¿Quo Vadis Cuba?

¿Quo Vadis Cuba?

Raúl Castro levanta la mano de Miguel Díaz-Canel tras su designación como presidente del Consejo de Estado, el pasado 19 de abril.

Por Ted A. Henken*

Tras el nombramiento de un nuevo presidente “post Castro” al frente del gobierno cubano, el pasado 19 de abril, tres variables determinarán en los próximos meses si este cambio “histórico” será una mera sucesión en la cúpula del Partido Comunista de Cuba (PCC) o el comienzo de una largamente postergada transición hacia un sistema político y económico más abierto en la isla.

La primera variable es la hasta ahora casi invisible lucha por el poder que actualmente tiene lugar dentro de la “caja negra” del régimen cubano. La segunda es la tensión no resuelta entre el propio gobierno y la asediada, emergente, diversa y a menudo disidente sociedad civil de Cuba. En tercer lugar, está el intermitente proceso de normalización con la prolongada némesis al norte de Cuba: Estados Unidos. Cada una de estas variables clave está influida por un cuarto factor de suma importancia, que es el proceso de reforma económica, incompleto o definitivamente estancado, en particular en el área de la pequeña empresa privada o “cuentapropismo”, iniciado por Raúl Castro hace una década.

 La dinámica del poder

Si bien el gobierno cubano ha intentado siempre presentar ante el mundo un frente unido bajo la ficción de que su “partido único”, el   PCC, representa mejor los diversos intereses de la nación, esto oculta una serie de esenciales fallos internos. Primero y quizás lo más importante, existe una división generacional entre “los históricos” (la “generación fundadora” que estableció el sistema actual) y aquellos nacidos con o en los años inmediatamente posteriores al triunfo revolucionario en 1959.

Los miembros más prominentes del primer grupo “en retirada” son incondicionales del Comité Central: el ex vicepresidente José Ramón Machado Ventura, de 88 años; el ex ministro del Interior, Ramiro Valdés, de 86 (quien permaneció en un grupo de cinco vicepresidentes); y el propio Raúl Castro, de 86, quien, al renunciar como presidente, permanecerá como primer secretario del PCC hasta el 2021.

El segundo grupo incluye al actual zar de la reforma económica, Marino Murillo, de 57 años (quien sorpresivamente fue removido como vicepresidente y, por lo tanto, saldrá del Consejo de Estado tal vez indicando su caída en desgracia); el canciller cubano Bruno Rodríguez, de 61; y Miguel Díaz-Canel, de 58, quien fue confirmado unánimemente por el Parlamento como el nuevo presidente de Cuba después de una exitosa carrera de 30 años -en su mayor parte sin incidentes- como un partidario leal en sus etapas de secretario provincial del Partido, ministro de Educación Superior y, más recientemente, con un mandato de cinco años como primer vicepresidente del Consejo de Estado.

Otros actores potenciales en esta transición generacional son los tres miembros más jóvenes de la familia Castro: el coronel Alejandro Castro Espín, de 53 años, hijo único de Raúl; la sicóloga de 56 años y parlamentaria Mariela Castro (hija mayor de Raúl); y el general Luis Alberto Rodríguez López-Callejas, ex yerno de Raúl y veterano presidente de GAESA, el holding que controla los intereses comerciales de los militares.

Sin embargo, aunque todos han ocupado cargos importantes en los últimos años, ninguno es actualmente miembro del Buró Político del PCC, el Comité Central o el Consejo de Estado, considerados las instituciones estatales más poderosas bajo el régimen actual. Aún así, su pedigrí familiar combinado con sus puestos estratégicos en el aparato de Seguridad del Estado, el Ejército o la Asamblea Nacional podría permitirles una escalada futura a los máximos niveles del  PCC o el gabinete gubernamental.

Si bien cabría esperar que esta división generacional coincidiera con la que separa a los partidarios de línea dura, aferrados a la vieja escuela de planificadores centralizados, y a los reformadores económicos más orientados al mercado, este no es necesariamente el caso respecto a los miembros de la “generación sucesora” enumerados anteriormente. De hecho, todos ellos deben sus puestos actuales a su estricto respeto de la línea partidista en asuntos políticos y económicos, o a que son miembros de confianza del clan Castro.

Preguntas sin respuesta

Además de la defensa liderada por Mariela Castro en favor de una mayor tolerancia hacia la diversidad sexual y algunos empeños de otros para permitir un mayor espacio legal en el sector económico no estatal, ninguno ha desarrollado una verdadera agenda reformista que altere la estructura política autoritaria de Cuba, diversifique su sistema económico centralizado o inyecte un mínimo de pluralismo e independencia en las cooptadas instituciones cívicas y culturales “oficialistas”, o en el ejercicio propagandístico de los medios de comunicación.

Aunque nunca hubo muchas dudas sobre si Díaz-Canel tomaría el poder (era el único candidato oficial para presidente), quedan muchas preguntas sin respuesta en relación con la lucha de poder entre los altos mandos cubanos, comenzando con cuánto poder y autonomía tendrá realmente Díaz- Canel más allá de la sombra de Raúl como jefe del Partido. Carece de una base independiente de apoyo popular dado su perfil hasta ahora necesariamente bajo y la prohibición de cualquier plataforma de campaña o política pública en las elecciones cubanas.

Sin embargo, vale la pena preguntarse si hay algunos “miguelistas” dentro del gobierno de la misma manera en que tanto Fidel como Raúl cultivaron una camarilla de “fidelistas” y “raulistas” leales. Y si de hecho los hay, ¿existe algún conjunto de estrategias políticas y económicas compartidas -como la profundización y la aceleración de las estancadas reformas económicas de Raúl- que lo favorecen, además de la lealtad personal al propio Díaz-Canel?

Los expertos todavía están deliberando sobre la orientación ortodoxa frente a la reformista de Díaz-Canel. Se ha hecho de un nombre en los últimos años como un modernista con los pies en la tierra y mente abierta, dada su tolerancia pasada con las manifestaciones culturales de la comunidad  LGBT, la defensa de algunos blogueros de tendencia crítica y la promoción de un mayor acceso a Internet. Sin embargo, también es un defensor eminentemente confiable de la línea del Partido Comunista contra un grupo de amenazas supuestamente contrarrevolucionarias.

Ese lado lo mostró públicamente en un video filtrado (quizás intencionalmente) de una reunión privada del PCC contra de los grupos intelectuales independientes, los medios digitales, los pioneros del sector privado e incluso la amenazante política de acercamiento de la administración Obama. Su discurso de aceptación presidencial que le sirvió como su presentación oficial en el mundo, el 19 de abril, reiteró esta postura ferozmente defensiva, mientras que alabó el liderazgo anterior de su predecesor, Raúl.

Ciertamente, en apenas 40 días al mando, Díaz-Canel ha enfrentado dos retos mayuisculos para cualquier gobernante: el fatídico accidente de Cubana de Aviación, que ostó la vida a 112 personas, y las destructivas inundaciones provocadas por la tormenta Alberto, que azotó la isla y dejará alarmantes secuelas para la economía interna.

El poder de la gente

Mientras que el gobierno revolucionario destripó rápidamente a la sociedad civil pluralista (y a menudo extremadamente conflictiva) de la isla a principios de la década de 1960, reemplazándola con una serie de organizaciones de masas progubernamentales y de carácter oficial, en los últimos años ha renacido una variedad de grupos autónomos que buscan participar activamente en la solución de problemas nacionales y reclaman la responsabilidad de las autoridades gubernamentales, al tiempo que preservan su independencia del control estatal.

Este conjunto de nuevos actores de la sociedad civil incluye una variedad de grupos disidentes como UNPACU, Somos +, Damas de Blanco y Estado de Sats, ninguno de los cuales ha sido capaz de generar un seguimiento masivo en la isla debido a la represión sistemática del Estado, las divisiones internas y la evasión del protagonismo político por parte de la mayoría de los ciudadanos.

Sin embargo, la sociedad civil cubana no puede reducirse a este pequeño grupo de valientes disidentes. Por ejemplo, la rica variedad de instituciones religiosas cubanas, incluidas las denominaciones católica, protestante y afrocubana, tal vez sean más activas y comprometidas con el alcance social y espiritual como nunca antes, y Cuba también alberga una tradición profundamente arraigada y ampliamente difundida de la masonería libre que data del siglo XIX.

Un nuevo elemento importante en este universo autónomo de compromiso cívico son los medios digitales emergentes en Cuba. Compuesto por plataformas de medios decididamente disidentes como Primavera Digital (producido desde Cuba), CubaNet (radicado en Miami) y Cuba Encuentro (que se ejecuta desde España), este conjunto de proyectos independientes existen para denunciar y exponer principalmente la naturaleza antidemocrática del régimen cubano, e incluyen también medios de noticias cada vez más objetivos, profesionales y creíbles, como 14ymedio y Diario de Cuba, los cuales combinan un enfoque crítico en reportajes diarios con el riguroso ejercicio de periodismo investigativo.

Quizás el giro más revelador en este mundo índice del periodismo digital es el hecho de que un puñado de otros sitios como El Estornudo, Periodismo de Barrio, El Toque y OnCuba no cuentan con ciberactivistas o disidentes políticos, sino periodistas de graduación universitaria y alta capacidad profesional que optan por no trabajar en el restrictivo y mal pagado sector estatal. Consultar una sección representativa de las plataformas anteriores se ha vuelto esencial para manejar la naturaleza rica, compleja y cambiante de la vida social y cívica de la Cuba actual. A este grupo de proyectos de medios de comunicación también debería agregarse un pequeño grupo de grupos de expertos como Cuba Posible, Convivencia y Observatorio Crítico, los cuales brindan un análisis independiente más profundo de cuestiones legales, constitucionales, religiosas, económicas y políticas más profundas.

Lamentablemente, la Seguridad del Estado vigila de cerca a todos los grupos de medios anteriores, igualando su insistencia en la independencia crítica con la sedición. Sus periodistas soportan hostigamientos periódicos, detenciones, encarcelamientos y arbitrarias prohibiciones de viaje. Si bien algunas plataformas son reprimidas de forma más severa y sistemática que otras, todas han sido ridiculizadas o incluso difamadas en los medios oficiales con acceso a muchos de sus sitios bloqueados por un muro de restricción (firewall) virtual de censura estatal.

El reto de los cuentapropistas

Un último elemento clave de la sociedad civil cubana que ha emergido con fuerza en la última década es lo que el gobierno sigue insistiendo en llamar eufemísticamente “el sector económico no estatal”. Relanzado por Raúl Castro en 2010 después de más de una década de regulaciones políticas casi asfixiantes, el sector cuentapropista (“autónomo”) se benefició de un conjunto de reglas nuevas y más flexibles, las que propiciaron un claro salto cuantitativo de solo 150,000 cuentapropistas registrados a cerca de 600,000 en la actualidad.

Sin embargo, la concepción casi medieval de la gran mayoría de las aproximadamente 200 ocupaciones permitidas al sector privado actúa como una ruptura inherente en su capacidad de contribuir productivamente con empleos y bienes y servicios asequibles a la tan necesitada recuperación económica de Cuba. Alentando las esperanzas de una inminente expansión de los derechos legales para los empresarios, en agosto de 2017 el gobierno emitió un congelamiento aún vigente sobre la emisión de nuevas licencias en las ocupaciones más populares y lucrativas.

En respuesta a esta congelación y por temor a la implementación de una nueva lista integral de leyes aún más restrictivas, un grupo de 43 empresarios exitosos envió una carta privada al Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS) solicitando una reunión para que pudieran brindar información crítica. entrada antes de que se emitieran nuevas regulaciones dirigidas al llamado “perfeccionamiento” del sector. Sorprendentemente, los funcionarios de MTSS eventualmente se reunieron con el grupo en diciembre de 2017, donde los empresarios hicieron seis propuestas específicas:

  • Mayor acceso a suministros al por mayor,
  • La capacidad legal para importar bienes comerciales esenciales para sus negocios,
  • Un sistema impositivo más flexible,
  • El reemplazo de la lista limitada actual de ocupaciones aprobadas con una que simplemente prohibiría actividades específicas,
  • La implementación de un estado legal claro para las pequeñas y medianas empresas privadas (PYME), y
  • Un compromiso para involucrar a los miembros del sector privado en un diálogo continuo.

Desafortunadamente, hasta ahora no ha habido una respuesta oficial del MTSS y mucho menos un compromiso del presidente entrante para tomar en consideración alguna de las propuestas anteriores.

Cuba y EEUU: ¿aún el más cercano de los enemigos?

Mientras visitaba La Habana en los días inmediatamente posteriores al anuncio del presidente Trump de su nueva política cubana, en junio de 2017, hablé con el ex jefe de la Sección de Intereses de los Estados Unidos, John Caulfield (2011-2014), quien visitaba la isla por negocios. Resumió el quid de la política de Trump con las palabras incisivas:

“A veces en política, lo que dices es más importante que lo que haces”.

De hecho, a pesar de las ampulosas declaraciones de Trump a su público cubanoamericano doméstico y de línea dura en Miami de que estaba lanzando una “reversión completa” del “mal trato” de Obama con Cuba, al principio parecía que dejaría en su lugar a la mayoría de Obama políticas, especialmente aquellas dirigidas a ayudar al sector privado de Cuba, mientras simultáneamente apuntan a algunas áreas económicas y de viaje relativamente estrechas para su modificación: la eliminación de la categoría de viajes individuales de “personas a personas”, que requieren que los futuros viajeros estadounidenses visiten organizó giras grupales y prohibió todas las transacciones financieras futuras con entidades controladas por los servicios militares, de seguridad o de inteligencia cubanos.

Un nuevo antagonismo

Aún así, la nueva política de Trump hacia Cuba representa un paso atrás en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Además de inyectar un nuevo antagonismo innecesario y desconfianza en una relación diplomática ya espinosa, las medidas de Trump también tendrán consecuencias negativas para los empresarios cubanos a los que presuntamente apuntan a ayudar. Si bien las medidas de Trump pueden alejar a algunos visitantes estadounidenses de las empresas estatales y militares cubanas y del sector privado de Cuba, esta porción un poco más grande de empresas privadas tiene el precio de una reducción importante en el flujo total de viajeros estadounidenses. Esto inevitablemente nublará la creciente confianza y prosperidad que el sector privado había experimentado debido a la afluencia de nuevos viajeros estadounidenses que se habían convertido en clientes frecuentes y entusiastas de la “Cuba emprendedora”.

Como dijo recientemente un análisis de Associated Press: “Como resultado [de las reformas de Obama], los viajes de Estados Unidos a Cuba casi se triplicaron para cuando Obama dejó la oficina […] transfiriendo cientos de millones de dólares a restaurantes independientes y cama y los desayunos que impulsaron el crecimiento del naciente sector privado de Cuba. “Sin embargo,” las regulaciones de Trump están devolviendo el dinero a las manos del gobierno cubano y lejos de las empresas privadas, lo contrario de su efecto deseado”.

Dicho esto, la reacción del gobierno cubano a la ofensiva de poder blando de Obama desplegada magistralmente durante su histórica visita de Estado a Cuba, en marzo de 2016, indica que los funcionarios estatales vieron incluso el enfoque mucho más matizado, respetuoso y sensible de Obama como “un ataque profundo a nuestras ideas, nuestra historia” , nuestra cultura y nuestros símbolos “, en palabras del canciller cubano Bruno Rodríguez (Reuters 2016).

De hecho, la reacción del gobierno cubano a la nueva política de Trump, publicada como una posición oficial del estado en junio de 2017 en Granma, argumentó que la política de Estados Unidos bajo Trump era retóricamente diferente de la de Obama. Mientras que Trump ha vuelto a la arrogante política del pasado de imponer demandas a Cuba, el gobierno cubano describió el enfoque más respetuoso, cortés y sutil de Obama como el mismo lobo de “cambio de régimen” vestido de oveja:

“Cualquier estrategia destinada a cambiar el sistema político, económico y social en Cuba, ya sea para lograrlo a través de presiones e imposiciones, o utilizando métodos más sutiles, está condenado al fracaso”. (Granma, 2017)

Incidentes inexplicables

Agravando este ya extremo nivel de desconfianza, la relación entre Estados Unidos y Cuba ha sufrido una serie de incidentes sónicos aún inexplicables sufridos por diplomáticos estadounidenses y canadienses en La Habana. Comenzando en noviembre de 2016 y continuando por lo menos hasta agosto de 2017, más de 22 diplomáticos estadounidenses y al menos un diplomático canadiense informaron que experimentaron misteriosos “ataques” sónicos que provocaron dolores de cabeza, mareos, pérdida de la audición e incluso daño cerebral leve.

Aunque la administración entrante de Trump no culpó inicialmente al gobierno cubano, en agosto de 2017 tanto el presidente Trump como el ex secretario de Estado, Rex Tillerson, comenzaron a sugerir que Cuba era responsable de los incidentes por comisión u omisión. Por su parte, Cuba ha negado reiteradamente su responsabilidad e incluso ha cuestionado la legitimidad de los síntomas, al mismo tiempo que se comprometió a cooperar con Estados Unidos encontrar la causa.

Sin embargo, en septiembre de 2017, Estados Unidos ordenó una reducción drástica en su personal de la Embajada de La Habana como medida preventiva mientras su investigación estaba en curso. El Senador Marco Rubio exigió entonces que la misión diplomática cubana en Washington, DC también se redujera en dos tercios como una forma de paridad. La administración de Trump respondió rápidamente expulsando a 17 diplomáticos cubanos de la Embajada de Cuba en Washington. El Departamento de Estado también emitió una fuerte advertencia oficial de viaje a todos los potenciales visitantes estadounidenses a Cuba, aconsejándoles “reconsiderar el viaje a Cuba debido a los ataques contra empleados de la Embajada de EEUU en La Habana”, aunque ningún civil había reportado  síntomas y aún no existía prueba de que los incidentes denunciados fueron “ataques” en absoluto.

Las consecuencias de esta serie de acontecimientos verdaderamente extraños y sin precedentes han sido reducir drásticamente la presencia diplomática y el alcance de los funcionarios estadounidenses y cubanos en cada país respectivo, tal vez dando a quien sea que esté detrás de los incidentes exactamente lo que estaban buscando: una reversión de facto al status quo ante de relaciones diplomáticas mínimas y antagónicas y una pérdida significativa en la confianza mutua.

Los incidentes también pueden haber dado a la administración Trump el pretexto perfecto para hacer lo que aún no se había atrevido a hacer en la ley: revertir la apertura diplomática de Obama hacia La Habana. En marzo, seis meses después del desplome diplomático inicial, la administración Trump decidió hacer que el personal de la Embajada recortara una función indefinida de su misión diplomática en La Habana, convirtiendo el puesto de rango avanzado en una “posición no acompañada”, una sombra de lo que fue, ahora con solo 10 miembros del personal, todos los cuales sirven sin ningún miembro de la familia. El personal esquelético de la Embajada ha obstaculizado la inteligencia de Estados Unidos, la migración y los esfuerzos interpersonales, por no mencionar la capacidad de Estados Unidos para llegar al fondo de la causa de los propios incidentes acústicos.

En resumen, los diplomáticos estadounidenses han sido retirados del campo de participación precisamente durante el momento excepcional en que una generación de Cuba está pasando por una transición gubernamental histórica, lo  que limita la capacidad de  Estados Unidos para defender o influenciar estos cambios en función de sus intereses.

Cuba: ¿Consolidación, Continuidad o Reforma?

Irónicamente, la extraña estrategia de Trump que busca “empobrecer al pueblo cubano para que sea más libre” (en la frase pronunciada del economista cubano Ricardo Torres) encaja muy bien con la propia resistencia política e ideológica del gobierno cubano a una mayor apertura económica. Esto ayuda a justificar su “pausa” económica en el sector privado como una medida defensiva necesaria frente a la agresión extranjera.

Bajo Raúl Castro, el gobierno cubano ha declarado en repetidas ocasiones que lo que insiste en llamar el sector “no estatal” se expandirá gradualmente, mientras sigue siendo un complemento decididamente secundario de una economía socialista centralmente planificada y de propiedad estatal. Mientras que Deng Xiaoping pudo iniciar la propia revitalización económica de China bajo el Partido Comunista con el punzante eslogan de “¡Hacerse rico es glorioso!”, el propio Partido Comunista de Cuba continúa restringiendo explícitamente la concentración privada de riqueza o propiedad.

Por lo tanto, si bien podemos esperar que una política agresiva de Trump que retrase o condicione partes del compromiso económico de Estados Unidos al “buen comportamiento” de La Habana sea contraproducente y de hecho perjudicial para los cuentapropistas cubanos, no podría afirmarse que un mayor compromiso necesariamente aumentará las libertades económicas o producirá un “tiempo de cambio” en la isla, al menos a corto plazo. Esto es así porque las continuas e innumerables restricciones de La Habana al sector privado (sin mencionar su persistente represión de los derechos políticos fundamentales y las libertades civiles) constituyen el mayor obstáculo para el éxito empresarial en la isla, no la política estadounidense asociada al aún vigente y fundamentalmente nocivo.embargo.

El cambio en el liderazgo no significa necesariamente un cambio en las políticas, especialmente cuando la administración de Raúl Castro justifica su tímida e inacabada apertura económica citando insensatas si no orwellianas palabras de su hermano mayor Fidel: “Revolución es cambiar todo lo que deba ser cambiado”. Hasta que este cambio incluya explícitamente derechos claros y defendibles a la propiedad privada y  reconozca la “personalidad jurídica” como empresas comerciales de los llamados cuentapropistas, los empresarios cubanos seguirán siendo en gran medida impotentes contra el arbitrario poder estatal, ahora una década después del comienzo de las reformas económicas de Raúl Castro en 2008.

* Profesor visitante, Instituto de Estudios Avanzados Latinoamericanos, Sorbonne Nouvelle-Paris 3 y Profesor Asociado de Sociología y Estudios Latinoamericanos, Baruch College, City University of New York.

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