Historia del cóndor y las merluzas: Operativo de la Seguridad cubana en Perú
El más reciente libro del general retirado Fabián Escalante Font, En las alas del cóndor, un operativo contraterrorista, acaba de ser reseñado en la prensa mexicana, luego de una presentación en la embajada de Cuba en México.
Por Arnaldo M. Fernández
La historia encubierta de Cuba comienza a revelarse particularmente desconcertante, sobre todo si quienes la pretenden contar por estos días parecen haber perdido tanto el raciocinio como la elemental capacidad de cotejar fechas de un pasado reciente. Tal vez sea un problema de olfato historiográfico descarriado y el olor de las merluzas sea tan poderoso, en este particular caso, como el olor de las guayabas.
El diario mexicano La Jornada acaba de publicar una reseña del más reciente libro del general retirado Fabián Escalante Font: En las alas del cóndor, un operativo contraterrorista, que fue lanzado el 18 de julio en la embajada de Cuba en México.
Escalante Font, hoy con 83 años, fue jefe (1976-96) del Departamento de Seguridad del Estado (DSE) y siguió la rima como uno de sus historiadores más prolíficos. Ahora escribió esta “novela-documento histórico [sobre la] búsqueda operativa basada en la doctrina de Fidel, [de] romper los esquemas y fronteras ficticias y salir a penetrar al adversario [en Perú]”. Así lo suelta en su reseña Tatiana Coll [Lebedeff], quien estudió sociología en la Universidad de la Habana y se doctoró en la Universidad acional Autónoma de México (UNAM).
La trama tiene lugar en Perú a fines de la administración (1968-75) del general Juan Velasco Alvarado y resulta cercana a la experiencia vital de Coll, porque en ese período “se había desarrollado un fructífero intercambio con Cuba, muy especialmente el acuerdo de permitir a la flota cubana pescar en aquellas ricas aguas. Yo misma vivía en aquellos años en Cuba y disfrutamos las merluzas y demás delicias marinas”.
Así como el sabor de magdalena impulsó a Proust a buscar el tiempo perdido, aquellas merluzas parecen haber excitado la memoria afectiva de Coll para enzarzarse en la búsqueda operativa sin importarle que ciertos detalles parecen demasiado lejanos.
Lejanía
La historia política del Perú venía marcada por once golpes de Estado entre 1823 y 1962 cuando, el 3 de octubre de 1968, el presidente Fernando Belaúnde Terry fue depuesto por una junta golpista de izquierda, encabezada por Velasco Alvarado y etiquetada como Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada.
Esa fue la primera junta progresista en Latinoamérica que atrajo la atención del KGB al nacionalizar sin compensación la filial petrolera de Esso y poner en marcha la reforma agraria. El lugarteniente del Departamento II de la Inteligencia Extranjera del KGB, Nikolai Leonov, mejor conocido entre cubanos como biógrafo de Raúl Castro, llegó a Lima disfrazado de corresponsal de la agencia de prensa Novosti y empezó a averiguar.
Para 1969 Leonov informaba a Lubianka: “Estamos trabajando de todo corazón políticamente contra Estados Unidos”. En febrero, la junta expulsó a la misión militar estadounidense y pidió armas a la URSS. En agosto estableció relaciones diplomáticas con Moscú y así el Circo Estatal ruso actuaría durante un mes en la Plaza de Toros de Lima, pero también el KGB fijaría su primera rezidentura.
Un tal Arseni Orlov —nada que ver con el gángster rusoamericano que campeó por sus respetos en San Francisco (CA) hasta 2016— tomó el mando y entablaría estrecha cooperación con el Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) peruano, que se codificó KONTORA.
Los archivos desclasificados registran que la cosa iba desde entrenar a agentes peruanos y suministrar equipos hasta expulsar a oficiales de la CIA. Por eso los servicios de inteligencia de Castro (SICA) pudieron meter sus narices para desarticular planes de agresión contra Cuba, pero si el protagonista de la novela ingresó al Perú el 24 de noviembre de 1974, no pudo agarrarse fácilmente de las alas del cóndor.
El Cóndor no pasa
Como plan u operación coordinada de represión política y terrorismo de Estado, el Cóndor vino a desplegar sus alas el 25 de noviembre de 1975 por obra y desgracia de los servicios de inteligencia de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay.
Perú era el segundo receptor de ayuda soviética en el hemisferio occidental, pero la economía disfuncional había forzado a que la junta declarara que la revolución peruana no era ni socialista ni capitalista, y seguidamente sonó el Tacnazo. El primer ministro, general Francisco Morales Bermúdez, tachó a Velasco Alvarado de perturbado mental y se alzó en la ciudad de Tacna el 29 de agosto de 1975. El gobierno se vino abajo y el KGB embarajó con que este golpe de Estado se había asestado contra la facción maoísta del gobierno revolucionario.
El sucesor de Leonov en el Departamento II, Vladimir Tolstikov, fue informado hacia agosto de 1976 por el embajador de Cuba en Perú y por el viceministro del Interior José Abrantes de que Morales Bermúdez había asegurado a Castro continuar los cambios revolucionarios y las operaciones contra la CIA. Entonces SICA se dio cuenta del tupe y, antes de finalizar ese año, el seguroso mayor Manuel “Barbarroja” Piñeiro reconocería que sólo Forbes Burnham, primer ministro de Guyana, seguía la línea antiimperialista y aun así tenía que ocultar, por razones tácticas, sus ideales marxista-leninistas.
La reseña afirma que la CIA y aquellos servicios de inteligencia suramericanos “cínicamente denominaron guerra por los caminos del mundo” a la Operación Cóndor, pero aquella denominación fue acuñada hacia 1964 por Felipe Rivero, integrante de la Brigada de Asalto 2506 y fundador del Movimiento Nacionalista Cubano (MNC), para su estrategia de extender la beligerancia de los cubanos anticastristas al enfrentamiento contra el comunismo soviético dondequiera.
Orlando Bosch se aprestó a reciclarla en junio de 1976 al fundar la Coordinación de Organizaciones Revolucionarias Unidas (CORU).
Es cierto que exiliados anticastristas se sumaron a la Operación Cóndor y la voladura del auto del ex ministro chileno Orlando Letelier en Washington, el 21 de septiembre de 1976, es prueba concluyente, pero estirar las alas del cóndor hasta Perú antes de la caída de Velasco Alvarado parece otra espléndida confusión basada en la doctrina de Fidel Castro de que detrás de estos hechos está la CIA.