The Economist: Impuestos en Cuba, acostúmbrense
El sistema impositivo cubano ha comenzado a dar sus primeros pasos, no exentos de tropiezos, trabas burocráticas e inconformidad popular. Pero el gobierno de Raúl Castro parece decidido a impulsar esta transformación sin marcha atrás, con un mensaje claro para los ciudadanos: esta es la realidad a la que tendrán que acostumbrarse en lo adelante.
Con su tradicional agudeza y concisión analítica, la revista The Economist penetra en el abigarrado panorama de los impuestos en Cuba en un artículo que describe, con pinceladas muy ilustrativas, la complejidad de los cambios en una sociedad esclerosada por años de inactividad, escepticismo e ineficiencia económica.
CaféFuerte publica una versión en español del artículo que aparece en la edición impresa de The Economist, correspondiente a este fin de semana.
IMPUESTOS EN CUBA: ACOSTUMBRENSE
Los súbditos de Castro se familiarizan con esa otra cosa de la que no podrán escapar
Cuando Raúl Castro, presidente de Cuba, anunció el año pasado que el gobierno reduciría su nómina hasta en un 20 por ciento y promovería el autoempleo, la prensa estatal saludó el nacimiento de una “cultura tributaria”. Como la mayoría de los cubanos nunca han pagado impuestos sobre la renta, el periódico comunista publicó una guía para entender el concepto. Los economistas del gobierno previeron un aumento del 400 por ciento de los ingresos tributarios por vía de los ciudadanos.
El experimento ha sido accidentado. El pasado octubre Cuba publicó un código de impuestos para los trabajadores en 181 profesiones de reciente autorización, desde un reparador de muebles hasta un payaso profesional. Al igual que en los comienzos de los años 90, la última vez que Cuba intentó la liberalización económica y el cobro de impuestos, las tasas fueron punitivas: el 10 % de las ventas, 25% para seguridad social y hasta un 50% en los ingresos. Tales gravámenes desalentaron a algunas personas a arriesgarse en el trabajo por cuenta propia. Desde mayo las solicitudes para licencias de trabajo fueron disminuyendo.
Por otra parte, el Señor Castro falló en reforzar la Oficina Nacional de Administración Tributaria (ONAT), que pronto se vio abrumada por el papeleo. Eso ha retrasado la recaudación de ingresos y ha permitido la impunidad tanto para el fraude fiscal intencional como para las violaciones accidentales. “Ellos parecen aún más confundidos sobre esto que nosotros”, dice Ernesto, un ingeniero que en marzo obtuvo una licencia para montar un negocio de plomería. Él admite que simplemente hace un estimado de lo que gana todos los meses y declara una décima parte.
Pero el Señor Castro parece más flexible que su hermano y antecesor Fidel, quien culpó a los trabajadores por cuenta propia de sembrar desigualdad y alegremente puso tantos impuestos a los negocios privados que los obligó a cerrar. Deseoso de encontrar empleos para un millón de trabajadores públicos que planea despedir, Castro ha facilitado exenciones de impuesto de seguridad social y en dos ocasiones ha incrementado el margen de las deducciones. También ha ordenado a la ONAT volver a entrenar a su personal y contratar nuevos inspectores. “Ciertamente hay una tendencia a ir haciendo las reglas sobre la marcha”, dice un diplomático europeo en La Habana. “Pero Raúl parece totalmente decidido a cumplir este trabajo”.
Nuevas reformas están en camino. A finales del 2011, los cubanos podrán comprar y vender casas y automóviles. Queda por ver cuánto tiempo van a aceptar impuestos sin representación. “Ellos cobran con mucha felicidad nuestros impuestos”, dice Michel, un barbero que recientemente creó un negocio. “Pero todavía guardan sus secretos”.
Traducción: CaféFuerte