Represión en Cuba: Esbirros y bien

Debe sumarse en esta detención el detalle vergonzoso del gasto de combustible que representa un recorrido de casi 20 kilómetros de un automóvil que consume similar combustible que una ambulancia o un taxi rutero.

Represión en Cuba: Esbirros y bien
Desde las 7 am del pasado domingo, el carro patrullero 409 se apostó frern el edificio de Santos Suárez donde reside Fernández Era. Foto del autor.

Por Jorge Fernández Era

«Con uniforme, ciertos cobardes pasan por guerreros». La frase la tengo anotada por ahí y me viene a la mente al aquilatar la «hidalguía» de quienes me mantuvieron arrestado ayer durante 11 horas. Y no es que vistan de verde; el uniforme lo tienen almidonado y a punto para cuando los condecoren por tales hazañas.

Anuncié temprano que me dirigiría al Parque Central para pararme a las nueve frente al monumento a Martí como parte de la protesta pacífica que Alina Bárbara López Hernández (gracias por lo que hiciste, amiga querida), yo y algunos más venimos realizando hace más de un año con demandas que parecerían triviales en otro contexto, pero que en Cuba adquieren connotaciones de matiz «contrarrevolucionario» o «terrorista». A las siete, ya tenía parqueado un carro patrullero y dos motos a pocos metros de mi edificio. Consciente de que no me permitirían moverme a sitio alguno, decidí bajar y eso bastó para que me esposaran («procedimiento de rutina»), me introdujeran en el carro y nos moviéramos «a Guanabo», según información brindada a mi esposa.

Debe ser que salí sin trusa, pero el carro 409 reculó por Vía Blanca no hacia la playa, sino rumbo a la estación de la PNR de Santiago de las Vegas. El miedo a una manifestación solidaria como la ocurrida cuando la detención de Leonardo Romero Negrín es la explicación a una mentira que viola leyes y, lo que es peor, principios éticos, pero lo cierto es que a partir de ese momento y durante medio día estuve, para familiares, amigos y enemigos, técnicamente desaparecido.

A ello hay que sumar el detalle vergonzoso del gasto de combustible que representa un recorrido de casi 20 kilómetros de un automóvil que consume similar combustible que una ambulancia o un taxi rutero, más el de dos motos con agentes de la Seguridad del Estado que custodiaron el traslado de tan peligroso ciudadano.

Para que me refrescara de tan espectacular recorrido por la avenida de Rancho Boyeros, me mantuvieron dentro del carro casi media hora al sol a la llegada a Santiago de las Vegas, hasta que a las 10:05 am fui trasladado a una oficina enjaulada que es preámbulo del calabozo de la institución policial. En uno de sus bancos de mármol me mantuvieron sentado por espacio de diez horas, con un interludio de veinte minutos para «conversar» con mis captores, y una excursión al baño.

Debo consignar que en ninguna de mis detenciones he percibido un comportamiento tan humano y profesional hacia el resto de los detenidos como el de los tres policías que me acompañaron en la velada. Ellos tuvieron que acatar, sin disimulado disgusto, mi presencia en aquella oficina de tres por cuatro metros, bajo órdenes de «la visita» de cinco agentes de la Seguridad del Estado que campearon por su (i)rrespeto.

Me negué a aceptar almuerzo y comida por una cuestión lógica: consentirlos hubiera sido legitimar una detención a todas luces ilegítima, pues nadie se tomó el trabajo de hacerme una acusación formal. No había de dónde: detuvieron y trasladaron a una persona que no había cometido delito alguno. Ni siquiera podían alegar la violación de una «reclusión domiciliaria» que hace cuatro meses caducó al no ser refrendada por la Fiscalía General de la República.

Que alguien me explique en qué Ley de Proceso Penal está escrito que a un detenido no se le redacte documento que haga constar su estancia durante más de diez horas en una unidad de la Policía Nacional Revolucionaria. A los efectos legales, no pasé por allí, no se me detuvo ni se me dio libertad. Pudieran alegar que es invento mío el arresto del 18 de agosto de 2024. Estuve secuestrado, esa es la palabra. Aceptarlo siembra un precedente peligroso en el actuar fascista de las fuerzas represivas, encabezadas por una Seguridad del Estado que afina sus desmadres y actúa con total impunidad a la luz de la opinión pública y bajo el abrigo de un Gobierno que se hace de la vista gorda.

Del «conversatorio» con tres agentes del DSE —quienes se ufanan de ser subordinados de la teniente coronel Kenia— muy poco que contar, salvo que no pudieron ocultar su disgusto por mi columna para la revista El Toque. En un arranque inusual de inteligencia la calificaron como «sátira». Con ello aceptan que me van con todo por hacer reír a nuestros congéneres. Fue un desliz de tantos que se permitieron, como el de asegurar que en Cuba «no se reprime el pensar diferente». Esto último le devuelve la tranquilidad a alguien que estuvo medio día detenido y torturado sicológicamente por «amenazar» con pararse en silencio ante el monumento al apóstol. Debo agradecerles la oportunidad brindada a este «histérico» de gritarles que eran unos soberanos esbirros.

Que cinco muchachones le jodan el domingo a uno debe ser loable, digno de condecoraciones, pero que uno se los joda a cinco es mucho más meritorio.

CATEGORÍAS
TAGS

COMENTARIOS