Las muertes mediáticas de Fidel Castro

Las muertes mediáticas de Fidel Castro
Fidel Castro durante una aparición pública en marzo de 2012.

Por Wilfredo Cancio Isla

Por más inmortales que lleguen a ser, es evidente que (…) las personas en general, se mueren.

Augusto Monterroso

La semana que termina nos deja una nueva estela de rumores y desvaríos sobre la supuesta gravedad de Fidel Castro.

Se trata de una historia cíclica que hemos visto agitar las pasiones repetidamente en la comunidad de Miami, crispar las redacciones periodísticas y provocar sucesivas cadenas de intranquilidad en los medios de comunicación alrededor del mundo desde que el anciano líder cubano anunció su enfermedad en julio del 2006.

El último de los capítulos viene sazonado con un ingrediente de curiosa precisión. Desde la ciudad floridana de Naples, el médico venezolano José Marquina ha lanzado la primicia a partir –según dice- de fuentes y datos de primera mano. El doctor asegura que Castro sufrió “una embolia cerebral y ya no conoce absolutamente a nadie” y se encuentra moribundo en su “casa de El Laguito” en La Habana.

Las revelaciones de Marquina siguieron a un prontuario de “indicios” sobre la “muerte cerebral” de Castro que rodaron por la internet desde comienzos de octubre, y que implicaron a cuentas hackeadas por el periodista italiano Tommasso Debenedetti, de larga reputación como suplantador de perfiles ilustres en Twitter y Facebook. La histeria mediática se desencadenó y con el golpe de Marquina la historia escaló hasta la sacrosanta prensa norteamericana.

Pasajes del desenfreno

Durante algunos pasajes de este desenfreno, mensajes internos en connotados medios de prensa alertaron más de una vez sobre inminentes anuncios de Raúl Castro, presuntamente escuchados en la emisora Radio Reloj. Analistas comparecieron en radio y televisión para desmenuzar el impacto del suceso.  Hubo incluso movilizaciones y acuartelamientos en el edificio de The Miami Herald ante lo que sus fuentes le aseguraban se produciría a la vuelta de 72 horas. Y el relato continuó multiplicándose en la internet tras el cordón de rumores y vaticinios apócrifos.

El flujo de los reportes personales por la internet y la penetración de las redes sociales ha creado un panorama comunicativo muy distinto al que existía seis años atrás, cuando se conoció de la primera crisis de salud que sacó a Fidel Castro de sus funciones de mando, al menos nominalmente. De manera que hoy cualquier versión imprecisa sobre un hecho de interés público, sin suficiente confirmación ni escrutinio de fuentes, puede echarse a rodar y convertirse en trending topic con la consiguiente movilización de los medios periodísticos tradicionales. La democratización de las nuevas tecnologías es una indiscutible conquista ciudadana, pero a la vez ha creado una ilusión informativa que ha terminado por desdibujar peligrosamente la franja que separa un comentario de andar por casa o un chisme de oídas con una noticia periodística.

Lo que se ha difundido sobre la salud de Castro en días recientes no escapa de ese fenómeno de distorsión mediática. Que agencias internacionales y publicaciones de sólida tradición profesional se hayan lanzado al ruedo de las especulaciones reportando rumores sin apelar a un recurso mínimo de cruzar fuentes y comprobar el origen de la versión magnicida, es una clara evidencia de los tiempos de destripamiento profesional que estamos atravesando.

¿Casa en El Laguito?

¿Le preguntó alguien a Marquina, por ejemplo, de esa casa de Fidel Castro en El Laguito? Entre los especializados informadores de la actualidad cubana que nos gastamos, ¿no pudo alguno cuestionarle al doctor o poner en perspectiva en su reporte que -a no ser por una mudanza de última hora- la casa de Fidel Castro está en Punto Cero, en Jaimanitas, a varios kilómetros de El Laguito? ¿O al menos apuntar, como dato significativo acerca del testimoniante, que se trataba del mismo médico que aseguró meses atrás que Hugo Chávez no llegaba a las elecciones del 7 de octubre en Venezuela?

Tal vez el doctor Marquina tenga alguna fuente que le cuente al oído, no cuestiono que eso sea cierto. Lo que resulta imperdonable es la ligereza con que se ha asumido este nuevo zafarrancho  sobre Fidel Castro y el descrédito que arrastra una cobertura recitativa de las versiones que atraviesan la internet y fecundan casi siempre en la Calle Ocho de Miami, al pie del restaurante Versailles.

¿Está moribundo Fidel Castro? Pudiera estarlo, pero no existen fuentes, pruebas o testimonios que puedan atestiguarlo de manera convincente como para convertirlo en titular periodístico. Los hechos que tenemos sobre la mesa nos pueden aproximar a una verdad menos imperfecta. Sintomáticamente, el personaje no ha sido visto en público desde el pasado 28 de marzo, cuando visitó la Nunciatura de La Habana para encontrarse con el Papa Benedicto XVI. Se le vio entonces tambaleante y desorientado, con serias dificultades para mantenerse en pie sin ayuda. Tampoco ha escrito más reflexiones desde el 19 de junio, fecha en que publicó una rara parrafada sobre “El universo y su expansión”, el último de un grupo de artículos epigramáticos que desconcertaron incluso a sus más entusiastas apologistas. La más enigmática de todas, “¿Qué son los FC?” (10 de junio de 2012), curiosamente no publicada en el diario Granma.

Ausencias e interrogantes

A esos datos puntuales se suma la ausencia de un mensaje suyo por la victoria electoral de Chávez y el hecho de no haber recibido a visitantes como Evo Morales, quienes en fechas anteriores posaban junto al ex gobernante en cada viaje a La Habana. No ha dado a conocer valoraciones en ocasión del 50 aniversario de la Crisis de Octubre, un tema sobre el cual se dijo escribía un libro. En cambio, su hijo fotógrafo, Alex Castro, dijo que  “el Comandante está bien”, con sus habituales rutinas de lectura y ejercicios, y una carta con la firma del ex gobernante se dio a conocer este miércoles.

Pero todo eso no es suficiente para completar el mosaico de la noticia de su agravamiento o “muerte encefálica” si no existen otros elementos factibles.

Porque ya hemos leído y oído demasiadas antesalas de muerte de Fidel Castro en Miami. Recuerdo las insistentes llamadas telefónicas y las presiones que enfrenté en enero del 2009, negándome a reportar rumores semejantes  que corrían en Miami, al punto que Diario Las Américas llegó a publicar en primera página un titular inolvidable: “Fidel en coma”. El decano de los diarios miamenses en español abundó entonces en pormenores de la “inconciencia” del paciente, presuntamente conectado a un respirador artificial, citando “fuentes cercanas a hijos y familiares en Cuba”.

Después ya sabemos el desmentido, con la reaparición y presencia pública del moribundo durante casi dos años, a partir de junio del 2010.

He recibido en estos días decenas de llamadas desde los puntos más increíbles y mi respuesta siempre ha sido la misma: la muerte de Fidel Castro se conocerá cuando Cuba la anuncie oficialmente y se dispongan sus funerales. Todo lo demás será siempre especulativo y ni siquiera el Departamento de Estado se adelantará a revelarlo hasta que La Habana no lo pronuncie muerto.

Desde el 27 de julio del 2006, cuando la hemorragia intestinal obligó a realizarle una operación de emergencia de pronóstico reservado, pasaron cuatro días hasta la difusión de la Proclama del Comandante en Jefe al Pueblo de Cuba”, sin el más mínimo atisbo de información filtrada a través de esas fuentes que ahora pululan con noticias de Punto Cero y de la hora final de Castro. Un sistema totalitario como el cubano -en control casi absoluto de la sociedad mediante un asfixiante dominio desde la élite- es tan desastroso en su eficiencia económica como infalible en el manejo de la información en situaciones límite. Y debiéramos aprender la lección para operar con mayor nivel de responsabilidad periodística.

Una muerte simbólica

Por razones históricas comprensibles, la desaparición física de Fidel Castro sigue siendo una noticia de interés mundial, aun cuando tendrá más un carácter simbólico que un efecto de final político como pudo tenerlo seis años atrás. Será el ocaso de una era, la despedida de un líder mesiánico que provocó traumas sociales y familiares de los que la población cubana no podrá desprenderse por largo tiempo. Pero el significado de su muerte -sea cuando sea- es cada vez menos trascendente para los destinos del país.

Aventurarse a adelantar la víspera del deceso para cumplir ciertas expectativas o anhelos de audiencia no parece ser lo más recomendable.

Si queremos realmente seguir tras pistas reales, este domingo tendremos una buena oportunidad durante las elecciones para delegados a las asambleas municipales  del Poder Popular que se celebrarán en todo el país. Como ha sido costumbre desde su prolongada convalecencia, Castro ha enviado puntualmente su voto en todos los comicios convocados, la última vez durante las elecciones municipales de abril del 2010. Los corresponsales extranjeros tal vez se atrevan a indagar en el colegio electoral donde está inscrito, si su voto llega, quién lo tomó y en cuáles circunstancias.

En última instancia, Fidel Castro ya anunció su muerte en una reflexión titulada “El undécimo presidente de Estados Unidos“, augurando que no sobrepasaría el 2013: “Recibo información y medito sosegadamente sobre los acontecimientos. Espero no disfrutar de tal privilegio dentro de cuatro años, cuando el primer período presidencial de Obama haya concluido”.

Y quizás esté menos preocupado con su partida de este mundo que todos nosotros.

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