Alain Delon (1935-2024), el hechizo de una época
Con la muerte del célebre actor francés desaparece un ideal de belleza que hechizó a millones de fanáticos del cine, derritió corazones sin escatimar latitudes y credos, y nos deleitó a todos con sus películas profundas, descarnadas, intensas, en una época que hace rato está de despedida.
Ha muerto Alain Delon la mañana de este domingo en su casa en Douchy, en la región francesa de Loiret, rodeado de sus hijos y familiares, a los 88 años. Con él desaparece un ideal de belleza que hechizó a millones de fanáticos del cine, derritió corazones sin escatimar latitudes y credos, y nos deleitó a todos con sus películas profundas, descarnadas, intensas, en una época que hace rato está de despedida.
Delon fue una de las personalidades emergentes en la era dorada del cine francés en la década de los 60, convertido en mito indiscutible no solo por su atractivo personal y sus radiantes ojos azules, sino también por sus dotes excepcionales para la actuación.
Su salud había declinado vertiginosamente desde que sufrió un derrame cerebral en 2019. Y lo determinante era que no quería vivir, agobiado por decepciones, agravios y el amargor inevitable de la vejez.
Hizo su debut cinematográfico en 1957 con Quand la femme s’en mele (Envía una mujer cuando el diablo falla), de Yves Allégret. Pero su fama nació con tres películas imprescindibles de célebres directores italianos: Rocco y sus hermanos (1960) y El gatopardo (1963), de Luchino Visconti, y El Eclipse (1962), de Michelangelo Antonioni.
De esos años es también un filme memorable, A pleno sol (1960), de Rene Clement, un thriller sicológico que luego sería objeto de culto, una versión americana (The Talented Mr. Ripley, en 1999) y una serie reciente. Me quedo con esa versión original de Clement y el trío fabuloso que conformaron Delon, Marie Laforêt y Maurice Ronet.
En 1967, su interpretación de Jeff Costello como un asesino a sueldo en El Samurai, de Jean-Pierre Melville, fue un momento espectacular de brillantez actoral y consolidación en el mercado cinematográfico, con un éxito de público arrollador a nivel internacional.
Nacía el mito Delon, que cautivó la atención de los más connotados directores y productores del mundo del cine. Quizás ninguna otra película de Delon como El Samurai haya sido más influyente en generaciones posteriores de cineastas, desde Martin Scorsese a Quentin Tarantino, desde Bernardo Bertolucci a Aki Kaurismäki, desde Luc Besson a los hermanos Coen y el propio Francis Ford Coppola, que no esconde referencias explícitas a Costello.
Hay más Delon después, como protagonista del filme erótico La piscina, con Romy Schneider, quien fue su amante en la vida real y su amor más permanente; o como el gánster enfrentado a Jean-Paul Belmondo en Borsalino (1970). O el sádico criminal en Scorpio (1973), con Burt Lancaster; o el hombre atrapado en el misterio en Mr. Klein (1976), de Joseph Losey, junto a Jeanne Moreau. Pero no hace falta mencionar mucho más para fijar su trascendencia.
Delon no fue un ídolo de Hollywood como lo fue en el cine francés y europeo en general. Tal vez fue su sello de identidad que hizo crecer más aún su leyenda y su contribución, que no pasó inadvertida para los grandes directores estadounidenses.
Su imagen también estuvo en las pantallas de Cuba y provocó pasiones entre los cubanos, que lo veneraron y disfrutaron masivamente de títulos como El tulipán negro (1964) o El Zorro (1975). Hay versiones de que visitó en tres ocasiones la isla por motivos de interés personal y un tratamiento ortopédico, pero siempre protegiendo su privacidad.
Su última aparición pública importante fue en mayo de 2019 para recibir una Palma de Oro honorífica en el Festival de Cine de Cannes. Le molestaba la vida moderna, el curso que habían tomado las relaciones personales y los afectos, y parecía harto de todo. Deseaba la eutanasia como final de sus días, y quería que su perro muriera simultáneamente con él, arropado en sus brazos.
Vino después una disputa familiar por su atención, un interrogatorio y la algarabía que ocupó titulares en los medios franceses.
No puede obviarse tampoco en esta hora dolorosa que muchas de sus posturas y declaraciones estuvieron rodeadas de controversias, desde su filiación política al lado del extremista Frente Nacional de su viejo amigo Jean-Marie Le Pen y sus vínculos con personajes turbios del puerto de Marsella, hasta las críticas al homosexualismo y ciertos indicios de machismo exacerbado. Claro que todo eso es parte también de su vida y conducta, pero no es el Delon que va a quedar como legado.
El galán se ha ido. La sensación de pérdida de un ícono del cine, la elegancia y el glamour, de un referente obligado de varias generaciones que siguieron sus pasos con idolatría, constituye un golpe devastador para la cultura contemporánea.
Su magisterio de talento y seducción es una escuela que no va a perecer, al menos entre los que sigamos creyendo en el hechizo transformador de la belleza.