovecharon muy bien dos cosas, una: no dejaron que el carro llegara Bacunayagua como en abril, ¿por qué? Porque en Bacunayagua hay cámaras y todo queda filmado, y ellos no querían que todo quedara filmado para poder hacerme una acusación falsa de atentado. Para poder hacerme una acusación falsa de atentado, ellos necesitaban que no se viera nada de lo que estaba pasando, para poder mentir abiertamente. Eso es por una parte y por otra, la intención evidente con este caso no solo es involucrarme en un nuevo proceso común, porque todo esto sale como un delito común, no como un delito político. ellos en ningún momento me culpan de intentar manifestarme, eso no es, ahora es que yo agredí a una gente. Esto ya lo habían tratado de hacer desde junio del año pasado. Lo que pasa es que en el momento que a mí me detienen en junio del año pasado, cuando por primera vez me instruyeron de cargo por desobediencia, todo ocurrió en un lugar público y muchas personas lo vieron, por lo que ellos tuvieron que retirar el cargo de atentado. Pero en este caso se parquearon lo suficientemente lejos de las cámaras para poder mostrar una mentira, para poder presentar una falsedad.
Desde que pregunté ¿me va a instruir de cargos? Me dijeron que sí. Les dije: pues no hablo absolutamente nada sin la presencia de mi abogada. Eso hicimos, mi abogada llegó, me entrevisté con ella sola primero, después (la abogada) con Jenny. Después hicimos la declaración y ella va a representar a Jenny también. Ella se entrevistó por separado con Jenny y lo mismo que yo dije en mi declaración coincide con lo que dijo Jenny en la suya. Yo quiero resaltar que a Jenny ellos no la querían traer para acá.
Ellos desde que se paró el almendrón en que íbamos, el carro en que íbamos, le dijeron a Jenny: sigue tú, no te bajes. Sólo le pidieron el carnet de identidad y le dijeron: puedes seguir. Evidentemente a Jenny la iban a detener en cuanto el carro pasara la línea de Bacunayagua y entrara en Mayabeque. la iban a detener. Ellos no querían que Jenny se quedara porque resulta que al Jenny quedarse, fue muy valiente, fue una gran persona, fue muy buena amiga; se quedó y ahora resulta que, aunque las dos somos co-imputadas porque estamos acusadas, de algún modo las declaraciones mías la ayudan a ella y las declaraciones de ella me ayudan a mí. Declaraciones que fueron tomadas por separado y que coinciden en lo que dijimos nosotras. Estamos diciendo la verdad, fuimos agredidas de manera salvaje, de manera sádica, sin justificación alguna. Sencillamente lo que se quiere es que nosotros no ejerzamos nuestros derechos.
Mi declaración la tomé ante una cámara en presencia de mi abogada, ante una cámara con que un oficial de nombre Mayor Iván estuvo filmando todo el tiempo; por tanto, todo está grabado, todo está ahí. Voy a decir algo que mencioné, dije dos cosas: es una lástima que esa cámara que ustedes tienen ahora aquí no la hubieran llevado en el momento de la detención y nos estuviéramos ahorrando esta acusación por atentado. Número dos, les dije: sean honestos, acaben de reconocer que en Cuba se está gobernando como un estado de excepción, al margen de la Constitución, están gobernando de facto. El día que ustedes declaren eso ya nosotros sabremos que si nos queremos arriesgar a salir a manifestarnos pacíficamente estaremos violando la ley que ustedes pusieron. Pero de momento mientras ustedes no eliminen esos artículos de la Constitución y no empiecen a reconocer sin hipocresía que están gobernando al margen de todo derecho, mientras eso no pase, yo voy a seguir ejerciendo mis derechos, porque es la única manera de que esos sean derechos: que se ejerzan.
El gobierno cubano ha encontrado, y lo dije así ante la cámara, la manera de burlar la Constitución de la República con estos mecanismos de detención ilegal sin ningún tipo de requerimiento, sin ningún tipo de orden, sin ningún tipo de denuncia, de sospecha ni de nada, no tienen nada. Además, cuando tú les preguntas ¿es un delito manifestarse? responden “no”. ¿Yo no puedo viajar hacia la Habana?, responden “claro”. Por supuesto hasta ayer (18 de junio), porque ya entre las medidas que me pusieron me volvieron a aplicar reclusión domiciliaria y a Jenny también. Porque ellos lo que no quieren es que yo me mueva hacia la Habana ni hacia ninguna parte, pero bueno, eso no importa; en Matanzas el Parque de la Libertad sigue estando en el mismo lugar y ellos no lo van a poder mover de ahí.
Eso es lo que tenía que decir, vuelvo a agradecer a las personas. Creo que esto hay que visibilizarlo muy bien y denunciar, porque no se trata sólo de Alina o de Jenny, que a fin de cuentas son dos intelectuales, tienen siempre visibilidad, tienen un gremio de apoyo. Yo estoy pensando que si eso nos lo hicieron a nosotras, cuánto les harán constantemente a las personas de a pie, a la gente del pueblo, a la gente que no es un intelectual ni tiene visibilidad. Es muy grave lo que está ocurriendo en Cuba y hay que decirlo, no nos podemos cansar. Esto que ha pasado ni me desestimula ni me acobarda, ni va a hacer que me convierta en una persona recalcitrante, una persona que no quiere diálogo.
Yo sí quiero seguir dialogando, yo quiero que la salida (a los problemas) de Cuba sea pacífica, es el gobierno cubano el que no quiere. Pero no me voy a cansar de exigirlo y hacer lo que tenga que hacer para lograrlo. Le dije al oficial Jorge Luis, que fue el instructor del cargo: en lo único que contrainteligencia y yo tenemos un acuerdo común es en la salida de Cuba, porque ellos me tienen regulada para que yo no salga y yo no quiero salir tampoco, así que nos seguiremos viendo aquí adentro.
*El pasado 18 de junio, la profesora Alina Bárbara López fue agredida por fuerzas policiales junto a la antropóloga Jenny Pantoja Torres cuando ambas se dirigían a La Habana para realizar una manifestación pacífica. Ambas fueron golpeadas, vejadas y absurdamente acusadas de atentado. Este es el desgarrador relato sobre el fascismo corriente en Cuba.