El pasado que vuelve: El viaje de reconciliación de Fidel Castro a la URSS en 1963
La operación de Nikita Jrushchov para seducir a Castro contó con dos elementos básicos: la argumentación para explicar la retirada de los misiles de Cuba en 1962, y la oferta soviética de máxima ayuda técnica, económica y comercial.
Por Javier Figueroa
La Historia es una disciplina que se renueva constantemente. Una vez que el historiador ha terminado de elaborar un relato, tiene que estar preparado para revisarlo tan pronto aparezcan fuentes que revelen nuevos datos sobre el objeto de su antigua investigación. Es lo que ha venido sucediendo, por ejemplo, con la llamada Crisis de Octubre o Crisis de los Misiles que enfrentó a Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en octubre de 1962, enfrentamiento que estuvo al borde de provocar el desenlace de una guerra nuclear.
A lo largo de los años han salido a la luz pública nuevos documentos sobre aquellos eventos que han obligado a una constante revisión de los hechos acaecidos en aquellos días de tanto peligro para el mundo. Es lo que ha vuelto a suceder recientemente con la aparición de una documentación soviética que ha publicado y traducido el Archivo de Seguridad Nacional (NSA por sus siglas en inglés) en Estados Unidos, y en el que se alude a la larga visita que hiciera Fidel Castro a la Unión Soviética del 27 de abril al 2 de junio de 1963.
La publicación del NSA consta de ocho documentos, siete originados por los soviéticos y uno por los cubanos. Entre los primeros se encuentran el discurso ofrecido por el Almirante Vladimir A. Kasatonov, comandante de la Flota del Norte de la URSS, a la llegada de Castro a Murmansk, cuartel general de la Flota y tiene fecha de 28 de abril de 1963. Ese mismo día Castro reciprocó con palabras de agradecimiento haciendo un brindis en honor de la flota soviética. Asimismo, forman parte de esta colección cinco memorándums que recogen las conversaciones entre Castro y el premier soviético, Nikita Jrushchov, a lo largo de la visita y en distintos lugares de la URSS.
Los documentos tienen fecha del 3, 4, 24, 26 y 28 de mayo de 1963 y van situando a Castro por los múltiples lugares visitados; además de Murmansk, el líder cubano estuvo en Moscú participando en el desfile del Primero de Mayo, Zavidovo, Volgograd, Uzbekistán, Pitsunda y Georgia. En el último del grupo de documentos está el informe que ofreció Jrushchov el 7 de junio de 1963 al Presídium del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), en el que detalla su encuentro con Fidel Castro. Finalmente, la publicación incluye parte del comentario que hizo Castro sobre aquel histórico viaje durante la Conferencia sobre la Crisis de los Cohetes, celebrada en La Habana el 28 de enero de 1992.
La crisis tuvo como origen la decisión soviética de establecer en Cuba bases para operar misiles con ojivas nucleares, capaces de alcanzar a objetivos dentro de Estados Unidos. Era una manera relativamente sencilla -y sin necesidad de invertir cuantiosas sumas de capital- de reducir la distancia existente entre la capacidad militar norteamericana y la soviética en la que la primera gozaba de una superioridad notable sobre la segunda. La detección por parte de Estados Unidos de ese tipo de armamento ofensivo en suelo cubano determinó la reacción del presidente John F. Kennedy de exigir a las autoridades soviéticas el desmantelamiento de las bases y la retirada del armamento. La tensión provocada por el enfrentamiento entre las dos superpotencias y el temor a una guerra nuclear llevó a una negociación entre ambas potencias y a la consecuente salida de los cohetes del territorio cubano. El acuerdo concertado entre Kennedy y su contraparte en la URSS, Nikita Jrushchov, no contó con el aval del gobierno cubano, que quedó fuera de la negociación. La protesta enérgica del mandatario cubano por la decisión soviética provocó un alejamiento entre los hasta entonces aliados socialistas.
La desaprobación de Castro llevó a Jrushchov a escribirle una carta al mandatario cubano para invitarlo a visitar la Unión Soviética. La carta, recibida por Castro en enero de 1963, constó de 31 folios y fue caracterizada por el cubano como “bella, elegante, amistosa, muy amistosa”. Con esa misiva se inició una operación que buscaba seducir a Fidel Castro para que echara a un lado el enfado causado por la decisión soviética de retirar los misiles de Cuba. Fue una invitación para que retomara el camino de la reconciliación y amistad con la URSS. La aceptación de Castro del ofrecimiento fue un claro indicio de que a él y a su régimen les interesaba seguir manteniendo buenas relaciones con la potencia socialista.
Para Nikita Jrushchov era importante retener la alianza y la amistad con el régimen cubano. La coyuntura en la que se produjo el alejamiento de Castro estaba marcada por la rivalidad entre la Unión Soviética y la República Popular China, dos países que pugnaban por la hegemonía en la comunidad internacional afín al socialismo. Fue un momento histórico en que la joven revolución cubana gozaba de cierta simpatía en el mundo, particularmente entre países, movimientos e individuos que se identificaban con las políticas caracterizadas como de izquierdas. En esa confrontación entre China y la URSS, Cuba era una ficha singular que tenía la capacidad de inclinar la balanza hacia los contendientes en pugna. Si Cuba, por ejemplo, favorecía a China Popular, ese apoyo no solo significaba un rudo golpe para los soviéticos, sino que pondría en peligro, también, la permanencia de Jrushchov al frente de la URSS.
La operación iniciada por Jrushchov para seducir a Castro contó con dos elementos básicos: el primero, la argumentación utilizada para explicar la retirada de los misiles de Cuba; cuyo punto central fue la garantía ofrecida por Kennedy de que las fuerzas armadas de Estados Unidos no invadirían el territorio cubano; el otro, la oferta soviética de darle a Castro todo tipo de ayuda técnica, económica y comercial con el propósito de promover el desarrollo de la isla caribeña.
El complemento de estos dos ingredientes principales fue el constante halago con que fue tratado entonces el visitante cubano. A Castro lo declararon “Héroe de la Unión Soviética” pero, además, se utilizaron gestos que le daban a entender que podía formar parte del círculo de confianza del premier soviético. Así, por ejemplo, se le mostraron documentos confidenciales relacionados con la negociación sostenida entre Jrushchov y Kennedy durante la crisis. De igual manera se discutieron con él asuntos sensibles relacionados a países como Argel, Rumanía, Congo e Indonesia.
No obstante, como demuestran los documentos recién publicados, la seducción soviética era solo una parte del juego entre Castro y Jrushchov, ya que el cubano estaba dispuesto a ser seducido en tanto él pudiera conseguir lo que había ido a buscar a la URSS, es decir, garantías de apoyo político y militar, y ayuda material que contribuyera al desarrollo económico de Cuba. Y eso fue, precisamente lo que sucedió. Al regresar a Cuba en junio de 1963 y tras elogiar al premier soviético, Castro dio a conocer algunos de los acuerdos establecidos entre Cuba y la URSS, entre los que figuraban la colaboración en el área de defensa y la adquisición, por parte de los soviéticos, de importantes cantidades de azúcar cubano a precios preferenciales.
En su informe al Presidum, Jrushchov elaboró un relato en el que describió a un Fidel Castro escuchando atentamente las opiniones y consejos de su anfitrión, al punto que un miembro del organismo partidista de la URSS se ve motivado a exclamar públicamente que el cubano “había completado un curso universitario”. Cierto es que algunas de las recomendaciones elaboradas por Jrushchov parecieron haber sido asimiladas por Castro. El premier soviético había aleccionado al cubano en materia económica y le había aconsejado abandonar el proyecto de Ernesto Che Guevara para promover una industria pesada en Cuba. Y eso fue, precisamente, lo que ocurrió al poco tiempo del regreso de Castro a la isla, cuando la economía cubana se orientó hacia la industria agropecuaria.
Sin embargo, Castro no fue el discípulo atento descrito por Jrushchov y lo demostró cuando criticó, como lo haría la China Popular, la adhesión soviética al Tratado que restringía las pruebas de armas nucleares, y enviar a China, en viaje oficial, a su estrecho colaborador, el capitán Antonio Núñez Jiménez. En esencia, con la visita a la URSS, Castro no pudo, según sus propias palabras dirigidas a la Conferencia sobre la Crisis de los Cohetes de 1992, restaurar inmediatamente el nivel de relaciones que había tenido con los soviéticos antes de los acontecimientos de octubre de 1962.
De acuerdo con Castro, después de conocer que entre los acuerdos conducentes al fin de la Crisis de Octubre estuvo la retirada americana de los cohetes en Turquía, “los incidentes de 1962 afectaron por muchos años las relaciones entre la Unión Soviética y Cuba”.
Si la operación puesta en práctica por Jrushchov en torno a Castro no resultó todo lo exitosa que el premier soviético esperaba alcanzar, sí es cierto que las relaciones entre los dos aliados mejoraron y mantuvieron al régimen cubano dentro de la órbita soviética, vínculo que se mantendría por largos años hasta el desmembramiento político de la nación euroasiática en 1991. Aunque el relato histórico sobre aquellos acontecimientos no cambia sustancialmente con la publicación de esta documentación, sí permite alcanzar un nivel más detallado del comportamiento que siguieron los dos principales protagonistas de aquella escaramuza de reconciliación estratégica, Nikita Jrushchov y Fidel Castro.
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