Puños dorados en la memoria: Excampeón mundial Wilfredo Gómez no viajará a Cuba por razones médicas
Tengo una propuesta: destinar una parte del jugoso monto que obtengan los cubanos en la Noche de Campeones en La Habana a los "sobrevivientes" del histórico equipo de 1974 y seres queridos de los nueve púgiles ya fallecidos.
Por Miguel Hernández Méndez
Fuentes cercanas al exboxeador Wilfredo Gómez me comentaron que la Confederación Panamericana de Boxeo había enviado al ídolo boricua, hoy con 67 años. una invitación para asistir a la celebración del aniversario 50 del Primer Campeonato Mundial de Boxeo Aficionado de la AIBA, esta semana.
Pero por recomendación médica no pudo hacer el viaje a La Habana.
Su edad actual me hizo recordar que fue con 17 años el púgil más joven del torneo. Toda una sensación. En La Habana conseguiría su primer título mundial de su brillante carrera; pocos meses después firmaba como profesional y conquistaría más fajas mundiales en los pesos menores donde reinaba.
Fue monarca del orbe en tres categorías. Y empezaron a llamarle “Bazooka”. Tuvo un récord entre los rentados de 44 victorias (42 por nocaut), tres derrotas y unas tablas. En la final habanera resultó demasiado para el habanero Jorge Luis Romero, a quien le propinó tres caídas para ganar antes del límite. (El video del combate acompaña este artículo).
Era muy guapo Romero. Ya en su retiro padeció tempranamente del Mal de Parkinson. En algunas ocasiones lo encontré en la sala de rehabilitación del hospital ortopédico “Frank País”, en La Lisa, municipio donde vívía. Murió a los 66 años en 2020.
A mi juicio Wilfredo debió ser escogido el Mejor Boxeador del Mundial, pero la distinción se la otorgaron al soviético Vassily Solomin, un técnico boxeador, pero no a la altura del chico de San Juan. Influencias de la era soviética en el ring tropical. A Wilfredo lo volví a encontrar en junio de 1976 en el “Cardín” de Pinar del Río (que pasó a la historia como el de “la bronca entre Teófilo Stevenson y Angel Milián“). Yo fui allí bajo la tutela del querido colega y exboxeador Manolo Cabalé a “entrenarme” para los Juegos Olímpicos de Montreal del mes siguiente. Ya profesional, el boricua quiso estar junto a la delegación de Puerto Rico que tenía entre sus entrenadores al padre de José Luis Vellón, el otro puertorriqueño medallista (bronce) en el Mundial habanero y que luego se “cubanizó” al conseguir una beca del gobierno en el Instituto de Deportes y Cultura Física “Manuel Fajardo”.
Vellón fue entrenador en Camagüey, donde también hizo su familia. Nunca quiso firmar profesional. Y según me ha dicho por seguir los consejos de su padre, que se había criado en Nueva York y no creyó beneficiosas las reglas del juego del profesionalismo -que había conocido en la ciudad de los rascacielos- para él y sus hermanos. Vellón estimaba que le fue útil el consejo del padre al ver la suerte que corrieron varios de sus amigos dentro y fuera del ring.
Wilfredo volvió a La Habana en 2009 y aunque lo saludé en el Hotel Nacional a propósito del documental sobre su vida que se exhibió en el Festival de Cine Latinoamericano, no pudimos hablar por la secuela que aún padecía de un fuerte impacto que recibió en la tráquea en uno de sus últimos encarnizados combates.
Wilfredo y su único hijo recibieron con agrado días atrás la invitación del viaje a La Habana, pero los médicos que lo atienden consideraron que no era recomendable que lo realizara en estos momentos cuando se intenta la recuperación de sus afectadas condiciones de salud. Junto al uzbeko Rufat Riskiev y el ugandés Ayub Kalule, Wilfredo es uno de los tres únicos sobrevivientes entre los 11 campeones de aquel primer Mundial. No sé si Riskiev (74 años) y Kalule (70) habrían sido contactados.
Desafortunadamente los demás han muerto entre ellos los cinco cubanos monarcas: Teófilo Stevenson (60 años), Jorge Hernández (64), Douglas Rodríguez (62), Rolando Garbey (76) y Emilio Correa (71). Además, Solomin (44), el yugoslavo Mate Parlov (60) y el estadounidense Howard Davis (59). De los 44 medallistas en las 11 divisiones disputadas, 24 ya han fallecido.
Tengo una propuesta: ¿Por qué no extender también algo del dinero que reciban los boxeadores cubanos en la “noche de campeones” a los dos únicos peleadores sobrevivientes de aquel equipo de 1974 y a las familias de los nueve que ya no están?
Cuba ganó cinco medallas de oro, una de plata y dos de bronce. Estos dos últimos metales correspondieron a Luis Echaide, muerto con 46 años, y Mariano Álvarez quien junto a Alejandro Montoya, ambos santiagueros, son los dos únicos boxeadores vivos de aquella histórica selección dirigida por Alcides Sagarra y Sarvelio Fuentes, ambos también entre nosotros.
Álvarez perdió en semifinales con Howard Davis quien dos años después se proclamaría campeón olímpico en Montreal 76. Tuve la oportunidad de seguir presencialmente aquel torneo junto al ring de la Arena Maurice Richard, donde Estados Unidos presentó, a mi juicio, el mejor plantel hasta nuestros días. Davis dedicó su medalla a su madre fallecida en fecha reciente. Fue distinguido el mejor púgil del certamen; sin embargo, su compañero Sugar Ray Leonard fue quien debió serlo.
En marzo de 1974, Alvarez y Montoya habían sido bronce en 57 kg y oro en 75 kg en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Santo Domingo, donde también se coronaron Jorge Hernández (48 kg), Orlando Palacios (60 kg), y Stevenson (+81). En la cita quisqueyana subiría a lo más alto del podio, Wilfredo Gómez (54 kg), para anunciar lo que sucedería seis meses después. Vellón estaría en el estrado con plata al perder con Palacios, y este año 2024, en junio, recibió por parte del Senado de Puerto Rico y junto a Gómez, un homenaje por el cincuentenario de ambos logros deportivos. Vellón, que es en la actualidad vicepresidente de la Federación Puertorriqueña y un fuerte crítico de la actual situación enrarecida del boxeo olímpico, llegó a La Habana este domingo en su condición de medallista del Mundial de La Habana, me confirmó una fuente de la IBA.
La IBA dispondrá de alrededor de medio millón de dólares de recompensa a la faena de los boxeadores en esta Noche de Campeones. Casi seguro estoy que la mayor tajada de la bolsa se la llevarán los cubanos. Es por ello que desearía reiterar esta propuesta personal al diputado-pugilista Julio César la Cruz para que intente llevarla a la realidad: que una parte del dinero recaudado la noche del 27 de agosto por los representantes cubanos sea destinado también a quienes hicieron historia en momentos en que hablar del profesionalismo era un pecado. Me refiero a tener una acción generosa con Mariano Álvarez y Alejandro Montoya, con los familiares de los boxeadores ya fallecidos, y con los entrenadores que acompañaron a esta legendaria selección.