Asamblea de Cineastas Cubanos: La solución a la crisis del cine cubano no puede estar en quienes la han generado

Declaración de la Asamblea de Cineastas Cubanos tras la designación del periodista Alexis Triana como presidente del ICAIC.

Asamblea de Cineastas Cubanos: La solución a la crisis del cine cubano no puede estar en quienes la han generado

Tras la designación del periodista y promotor cultural Alexis Triana como presidente del Insitituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), el pasado jueves, la Asamblea de Cineastas Cubanos emitió una declaración, que Café Fuerte publica a continuación de manera íntegra.

El ICAIC tiene un nuevo presidente. Es necesario entonces volver sobre ciertas cosas.

Un día, hace ya cinco meses, setecientos intelectuales expresaron su rechazo a un modelo obsoleto de articular la cultura, basado en la exclusión, la manipulación, la censura y la violencia, ejercida sistemáticamente contra los artistas y sus creaciones. Un procedimiento que no solo ha marcado la vida y obra de un grupo apreciable de cineastas, muchos de ellos hoy en el exilio, sino que también ha socavado el sentido y la existencia de instituciones y proyectos relacionados con el cine y la cultura cubanas.

Esta praxis encontró un nuevo episodio en las violaciones cometidas contra el documental La Habana de Fito, de Juan Pin Vilar, evento que motivó el resurgimiento de la Asamblea de Cineastas Cubanos, espacio representativo y heterogéneo de una comunidad que ha trabajado intensamente en la búsqueda de soluciones a nuestros problemas y que ha entregado al Gobierno varios documentos y propuestas, aun sin respuestas.

En medio de esta incomunicación, el pasado jueves se hizo pública la designación de Alexis Triana como nuevo presidente del ICAIC. Si bien este nombramiento es una prerrogativa que le asiste al Gobierno, como ciudadanos y artistas hacemos uso también del derecho que nos corresponde a emitir nuestro criterio. Lo primero que podría decirse es que se trata de un funcionario del propio Ministerio de Cultura que ha sido parte activa y consciente de la tendencia que los cineastas hemos cuestionado. Pero mucho más que su persona, se trata de un método.

Todas las estructuras que conforman el Sistema Cine en Cuba están quebradas, debilitadas. El ICAIC como centro de ese sistema controlado desde hace décadas por el Ministerio de Cultura ha sido prácticamente destruido, en gran medida, por esos mismos dirigentes que ponen y quitan presidentes, sin asumir que ellos no son el verdadero problema. No se trata entonces de, a quién colocas al frente, sino de lo que representa y proyecta. Se trata de todo un modelo industrial, financiero y artístico que ha colapsado, en buena medida por ese pensamiento autoritario y vertical que se ha venido entronizando. Una forma errada de interpretar cuál es la función del arte y sus maneras de interactuar con el contexto en el mundo contemporáneo.

El problema del ICAIC no es su presidencia, sino la subordinación de todas sus estructuras a una burocracia cultural que lo paraliza y anula. Sin autonomía, sin apenas creadores en su nómina, sin salas de cine, sin recursos, sin una verdadera proyección internacional, poco puede hacer para proteger a los cineastas frente a ese sistemático ejercicio de intimidación y control, incrustado en el ADN mismo de la política cultural y cívica cubana.

No puede perderse de vista que el concepto Cine Cubano va más allá de una frontera trazada por una institución oficial. No existe el cine de “los nuestros”, en oposición al cine de “los otros”. Para la Asamblea nuestro cine abarca toda esa diversa y plural obra que hacemos con o sin el ICAIC, dentro o fuera de Cuba, fiel a la diversidad de miradas que pueden ofrecer sus creadores, como es de heterogénea la nación en que vivimos, cada vez más pobre y fragmentada cuya dura realidad aflora de diferentes maneras en nuestras películas.

Ese derecho de nuestros artistas a interpretar y cuestionar su entorno ha sido siempre problemático. Ahí están los casos de PM, de Nicolás Guillén Landrián, de las luchas que tuvieron que librar dentro del ICAIC maestros como Humberto y Titón, de los sucesos de Alicia en el pueblo de las maravillas, de lo ocurrido con Regreso a Ítaca, con Santa y Andrés, con Corazón Azul y con la obra de otros muchos autores que, en todas partes del país, han tenido que enfrentarse durante décadas a este devastador abuso de poder. Tal vez el paradigma de esta práctica sea la clausura de la Muestra Joven, un evento crucial para el desarrollo del cine cubano que nos legó “Palabras al Cardumen”, manifiesto ejemplar sobre la censura y la exclusión, pero también sobre el sueño y las esperanzas de una generación.

Cuando proclamamos “nuestro cine será libre o no será” estamos expresando una voluntad colectiva. Es el espíritu que encontramos en las decisiones, palabras y obras de una cantidad creciente de cineastas (y de artistas de todas las manifestaciones) que han elegido apartarse de ese círculo vicioso de perenne sospecha, que reprime nuestra vida cívica y contamina nuestros espacios de creación y trabajo.

De ese mismo modo, nuestra Asamblea será libre o no será. Nuestro derecho a existir y trabajar en lo que creemos está fuera de discusión y, en el ejercicio de ese derecho, expresamos nuestro desacuerdo con un método de trabajo que perpetua los mismos problemas que enfrentamos. No es posible que la solución a la crisis del cine cubano recaiga en las mismas manos que la han generado. Bajo esa premisa, quien presida el ICAIC será solo una circunstancia.

Las instituciones fueron creadas para organizar la experiencia de los ciudadanos que representan, para servirles y dar respuesta a sus reclamos, no para actuar contra ellos. Si no cambia ese patrón de ordeno y mando, si no se establecen relaciones de respeto, voluntad de entendimiento y de diálogo horizontal seguirán agravándose nuestras diferencias como cineastas y como cubanos.

Desde el primer día, nuestra Asamblea ha evidenciado su disposición de trabajo. Hoy nos corresponde dejar claro que nuestra existencia no depende de quienes se niegan a encarar nuestros verdaderos problemas. Seguiremos trabajando por ese cine complejo, diverso, inclusivo, polémico y plural en el que creemos. Así es el país en el que vivimos y tenemos claro que, antes que cineastas, somos parte activa de la vida cívica del pueblo cubano.

#NuestroCineSeráLibreONoSerá

Fernando Pérez (director y guionista)

Gustavo Arcos (profesor y crítico de cine)

Luis Alberto García (actor y productor)

Ernesto Daranas (director y guionista)

Rosa María Rodríguez (directora y productora)

Deymi D Atri (directora y fotógrafa)

Enrique -Kiki- Álvarez (director y guionista)

Carla Valdés (directora y guionista)

Manuel Rodríguez Yong (productor y director)

Katherine T. Gavilán (directora y actriz)

Juan Antonio García Borrero (investigador y crítico de cine)

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