Cuba: El valor de sobreponernos al miedo

La profesora Alina Bárbara López viajará este martes 18 de junio a La Habana para manifestarse en el Parque donde se erige la estatua de José Martí, y responsabiliza al gobierno cubano por cualquier cosa que pudiera ocurrirle.

Cuba: El valor de sobreponernos al miedo
Luz para Cuba. Instituto San Carlos de Cayo Hueso. Foto: Wilfredo Cancio/CF.

Por Alina Bárbara López Hernández*

Muchas personas creen que Seguridad del Estado me persigue por las protestas pacíficas de cada 18. No es así. La primera vez que Contrainteligencia tocó a mi puerta, el 25 de octubre de 2022, yo jamás había hecho otra cosa que escribir sobre la realidad de mi país con análisis argumentados que en ningún caso apelaban a la violencia (nunca lo han hecho ni lo harán), y sí a las evidencias económicas, sociales, políticas e históricas para proponer la impostergable necesidad de transformaciones profundas.

Aun así, yo era una voz incómoda y debía ser silenciada. Esa citación me mostró con claridad dos cosas: el nivel de escalada de la represión y, a la vez, la fragilidad de un aparato ideopolítico que tenía que actuar imprudentemente contra una intelectual de prestigio a la que no habían hecho antes un buen perfil psicológico.

Lo acaecido ese día me llevó a tomar una determinación: escribir no era ya suficiente, debía pensar en un medio de participación política que se aviniera a mi condición de ciudadana que no era miembro de ninguna organización opositora pero que necesitaba protestar ante lo que pasaba en Cuba.

Dada la proximidad del centenario de la Protesta de los Trece, el 18 de marzo de 2023, decidí salir por vez primera al espacio público en una acción simbólica que llevo más de un año realizando.

Durante ese período he sido reprimida de múltiples formas: negociaron mi salida de La Joven Cuba con su director, fui detenida, regulada (todavía lo estoy), instruida de cargos, enjuiciada, condenada por desobediencia, golpeada y lesionada. Mi vida y la de mi familia han sido afectadas por esta situación. Sin embargo, Seguridad del Estado se ha afectado asimismo al no poder lograr lo que evidentemente pretendían: amenazarme, desestimularme, quebrarme y finalmente lograr que negociara con ellos mi salida al extranjero.

Pero ocurre que yo aprendí a amar y a enorgullecerme de la historia de Cuba investigando sobre un pasado en el que ciertas palabras no tenían el significado peyorativo que les ha conferido el imaginario social moldeado desde 1959. Era una época en que disentir no constituía delito alguno, pues es una condición propia de la libertad de pensamiento y expresión, por eso a nadie se le hubiera ocurrido acuñar el término “disidente”. En aquel tiempo, ser “opositor” era simplemente pertenecer a un partido u organización que competía legalmente por acceder a formar gobierno. Y respecto a la palabra “activista”, ni se la mencionaba.

Los términos usuales en que se catalogaba a las personas que protestaban o se involucraban en la actividad política para exigir justicia social, derechos o transformaciones democráticas eran: “revolucionarios”, “patriotas”, “ciudadanos”. Todas estas palabras fueron vaciadas de su sentido original e invertida su connotación. Ahora los “revolucionarios” son los que defienden de manera acrítica las determinaciones gubernamentales, igual que los “antimperialistas” son los que condenan o aplauden selectivamente guerras de agresión y no les alarma que nuestras aguas territoriales sean terreno de parking de submarinos y naves de guerra de otras naciones.

Ilustración para el artículo de Alina Bárbara López en Facebook.

Como historiadora, tengo muy claro que lo que hago es justo, pues la protesta pacífica no solo es un derecho, sino es un motor de evolución de las sociedades y un antídoto del inmovilismo. Es una forma de mantener viva la esperanza en que todos podemos contribuir a la transformación positiva de nuestro país.

Por esa razón viajaré mañana a La Habana para estar en el Parque donde se erige la estatua de Martí. Las demandas siguen siendo las mismas:

1. Una Asamblea Nacional Constituyente elegida democráticamente para redactar una nueva constitución aplicable en todas sus partes.

2. Que el Estado no se desentienda de la crítica situación de ancianos, jubilados, pensionados y familias que están en pobreza extrema.

3. Libertad para los presos políticos sin exilio obligatorio.

4. Cese del hostigamiento a personas que ejercen su libertad de expresión.

La única demanda nueva es el ruego de que se ofrezca atención médica inmediata al profesor Pedro Albert, enfermo de cuidado en su injusta prisión sin que se le entreguen siquiera los medicamentos que llevaron sus familiares.

No incito a nadie a seguirme. Cada quién debe comprometerse por su libre y espontánea voluntad. Tampoco rechazo a nadie, sea cual fuere su opinión política, si comparte el carácter pacífico de mi acción. Como decía Gandhi: “En una manera pacífica, puedes sacudir el mundo”.

A los que deciden todo en este país les advierto: si van a detenerme háganlo con una orden oficial de detención (que debe tener fundamento en una denuncia o sospecha fundada de delito como bien saben). No cumplo órdenes pues no soy militar, y espero que no se les ocurra de nuevo una “profilaxis preventiva”. Si intentan detenerme sin ese requisito me defenderé como hice el 18 de abril, lo haré incluso estando lesionada. Sobre su conciencia y responsabilidad recaerán las consecuencias.

Si en esos cien kilómetros que separan Matanzas de La Habana me ocurriera cualquier cosa: un accidente, un asalto, lo que sea, responsabilizo a Contrainteligencia y al gobierno cubano ante la opinión pública. ¿Tengo miedo? Por supuesto, no sería humana si no temiera. Pero no me falta el valor, que es la capacidad de sobreponernos al miedo.

Por último, y no menos importante, jamás me he creído una heroína ni intento “salvar” a nadie. Sería ingénuo pensar que una sola persona pueda lograr tamaña tarea. Basta de héroes, han sido costosísimos después. Mi punto es demostrar lo necesario del compromiso individual para transformaciones colectivas; que si no actuamos vamos a morir de brazos cruzados, como dice la camagüeyana Madelín Sardiñas; que nos pueden quitar todo pero la dignidad sigue siendo nuestra; y que la esperanza de un futuro para Cuba, nuestra amada patria, está en nosotros como sujetos verdaderos de la historia.

*Profesora e historiadora cubana, residente en Matanzas. Fue acusada y condenada por desobediencia en un juicio amañado el pasado noviembre es víctima frecuente de hostigamiento por parte de la policía política.

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