Alina Bárbara López: Las universidades cubanas son cárceles del pensamiento

A riesgo de ir a parar a una cárcel, la profesora e historiadora matancera se niega a cumplir una orden judicial que la halló culpable de un supuesto desacato y le impuso una multa de 7,500 pesos que ella no acepta pagar, pues se considera inocente.

Alina Bárbara López: Las universidades cubanas son cárceles del pensamiento
Alina Bárbara López, saliendo de su casa para el juicio en el tribunal de Matanzas, el 28 de noviembre de 2023. Foto: Jorge Fernández Era/Facebook.

Por Wilfredo Cancio Isla

A riesgo de ir a parar a una cárcel en Cuba, la profesora e historiadora Alina Bárbara López Hernández se niega a cumplir una orden judicial que la halló culpable de un supuesto acto de desobediencia y le impuso una multa de 7,500 pesos.

Alina pudiera ir a prisión tan pronto como este sábado, cuando expira el plazo para el pago de la multa decretada por el tribunal municipal de Matanzas, ratificada en la instancia provincial que desestimó su apelación. Pero su convicción de inocencia es firme y no piensa dar marcha atrás a su postura.

Su historia es la de una intelectual inserta en las instituciones educacionales y el ámbito académico que asumió una toma de conciencia crítica sobre la realidad de su país y comenzó a manifestarlo en su círculo laboral, sus artículos y ponencias, y los espacios públicos.

Pero la honestidad manifiesta tiene un precio muy caro para sobrevivir bajo el oficialismo cubano. Y de las consideraciones de “persona hipercrítica”, la reconocida profesora de Historia, Marxismo y Ciencias Sociales de la Universidad de Matanzas pasó a ser identificada como una desafiante “enemiga del proceso revolucionario”, necesitada de un escarmiento severo.

Primero fue un incidente a la entrada de la Sala White, un espacio para conciertos en el Parque de la Libertad de Matanzas. Su hija mayor, Cecilia Borroto López, se enfrentó a golpes con los agentes policiales que pretendían llevarse por la fuerza a la madre, el pasado 6 de abril.

Sus manifestaciones públicas han continuado los días 18 de cada mes, en el Parque de la Libertad, donde ha tenido a veces como contraparte la bulliciosa presencia de orquestas para tratar de disolver el impacto de su protesta ecuánime y silenciosa en el lugar.

Intentaron amenazarla desde el inicio con un delito de resistencia al arresto, pero al final terminó encausada en junio por una acusación de desobediencia, que terminó en una farsa judicial el pasado 28 de noviembre. En apenas un año, Alina se ha convertido en una figura simbólica de la resistencia cívica y del pensamiento libre cubano, respaldada por organizaciones internacionales como Amnistía Internacional y la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA).

Esta entrevista con Alina en CaféFuerte es un viaje testimonial y reflexivo por su etapa de docente universitaria y las razones que la llevaron a transitar del desencanto político al compromiso activo en defensa de la justicia y los valores democráticos para su país, que hoy atraviesa tiempos aciagos y un futuro de total incertidumbre.

Usted acaba de perder la apelación de su caso ante el tribunal provincial de Matanzas y se niega a pagar la multa  que le impuso la sentencia? ¿Cuál es el próximo paso?

En realidad, desde el punto de vista legal no hay paso alguno. Este fue un juicio sumario y las personas que están sometidas a este tipo de juicio no tienen todas las garantías procesales. Por tanto, no existe la instancia del Tribunal Supremo para ese juicio sumario. Solo se puede ir a la instancia provincial, que fue la que consideró sin lugar mi apelación. El tribunal provincial mantuvo la decisión de que soy culpable y la sanción de una multa. La sanción establece que tengo un mes para pagarla y el plazo se vence el próximo día 23 de febrero, de manera que a partir de ahí estaría en desacato. No sería una acción legal, sino una acción cívica. Voy a desacatar la orden y ya veremos las consecuencias. Según la ley, correspondería un día en prisión por cada cuota que se deje de pagar. Yo debo pagar 250 cuotas de a 30 pesos cada una, entonces serían 250 días. Pero cuando son menos de 300 cuotas lo que se incumple, según la ley, son seis meses de privación de libertad. Esa debe ser la sanción, pero no sé si se comunicarán primero conmigo o si me llevarán inmediatamente. No lo sé.

Usted fue una profesora insertada dentro del sistema educacional por 30 años. Explíquenos el proceso que lleva a una intelectual cubana a transitar del convencimiento al desencanto y la oposición…

Sí, yo estuve muchas décadas como profesora, como historiadora, aunque impartí un conjunto muy diverso de asignaturas, y trabajé con carreras muy diferentes como Historia, Periodismo, Estudios Socioculturales e incluso una carrera de Cultura Física, impartiendo asignaturas que tenían que ver con el ciclo social. La evolución de una persona comienza en el mismo momento en que te gradúas, no hay que estar demasiado tiempo. Tuve la suerte de quedarme en la carrera de Historia y que me dieran la asignatura Historia Contemporánea de Europa; estamos hablando de los años 1988- 89, en los que ya el sistema socialista está colapsando. Recuerdo haberles dicho a mis alumnos en clases: ¿Vieron que se derrumbó el muro de Berlín? Eso quiere decir que me empecé a hacer preguntas muy tempranamente, porque además los libros de texto que existían cuando yo estudié, al graduarme ya estaban desactualizados. Y debí entonces buscar canales alternativos de información para poder ubicarme, poder entender los procesos y poder explicárselos a mis estudiantes.

¿Cómo pudo sortear el sistema doctrinal que se imponía para estudiar las ciencias sociales en Cuba?

A lo largo de los años siempre traté de lograr que mis clases no fueran doctrinales. Me apoyaba mucho en el método de enseñanza/aprendizaje que se basa en el método problémico, poner al estudiante en situaciones en las cuales tuviera que tomar determinaciones, porque nunca me gustó ser adoctrinada ni adoctrinar. A las personas hay que ayudarlas a buscar mecanismos para que tengan un pensamiento independiente crítico, para que se hagan múltiples preguntas, quizás más que las respuestas que se den. Eso me ayudó y al trabajar siempre con muchachos jóvenes contribuyó a mantener ese espíritu de inquietudes. La juventud es inquieta y cuestionadora por naturaleza y ese es el tipo de alumno que me gusta, el alumno que cuestiona y no el que admite todo lo que le transmite el profesor de manera vertical, autoritaria, porque la enseñanza en Cuba tiene esas características: es vertical, son curriculos cerrados, apela mucho al principio de autoridad, y cita mucho a personalidades que han dicho algo para sustentar una verdad. Y eso para mí nunca funcionó, mis alumnos lo saben y por eso creo que les gustaban mis clases, porque las veían como algo diferente.

Eso no quiere decir que yo tenía toda la libertad que quería en mis clases. Eso no es posible en una universidad cubana. Las universidades cubanas son cárceles del pensamiento, que quede muy claro eso. Pero el hecho de que yo tratara de que mis alumnos tuvieran otro nivel de expectativas, de que nunca les dí clases doctrinales, es una cosa, y otra muy diferente es que diga ahora que mis clases las tomaba como plataforma para decir todo lo que yo pensaba, porque había un parte muy importante de lo que yo pensaba sobre el sistema político cubano que no lo podía dar en el aula. Trataba de que las ponencias que escribía para los eventos fueran más explícitas, y eso me fue señalando como una persona hipercrítica. Esa es la palabra más usual aquí cuando se quiere descalificar a una persona. Señalarte como “hipercrítica” quiere decir que te estás extralimitando.

¿Nunca la propusieron para ingresar al Partido Comunista?

De algún modo logré lidiar con eso de manera inteligente en el sentido de que trabajando en un departamento de Historia y Marxismo nunca fui del Partido, y no por que no reuniera las condiciones que son deseables para ser miembro del Partido (era una persona preparada, disciplinada en relación con mi trabajo, con la entrega de mis documentos, con la asistencia a mis clases, con la puntualidad en clases, fui siempre muy exigente con mis alumnos), pero nunca concebí la posibilidad de entrar al Partido, porque me pareció siempre un lugar donde la gente iba a hacer catarsis, y estaba consciente de que muchas de las personas que eran miembros del Partido eran personas honestas, que hacían críticas bien fundadas, pero se daban por satisfechos con decirlo ahí, era como descargar sus conciencias, y yo siempre vi la imposibilidad de que militantes de base pudieran llegar con sus criterios a las alturas. Me parecía que todo eso era una especie de válvula de escape para que la gente se aliviara, y eso realmente no iba conmigo. Creo que ser docente, haber sido profesora, que es una carrera preciosa y necesaria, me dio muchas satisfacciones, me dio un background de grandes  conocimientos, la posibilidad de tener un pensamiento complejo, porque haber tenido que impartir varios programas, me permitió establecer una serie de relaciones interdisciplinarias en campos del saber como la Historia, la Sociología, la Antropología, la Historia Social de la Literatura y el Arte. Eso ayuda a comprender los procesos mejor para poder entonces deconstruirlos.

En un momento inicial de su desempeño profesional, ¿pensó que el sistema cubano era reformable desde dentro?

Fui evolucionando hacia una posición en la que inicialmente creí posible reformar el sistema. Después, los propios estudios de Historia y Marxismo me permitieron entender que no lo era. Es un proceso clasista, en el cual hay una clase que se adueñó del poder, se empoderó y está actuando en esa condición, y eso no es posible cambiarlo si no es haciendo una transformación radical del sistema, de las estructuras. No de las mentalidades, eso es idealismo. De eso estoy convencida hoy. Fue un proceso que llevó muchos años, llevó muchísimo tiempo. Porque yo soy hija de mi tiempo, de mi época. Soy una persona que empezó su enseñanza primaria en 1970, en una etapa de grisura e imposición en el pensamiento, en pleno “Quinquenio Gris”, que se extendió mucho más que un quinquenio. Aun así, en esa etapa la calidad de la docencia era infinitamente muy superior a la que existe hoy. A pesar del carácter doctrinal del sistema de enseñanza, había muy buenos maestros que venían de la etapa de las escuelitas públicas de la república cubana y que nos prepararon con una calidad, exigencia y respeto extraordinarios que no existen hoy, y los resultados están a la vista. Sí, muy satisfecha de haber sido profesora durante tantísimo tiempo.

¿Cómo transcurre desde entonces su vida cotidiana? ¿Se siente vigilada, asediada, limitada en sus derechos?

Después que uno se convierte en objetivo de Seguridad del Estado hay lógicamente cambios en la vida personal, y yo estoy limitada en mis derechos desde el pasado junio, cuando fui instruida de cargos. Estoy en reclusión domiciliaria y eso me impide salir de la ciudad de Matanzas, pero además estoy regulada desde antes. No sé exactamente el tiempo, lo descubrí el pasado mayo cuando fui a sacar mi pasaporte y no me lo permitieron. O sea, yo estoy presa dentro de Cuba y dentro de mi ciudad. Pero mi vida cotidiana no se subordina a lo que quiera Seguridad del Estado. Yo me extralimito. Sé que en ocasiones han estado vigilando en carros ubicados en mi cuadra, los vecinos se ríen muchísimo porque me avisan, hoy vino el carro gris, hoy tocó el rojo… Es una caricatura, porque realmente a mí no hay que vigilarme. No hago absolutamente nada que no sea lo que he hecho siempre, que es escribir y decir aquello en lo que creo, y expresar mis ideas y opiniones políticas con toda transparencia. Si ellos consideran que eso puede servir para ser vigilable, pues es un problema de ellos. Pero en eso yo no me he limitado de ninguna manera.

Recientemente su hija Lilian acaba de graduarse de doctora en Medicina. ¿Cómo  ha podido sobrellevar ella en su medio estudiantil el reto que representa su desafío al gobierno?

Mi hija Lilia ha logrado sobrellevar la situación con dedicación, con inteligencia y con mucha determinación de que ella no va a ceder ante ningún tipo de presión. Debo decir que mi hija ha tenido profesores que a mí misma me han expresado apoyo en las redes sociales. En ese sentido estoy satisfecha. Ningún profesor ha tratado de incidir negativamente en ella porque sea mi hija; ella tampoco trata de mezclar su profesión y sus estudios con la política. Pero sí hubo una ocasión en que Seguridad del Estado la fue a acosar en el hospital donde estaba de guardia. La llamaron, la sentaron en una oficina, le pidieron conversar, y le hicieron una serie de amenazas y advertencias de que ella debía intentar de disuadirme a mí, porque yo estaba en peligro e iba a ir a prisión, según el agente de Seguridad del Estado, que era jurista de formación y le dijo que a mí me tocarían unos 25 años de prisión por mercenarismo, por estar vinculada a medios enemigos, por cuestionar el sistema político del país, y que ella debía interceder porque ellos querían ayudarme, pero yo no me dejaba ayudar. Entonces mi hija fue muy transparente al decirle que si esa era la cantidad de años que me tocaban a mí, pues como hija ella estaría en función de que no me faltaran los alimentos en la cárcel y que trataría de conseguir la leche en polvo, que estaba muy escasa. Aquel hombre se molestó muchísimo, porque ellos siempre piensan que las personas se van a asustar. He criado a mis hijas de una manera que no le tengan miedo a nadie, mi hija mayor [Cecilia Borroto, actualmente en Houston],  también pasó por una especie de “conversación” con Seguridad del Estado e igual, los ubicó en su lugar. Al día siguiente del incidente en el hospital, mi hija Lilian fue para fiscalía y puso una queja por acoso en su centro de estudios. La fiscalía nunca le respondió la queja –la fiscalía está violando lo establecido, según procedimiento, porque tiene que dar respuesta-, pero Seguridad del Estado no se atrevió nunca más a ir allí. Además se dieron cuenta de que era por gusto.

Alina junto a sus hijas Lilian (izq.) y Cecilia.

¿Tiene usted vínculos con sectores de la disidencia u oposición tradicional o su postura hay que verla como un caso aislado?

Nunca he sido de ningún partido ni organización política. Sí agradezco que sectores de la oposición han estado apoyando y visibilizando mi caso, pero no pertenezco a ningún movimiento opositor organizado. Soy simplemente una ciudadana, una intelectual, una historiadora, que tengo mis criterios y estoy siendo perseguida por ellos. La gente puede pensar que en Cuba te persiguen si eres un opositor establecido con militancia en una organización, y si no lo eres, no.  Pues eso no es así. En Cuba, cuando eres una persona incómoda para el sistema, vas a tener una retroalimentación del sistema estés o no dentro de una organización opositora. Siempre vas a ser el enemigo y van a enfocar contra tu persona toda la fuerza y atención como ha sido en mi caso.

¿Cómo valora el estado actual del movimiento opositor en Cuba?

El movimiento opositor en Cuba está muy fragmentado, muy polarizado, muy dividido y muy ideologizado, y eso es un problema. No quiere decir que poseer una ideología no es importante, lo es, todos tenemos ideologías de base, pero en Cuba hoy el mayor conflicto no es entre ideologías, ni entre izquierda, centro y derecha. El mayor conflicto que prevalece en Cuba es entre una ciudadanía absolutamente privada de derechos y un Estado con un carácter cada vez más opresivo, que en sí no está mirando de qué ideología tú eres. El Estado no para mientes en eso, el Estado no le da importancia a eso, pero los opositores a veces sí. Hace poco yo vi algo que dijo Coco Fariñas, y su tesis es que yo no soy tan reprimida porque soy graduada de Marxismo e Historia, y por tanto el Estado a mí no me reprime tanto como a otras organizaciones. Me sonrío porque ese es un ejemplo de escasa estrategia, de gran polarización y de replicar, a fin de cuentas, al interior de la oposición, métodos que han sido también inoculados por el Estado. A veces los movimientos opositores prefieren elucubrar sobre cómo quieren el futuro. Un futuro que no existe y está por crearse, pero es mejor pensar el futuro que pensar en el presente. No estoy disminuyendo a nadie, no estoy enjuiciando a nadie, pero creo que hay que estar con los pies en la tierra.

A estas alturas, ¿usted ve alguna posibilidad de diálogo entre la sociedad civil y el régimen cubano?

En Cuba hay una lucha tenaz por arrancar derechos. Hay personas que te dicen: No se dialoga, para la calle todo el mundo. O, con la dictadura no es posible establecer ningún tipo de diálogo. Yo no estoy de acuerdo con eso. Creo que hay que presionar como ciudadanía, incluso desobedeciendo. No estoy hablando de bajar la cabeza, entiendan bien; hablo de utilizar los mecanismos sociales de presión y desobediencia civil para poder arrancar derechos. Pero si en algún momento hay que hablar y sentarse a conversar, hay que hacerlo. Porque estamos en un país donde hay un Estado que se mantiene prácticamente por la fuerza en el poder, y no resto esa posibilidad de la ecuación. No sé si pudiera pasar. Lo que a lo que yo considero diálogo no es a lo que el gobierno llama diálogo, que es solo hablar con los interlocutores que el gobierno considera válidos. No. Para mí toda la ciudadanía, sea de cualquier ideología u organización, es un interlocutor válido, y hay que hacerlos valer.

El año 2024 comenzó en Cuba con el anuncio de un plan de medidas económicas que han desatado preocupación e inconformidad entre la población. ¿Cómo usted valora esta movida gubernamental y qué efectos está teniendo ya entre los ciudadanos de a pie?

Efectivamente, el año 2023 terminó con el anuncio de que en 2024 tendríamos otro paquete de medidas o “paquetazo”. No lo considero como una movida gubernamental, sino como una evidente demostración de incapacidad y de que no han logrado revertir la situación a lo largo de un año, luego de que prometieron una mejoría. Y no hay justificaciones como la pandemia o algún ciclón. Tuvimos suerte este año y el clima ayudó muchísimo; sin embargo, la situación económica permanece deteriorándose, y de lo social ni hablar. No es que haya preocupación e inconformidad entre la población, sino que lo que está pasando en Cuba es un drama cotidiano para que las personas sobrevivan. Sin ese paquetazo anunciado -por cierto no se han atrevido a aplicarlo, porque el gobierno sabe que ya no hay condiciones para arreciar el peso que sobre las personas y las familias- está teniendo esta enorme inflación, estanflación, crisis absoluta en la alimentación, en el sistema de salud, en la educación… Es una crisis total. No están funcionando siquiera los sistemas que en otro tiempo fueron efectivos, pero que desde Raúl Castro llegó al poder los desmonta, como los sistema de seguridad social. Hay familias que tienen personas discapacitadas bajo su cuidado y están pasando sencillamente hambre. Los ancianos, los jubilados, niños que están naciendo cada vez más con bajo peso y situaciones de salud que en otras épocas no ocurrían.

¿Cuál es el sentimiento entre la población?

Este ha sido el peor comienzo de año que yo recuerdo en mi vida. Las personas están tristes y deprimidas en Cuba. Pero además las personas están enfermas y no hay medicamentos. Si se une todo esto, falta de alimentación, falta de medicamentos, un estrés sobreañadido y un sistema de salud que no logra revertir y poder atender como se debe a las personas, pues nos podemos imaginar que esto parece una situación de guerra. La verdad es esa.

¿Cómo usted vislumbra el futuro inmediato de Cuba? ¿Cree que pueda haber una solución viable para restaurar la nación y posibilitar una reconciliación entre cubanos?

No me gustan los vaticinios. Pero creo que el futuro -no sé si inmediato- tiene que ser de cambios, porque esta situación no se puede mantener mucho tiempo más. Una solución viable pasa por la implicación de la ciudadanía, y ¿qué ocurre con esto? Que la gente tiene miedo. En los últimos tres años, desde que ocurrió el estallido del 11 de julio de 2021, el Estado ha mostrado su verdadera naturaleza represiva, al margen de la propia ley que él mismo se ha dado, y eso asusta a las personas, las inhibe de participar políticamente. Y eso es un serio problema, porque si no hay una participación activa de la ciudadanía, pues demoraremos tiempo en vislubrar cambios. Hablo de cambios democráticos, cambios desde las bases, pero no dudo que en cualquier momento desde el gobierno puedan establecerse mecanismos de transformación. Ya es evidente que hay un desmontaje de una concepción de la época de Fidel Castro que es poder gobernar autocráticamente pero dando algo a cambio. En esto momento el gobierno no tiene nada para dar a cambio.

Entonces, ¿usted cree que el discurso de justicia social que mantiene hoy la jerarquía gubernamental es puro humo?

En tiempos de Fidel Castro había un discurso sobre la justicia social y una preocupación real del Estado por ciertos rubros que eran considerados una especie de vitrinas, pero muy importantes para mantener un consenso entre la ciudadanía, que eran los gastos en salud, en educación, en asistencia social. Eso no existe ya. El Estado está gobernando por la fuerza, autocráticamente, al margen de la propia Constitución que tiene, porque de la Constitución solo asumió la parte que le es más afín –sistema de Partido único, elecciones indirectas- pero no ha asumido los acápites de los derechos ciudadanos. Eso no lo va a asumir nunca, por tanto el Estado está en una postura anti-constitucional, porque la Constitución debe ser un sistema en el que se apoyen todos los funcionarios para acatarla, y eso no es lo que está ocurriendo. Ellos quieren que nosotros seamos los que los acatemos a ellos, no ellos a la Constitución.

¿Hay alguna salida para esta situación sin salida?

Es un problema muy grave y hasta que las personas no se convenzan de que la salida está en nosotros, pues vamos a demorar para llegar a ese futuro. Aunque soy optimista como historiadora. Si las sociedades más cerradas y autoritarias no pudieran cambiar, entonces todavía estuviéramos en el Egipto antiguo, en la esclavitud colectiva, en el medioevo. La sociedad sí evoluciona, lo que hay que implicarse. Y comprendo que este sistema es muy invalidante como para que la gente se implique.

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