Bardach: “El juicio de Posada Carriles cambiará las reglas de juego para los periodistas”
La conocida periodista Ann Louise Bardach comparecerá finalmente este miércoles en un tribunal de El Paso, Texas, para brindar testimonio en el juicio contra el exiliado cubano Luis Posada Carriles.
Bardach ha sido forzada a testificar en este caso después de librar una larga batalla legal por impedirlo. Su comparecencia a regañadientes marca sin dudas un precedente sobre el uso de los materiales periodísticos -en esta ocasión, una entrevista de 1998- como evidencia clave de un proceso judicial. CAFEFUERTE agradece a Bardach la publicación de este artículo en nuestro sitio digital, coincidiendo con su publicación en la revista Foreign Policy.
CAPTURADA ENTRE DOS FUEGOS
Por Ann Louise Bardach
El miércoles 16 de marzo estoy citada para comparecer en la corte federal en El Paso, Texas, en prolongado y políticamente cargado juicio del militante anticastrista Luis Posada Carriles. Considerado como el padrino de la militancia anti-Castro, Posada ha tenido una carrera legendaria de 50 años de intentos para derrocar a Fidel Castro. He estado escribiendo acerca de Posada por más de una década y mis reportes me ha puesto ahora en el centro de un caso con el que no quisiera tener que ver.
Posada Carriles está siendo procesado por 11 cargos de supuestamente violar las leyes estadpunidenses, la mayoría de los cuales concernientes a su supuesta entrada ilegal a Estados Unidos en el 2005. ¿Por qué se me ha llamado entonces? Debido a varias razones relacionadas con la acusación a Posada por su presunta participación en una campaña de bombas contra instalaciones turísticas cubanas en 1997, como resultado de la cual murió un visitante italiano. En su afán de probar los cargos de perjurio en relación con los atentados ocurridos en La Habana, la división antiterrorista del Departamento de Justicia nos envió al New York Times y a mí múltiples citaciones obligatorias con respecto a una serie de artículos sobre los exiliados que aparecieron en el Times en 1998 y de los cuales soy coautora. En los últimos cinco años se han emitido citaciones judiciales para las cintas de entrevistas, notas, documentos -incluso una pintura que Posada me dio a mí. Y, después de cinco años de una infructuosa batalla legal, yo también he sido obligada a testificar.
Aunque Posada no era una fuente confidencial, obligarme a declarar en este juicio puede servir de advertencia a otros sobre el hecho de que hablar con un periodista plantea peligros imprevistos. De hecho, podría cambiar las reglas del juego para los periodistas. Como mínimo, las fuentes que tienen conocimiento de este caso van a pensarlo dos veces antes de soltar prenda, sobre todo si toman en cuenta que su reportero de confianza también podría ser conminado a brindar testimonio contra ellos. Esto hace de mi participación forzada una afrenta a la Primera Enmienda de la Constitución de Estados Unidos, al papel crucial de recopilación de noticias del Cuarto Poder y a los valores de la libertad de prensa.
Hay también un precio personal en esto. Posada tal vez no sea un personaje simpático para muchos -es acusado por Venezuela y Cuba de la voladura de un avión cubano en 1976, con 73 pasajeros que fallecieron en el atentado (una acusación que los funcionarios de la inteligencia norteamericana no reconocen). En 1985, escapó de una prisión venezolana antes de que el veredicto final sobre el caso se dictara. Y a pesar de ser un fugitivo, Posada se fue a trabajar en la operación secreta e ilegal conocida como Irán-Contras, y mantiene un pequeño pero aún influyente bastión de partidarios en Miami.
En el 2006 escribí un artículo en The Washington Post que reveló que en el verano de 2003 la oficina del FBI en Miami destruyó cinco cajas de pruebas sobre Posada, después de la misteriosa decisión de cerrar el caso. El hecho de que algunos documentos originales fueron destruidos parece haber dañado el caso del gobierno en este juicio. Algunos incluso han sugerido que la decisión del Departamento de Justicia para obligarme a testificar fue, en parte, una represalia por ese artículo periodístico.
Neutralizada como reportera
Ciertamente, hay una ventaja para el Departamento de Justicia obligándome a comparecer ante el tribunal: en efecto, eso ha neutralizado mi actividad como reportera. A los testigos no les está permitido asistir a los juicios. Esto es una gran ironía teniendo en cuenta que he estado entre los principales cronistas de la historia de Posada durante los últimos 15 años. De hecho, el tribunal podrá ordenarme que no puedo hablar de mi testimonio una vez que comparezca en calidad de testigo, lo que me margina aún más de mi profesión. Sería entonces incapaz de responder a las acusaciones que indudablemente serán lanzadas por el abogado defensor tratando de impugnar mi posición como periodista independiente e imparcial.
Mientras los fiscales esperan usarme junto a los materiales de investigación a manera de porra legal contra el guerrero anticastrista de 83 años, su equipo de defensa probablemente busque convertirme en un ser maligno. En efecto, me han tratado de la misma manera. En el 2005, cuando cubría la comparecencia de Posada en el caso de inmigración, tuve que esquivar una emboscada que me tendieron dos fiscales del Departamento de Justicia en el baño de la corte exhortándome a subir al estrado para ayudar a su caso. Más tarde, uno de los abogados de Posada me dijo que si el gobierno me hacía declarar, él utilizaría cualquier arma a su alcance para atacarme. “Una especie de crucifixión”, bromeó con una sonrisa.
He enfrentado antes algo parecido a esta audiencia. Cuando apareció la serie en el New York Times en 1998, la radio de los exiliados de Miami informó que mi compañero de faena periodística era un espía de Cuba, que el Times era un frente comunista, y que yo era “la amante de Fidel Castro”. Una semana más tarde, una oyente de Miami me dijo que escuchó referirse a mí en la radio como “una marihuanera tortillera”. De manera que siempre está presente la falacia de acusarme de parcializada: no importa que haya sido detenida y expulsada de Cuba en 2007 porque mis artículos no gustaban al Comandante.
A pesar de que he publicado ampliamente por más de 30 años, pertenezco más bien a la vieja escuela de periodismo que escribir en tercera persona. Durante mucho tiempo he guardado mi privacidad -familia, matrimonio, asuntos de salud personal y el resto. No soy ni un confesor público ni una seguidora de los reality shows. Así que esto no será nada agradable.
Gastos entre 25 y 40 millones
Ya mucho de lo que debiera apreciarse como mi vida privada he tenido que entregarlo tras las citaciones del gobierno: los archivos de trabajo, las cintas de la entrevista, incluso los registros médicos (aunque mucho ha sido, afortunadamente, sellado). Por otra parte, a finales de enero, el experto en computación que le da mantenimiento a mis equipos me informó que mi laptop había sido metódicamente hackeada por alguien muy “sofisticado” que retiró sus parches de seguridad y datos instalados para prevenir futuros programas de control que pudieran instalarse.
Luego están los costos reales. Los estimados sobre el procesamiento del Departamento de Justicia sitúan los gastos entre $25 y $40 millones de dólares; probablemente la mitad de ese dinero se ha usado para pagar el calificado equipo de fiscales. Aunque ambas partes parecen contar con una cantidad infinita de recursos financieros, el New York Times, que conserva al abogado especializado en medios de comunicación, Tom Julin, del bufete Hunton & Williams, no los tiene. Es muy difícil asumir estos gastos durante la más severa crisis y las transformaciones que enfrenta actualmente el negocio periodístico.
Hay otros costos para el Cuarto Poder. Instituciones de los medios de comunicación tienen que preocuparse ahora por la realidad de que sus reporteros pueden ser invocados para suplir a los fiscales en casos donde los propios investigadores fallan por pereza o negligencia. Más de un periodista me ha dicho que ya no guardarán las notas y las cintas grabadas nunca más. El mensaje no es ambiguo: Destruye a tus materiales o estás a riesgo de ser obligado a testificar en contra de tus fuentes. Considerable pérdida para los bibliotecarios y los historiadores.
Publicaré las transcripciones completas
Muy pronto un jurado escuchará fragmentos de cintas de audio (de cinco a seis horas) que hice durante mi conversación con Posada (que fue de aproximadamente 13 horas durante varios días de junio de 1998). Estas son maltratadas, viejas cintas de RadioShack -con decenas de stops y starts en deferencia hacia Posada, quien estableció las reglas básicas para la entrevista- que han sido manipuladas por media docena de transcriptores durante años antes de ser citadas como evidencia. El gobierno jugará sus cartas favoritas y luego es probable que la defensa descubra que cualquier conclusión puede tener un significado ambiguo, aunque las cintas son en su mayoría en inglés. (Posada trabajó para Firestone en Akron, Ohio, cuando era joven y más tarde fue el traductor de Eugene Hasenfus y otros soldados norteamericanos durante el caso Irán-Contras).
Mientras que las cintas son evidencia protegida, ninguna prohibición ha sido emitida sobre mi uso de ellas o de otros materiales de trabajo. En este sentido, la jueza Kathleen Cardone ha sido escrupulosamente consciente acerca de las preocupaciones de derecho de autor y de mi derecho a usar mi propia investigación para seguir trabajando. Ella deliberadamente rechazó una moción de la defensa para impedirme publicar el contenido de las cintas o de cualquier otro material de investigación.
Fue un pequeño consuelo, pero importante, sin embargo, pues pone la responsabilidad en mí para poner en contexto lo que Posada me dijo durante aquellos cálidos días en Aruba hace 13 años.
El jurado de El Paso escuchará sólo las partes que el fiscal y la defensa han seleccionado. En algún momento, cuando el juicio haya concluido, publicaré la transcripción completa en aras de la transparencia y la neutralidad periodística. Entonces los lectores podrán hacer su propio veredicto en el espinoso caso de Luis Posada Carriles.
Traducción de CaféFuerte.