Acoso policial en La Habana: La gente del barrio
En la última detención, con un despliegue un tin menos aparatoso que el realizado para capturar al Capo Guzmán, me escoltaron cuatro gendarmes en el reducido espacio de un carro patrullero.
Por Jorge Fernández Era*
En las últimas semanas, tras mi apoyo a la profesora Alina Bárbara López Hernández por la farsa de juicio que le celebraron en Matanzas, se ha arreciado el acoso sobre mí por parte de la Seguridad del Estado, que no ahorra bajezas dignas de gente mísera y cobarde.
Emprenderla contra la familia, adjudicarme ventas en Revolico, elucubrar campañas digitales de descrédito personal —no precisamente para combatir mis ideas— y programar una sesión de tortura sicológica con olor a gasolina son parte de la guerra contra un tipo que no hace otra cosa que escribir y hacerse el gracioso.
En la última detención, con un despliegue un tin menos aparatoso que el realizado para capturar al Capo Guzmán, me escoltaron cuatro gendarmes en el reducido espacio de un carro patrullero. A pesar de no existir prueba alguna contra mi peligrosidad, me mantuvieron esposado en un recorrido de más de 25 kilómetros, mientras me proferían toda clase de ofensas y me amenazaban con golpizas y otras linduras.
Es significativo que las fuerzas «del orden», en las ya sucesivas veces en que me han hospedado en sus mazmorras —anótese que la Policía Nacional «Revolucionaria» se niega a investigar lo antes descrito—, acudan al recurso de no hacer visible en el entorno de mi casa que mis pobres vecinos tienen cerquita a un individuo de pésima reputación.
Alguno que otro oficia como chivato para que la inmovilización se realice varias cuadras más allá de Flores 506. Al parecer temen que el Solar de las Margaritas despierte cual foco de conflicto como ya lo hizo cuando los sucesos del 11J. Tanto es así, que el día 28 me zafaron las esposas una cuadra antes de soltarme en casa. No deseaban que semejante espectáculo ocurriera frente a un lugar bendecido por una «resurrección urbanística» de las de nunca acabar.
Como se ha hecho común desde marzo, Alina, yo y otros amigos utilizamos los días 18 de cada mes para hacer visible de manera pacífica nuestros reclamos por la liberación de los presos políticos, la convocatoria a una asamblea constituyente, la atención a las olvidadas personas de la tercera edad y el cese del acoso a quienes disienten de las políticas oficiales.
Nuestra protesta es hoy más importante en el fin de un año 2023 que ha sido mejor que 1822 solo en la producción de cajitas decodificadoras. Nuestro presidente impuesto, en un discurso «útil y hermoso», ha dejado claro en el VI Pleno del impositivo PCC por dónde vendrán los tiros, lo que le espera a gentuza como nosotros si seguimos dándole a las cuerdas vocales.
Hoy emprenderé un experimento seductor: para que no aleguen que violo la prisión domiciliaria que se me impuso desde el 28 de abril —no han impedido que bote la basura o acuda a la bodega a comprar otro tanto—, me sentaré desde el minuto de publicar esto y por espacio de una hora en la escalera de mi edificio a ejercer mi derecho constitucional a la protesta. Que vengan Unonoventaicinco, El Esposero y sus adláteres a detenerme si van a ser más felices y patéticos con eso. Los vecinos merecen de una vez y por todas aquilatar quién soy y cuidarse de mí.
PS.- Como muestra el video posteado, los oficiales del DSE Unonoventaicinco y Manolito me abordaron en las escaleras de mi edificio poco después de las 12:30 pm, hora en que comencé mi protesta pacífica este 18 de diciembre de 2023.
*Periodista, escritor y humorista cubano. Las autoridades le mantienen impuesta una medida cautelar con reclusión domiciliaria, sin derecho a salir del país, mientras aguarda por un proceso judicial por supuestos delitos de desobediencia y sedición.