Síndrome de La Habana: Mutaciones y andanzas de un viaje a ninguna parte
El incidente anómalo de salud registrado en La Habana a fines de 2016 ha venido cambiando de lugar y consolidando el vértigo mediático como síntoma por el vaivén sin fin de los informes médicos y de inteligencia.
Por Arnaldo M. Fernández
Acaba de armarse otro revuelo noticioso en torno al más reciente informe de la comunidad de inteligencia de Estados Unidos sobre el misterioso síndrome de La Habana. El resumen ejecutivo que se divulgó el 10 de enero perfila tres líneas de análisis:
- Actores extranjeros. La comunidad de inteligencia continúa considerando “muy improbable” o “improbable” que cierto actor extranjero esté vinculado a los incidentes anómalos de salud reportados como síndrome de La Habana. Cinco agencias valoran que es “muy improbable”, una estima que resulta “improbable” y otra se abstiene de dar valoración, pero todas coinciden en que años y más años de recopilación, selección de objetivos y esfuerzos analíticos no arrojan intel fiable sobre la posible vinculación de algún actor extranjero a tales incidentes.
- Capacidad de acción. Cinco agencias prosiguen estimando “muy improbable” que algún actor extranjero tenga la tecnología apropiada para desarrollar un arma o dispositivo capaz de provocar los síntomas del síndrome de La Habana. Sin embargo, dos se retractaron de esta valoración, que habían dado en 2023, y ahora una dice que tal capacidad tecnológica de un actor extranjero es “probable” y otra, que es “más o menos probable”.
- Investigación médica. A excepción de una de las agencias, que se abstuvo de ejercer el criterio, la comunidad de inteligencia prosigue afincada en que los posibles incidentes anómalos de salud, reportados como síndrome de La Habana, distan mucho de guardar consistencia como conjunto de lesiones físicas, tal y como confirmó este año el informe de investigación médica de los Institutos Nacionales de Salud (NIH).
Tal y como no se identifican las armas capaces de provocar los síntomas asociados al síndrome, que van desde hemorragias nasales y dolor de cabeza hasta náuseas y problemas cognitivos, las dos agencias disidentes tampoco se identifican.
Así y todo, la mínima discrepancia se aprovecha por los medios para reforzar ese vaivén noticioso que provoca ya cierta mutación del síndrome de La Habana con el síntoma psicológico del pertinaz mareo de las audiencias. Y la mención al “actor extranjero” es un factor infalible de movilización política en Washington y de obsesión mediática, sobre todo para la prensa y los canales hispanos de Miami por obvios motivos de audiencia cautiva.
Antes había mutado con otro síntoma sociológico: amargar la vida de los cubanos que necesitaban correr con trámites en la embajada estadounidense. En octubre de 2017, el presidente Donald Trump declaró que Cuba era responsable de “este ataque tan raro”. Por definición del Código Federal (18 U.S. Code § 2331), este ataque sería de carácter terrorista y la única contracandela consecuente sería la represalia militar, pero Washginton se limitó a expulsar a diplomáticos cubanos y reducir el personal de su embajada en La Habana para forzar a muchos cubanos a irse con su música migratoria a otra parte.
Elogio de la resurrección
Hacia marzo de 2023, la comunidad de inteligencia concluyó que el síndrome de La Habana era “una categoría general socialmente construida para cierta variedad de condiciones de salud preexistentes, respuestas a factores ambientales y reacciones al estrés que se agrupaban bajo una sola etiqueta”.
En diciembre de ese mismo año vio la luz este artículo de revisión de la literatura médica al respecto: “Havana Syndrome: A post mortem” (International Journal of Social Psychiatry, Volumen 70 (2), págines 402-405).
Esta autopsia de contenidos demostró cómo diversos factores habían propiciado la clasificación errónea del síndrome de La Habana, entre ellos la incapacidad de atenerse a las limitaciones de los datos y de identificar paralelismos históricos, la mezcolanza de política con ciencia, la retención de información por las agencias de inteligencia, la popularidad de nociones equívocas sobre las enfermedades psicógenas y las algarabías mediáticas.
Pero el cadáver, ay, siguió viviendo. El presidente del Comité Selecto Permanente de Inteligencia de la Cámara de Representantes, Mike Turner (R-OH), impugnó ya el informe de la comunidad de inteligencia como tentativa de encubrimiento de la administración Biden. Y ninguna autopsia de contenidos impedirá jamás que, como ahora, el síndrome de La Habana resucite por obra y gracia de la maraña de poderes constituidos, intereses creados, agitprop y entretenimiento.
Irse de La Habana
Al igual que con las armas o dispositivos probablemente empleados, cada cual urde hipótesis sobre las causas del síndrome, que ni siquiera está incluido en el manual de diagnóstico de la Clasificación Internacional de Enfermedades, y sobre los dispostivos. Diversas causales posibles se exponen en el más reciente estudio de revisión médica: “Havana syndrome: Overview for otolaryngologists” (American Journal of Otolaryngology, Volumen 45, Número 4, Julio-Agosto de 2024), sin priorizarse ninguna.
Entretanto, el síndrome viene dando un paseo que merece una crónica de viajes por Leonardo Padura.
Desde que a fines de 2017 empezaran a cundir reportes de raros ataques contra personal estadounidense fuera de La Habana, el síndome ha pasado por Rusia, China, Vietnam, India, Georgia, Polonia, Taiwán, Australia, Austria, Alemania, Serbia, Kirziguistán, Uzbekistán, Colombia e incluso los propios Estados Unidos. En 2019, un funcionario de la Casa Blanca experimentó síntomas mientras paseaba con su perrito por un suburbio de Washington; al año siguiente, se reportó un incidente similar en el parque La Elipse, adyacente a la Casa Blanca.
Así, el síndrome de La Habana viene ajustándose perfectamente al dictamen del gran inquisidor que Dostoievski plantó en Los hermanos Karamazov (1880): la gente quiere milagro, misterio y autoridad de forma constante y permanente.
INFORME DE LA COMUNIDAD DE INTELIGENCIA DE EE.UU SOBRE EL SÍNDROME DE LA HABANA