Rigondeaux gana el fajín en pelea deslucida
Por ALBERTO AGUILA
– En la que quizás sea la pelea de su vida, el guantanamero Guillermo Rigondeaux ganó el fajín interino de la categoría supergallo (122 libras) de la Asociación Mundial de Boxeo tras vencer al panameño Ricardo “Maestrito” Córdoba por decisión dividida.
El pleito celebrado en el Cowboy Stadium, de Dallas, fue como para bostezar y prácticamente no hubo ningún intercambio de golpes que pusiera en pie al público que colmó el Coliseo de Dallas y a los millones de aficionados que pagaron para ver la cartelera por TV. Todos se quedaron con las ganas de ver un combate, donde al menos uno de los dos hiciera algo para mostrar cualidades de guerrero.
Durante los primeros cuatro asaltos, el cubano intentó llevar el ataque sin presionar a un púgil que le superaba en alcance y estatura, pero que no tuvo un certero plan de combate.
En el quinto, “Rigo” conectó un izquierdazo en un lateral del cuerpo de su oponente, llevándolo a poner una rodilla en la lona con el consabido conteo de ocho segundos. A partir de ese instante, el muchacho residente en Miami equivocó el tren de pelea y en lugar de rematar a su rival, retrocedió todo el tiempo, conectando intemporales golpes efectivos, sin lucir las combinaciones que le hicieron reinar en el mundillo amateur con títulos de todos los colores.
Fue en el sexto asalto cuando el “Maestrito” consiguió meter una derecha corta al mentón del cubano, quien trastabilló ligeramente, pero tampoco hizo nada más o no supo obligar al intercambio de golpes.
La pelea se mantuvo con ese mismo ritmo, sin sal ni pimienta, lo que provocó murmullos de desaprobación por un público acostumbrado a ver peleas profesionales en las que las golpizas están a la orden de la noche.
Un par de jueces vieron ganar al cubano y el otro -debe haber sido el panameño- le concedió increíblemente la decisión a su paisano.
Para el cubano, que ya tiene 30 años y más de 350 peleas, este enfrentamiento era vital, ya que el tiempo de su vida deportiva se acorta como también las grandes bolsas. En el boxeo actual, el dinero se lo ofrecen a los que tiran golpe tras golpe para complacer al público -acostumbrado a pagar por los pendecieros. Es triste, pero atrás quedaron los artistas del ring.
Pacquiao, el magnífico
La refriega estelar sirvió para mostrar en todo su esplendor al fenomenal filipino Manny Pacquiao, quien en otra de sus grandes noches y casi “sin despeinarse” acribilló al mexicano Antonio Margarito para llevarse la corona de las 154 libras del Consejo Mundial de Boxeo.
Desde que comenzó el combate, el multicampeón lo manejó a su gusto con rápidas entradas y salidas. Durante los 12 rounds mostró todo su arsenal con múltiples ráfagas de golpes que a muchos nos hizo recordar aquella velada en mayo de 1951, cuando el cubano Kid Gavilán destrozó para siempre a Johnny Bratton y ganó la corona de los pesos welters.
Para el gong del quinto round, Margarito ya mostraba su pómulo derecho inflamado, por los izquierdazos del “tsunami” asiático, aunque con la valentía característica de los aztecas tiraba combinaciones de jabs de izquierdas con derechas rectas, que no mellaron nunca el rostro del ahora diputado de Filipinas.
Pacquiao martilló constantemente sobre la mejilla de Margarito para cobrar la ofensa del mexicano, que días antes se mofó, según un vídeo, de las manos teblequeantes de su entrenador Freddie Roach, quien padece de Parkinson.
En el séptimo, después que un médico observara el pómulo herido e hinchado como el “globo de Cantoya”, Margarito gastó todos su proyectiles buscando un impacto salvador, pero su contrario arreció el ataque con un vendaval de golpes -que a veces llegaron hasta 12 seguidos- ante una multidud enardecida, puesta de pie para observar la demolición del mexicano.
Con más estatura y 17 libras más que su rival, Margarito nada pudo hacer ante el mejor boxeador de la década.
Los seconds del golpeado boxeador quisieron parar el desigual enfrentamiento en el décimo y en el onceno rounds, porque ya se le dificultaba la visión, pero el mexicano no aceptó. (Al terminar el combate se le diagnosticó una fractura del hueso del pómulo).
Así las cosas, el empecinado Margarito recibió una de esas palizas que se ven poco, zarandeado por todo el ring. El nuevo monarca ganó ampliamente por decisión unánime, con todos los rounds a su favor.