El penúltimo canje de la Guerra Fría
Por Alcibiades Hidalgo*
De la misma cárcel del Hospital Militar Carlos J. Finlay en La Habana donde el estadounidense Alan Gross cumple esta semana cinco años de prisión, salió en marzo del 1989 el sargento surafricano Johan Papenfus para ser canjeado por tres cubanos capturados en la guerra de Angola.
Papenfus cayó prisionero de las tropas cubanas el 4 de mayo de 1988 en Donguena, un sitio perdido de la geografía angolana, cercano a la frontera con Namibia, cuando su transporte de tropas Casspir, parte de una columna de 12 vehículos blindados, fue inmovilizado por un proyectil antitanque. En el choque, donde los surafricanos perdieron cuatro vehículos, murieron cinco soldados cubanos y siete surafricanos, según distintos testimonios. Un día antes, en Londres, representantes de África del Sur, Angola y Cuba habían dado inicio bajo la mediación de Estados Unidos a las negociaciones que pondrían fin a la presencia militar cubana en África y al dominio de Pretoria sobre Namibia. Yo fui el portavoz de Cuba durante ese proceso diplomático y tras llegar a un acuerdo, supervisé en Namibia, junto a la ONU, la retirada surafricana.
Orden de Fidel Castro
Herido por la metralla que le desgarró una nalga, el prisionero Papenfus fue trasladado con urgencia a Cuba para recibir atención médica. Nunca había ocurrido algo así en la larga guerra de Angola. La oportuna captura en combate de un soldado blanco surafricano y las circunstancias de su herida ofrecían a Cuba otra carta negociadora.
–“Tráiganlo de inmediato. No podemos confiarlo a los angolanos…”, urgió Fidel Castro cuando examinaba pocos días después los pormenores de la próxima ronda de conversaciones, que se celebraría de inmediato en El Cairo.
Bernardo Heredia “Shogun”, el soldado que acertó su disparo de RPG7 contra el legendario Casspir, el vehículo antiminas diseñado por África del Sur para dominar las praderas, fue condecorado como un héroe de guerra y Johan Papenfus llegó procedente de Luanda, como una rara mezcla de VIP y POW, a la terminal militar del Wajay, unas instalaciones alejadas de la vista pública a unos tres kilómetros de la terminal aérea principal del aeropuerto de Boyeros.
Menos de un año después, tras frenéticas rondas negociadoras en tres continentes y a punto de concluir la guerra, el joven sargento surafricano en esa misma pista subió por sus pies y celosamente custodiado a bordo de un IL62 de fabricación soviética. Iba de regreso a África, de la mano de los negociadores cubanos, para ser canjeado por otros prisioneros de guerra.
En desolado paraje
El intercambio fue concertado en la frontera entre Angola y Namibia, cerca del poblado de Ruacaná. De su lado, los surafricanos erigieron una larga tribuna que ocuparon docenas de funcionarios coloniales y oficiales de alto rango y sus esposas, vestidos todos con sus mejores galas, como para una misa dominical en el polvoriento y desolado paraje.
Tras breves declaraciones de ambas partes bajo un sol calcinante se levantó finalmente la endeble barrera fronteriza y bajo ella cruzaron los prisioneros. Tres soldados cubanos entregados por la UNITA a África del Sur y catorce militares angolanos, entre ellos un piloto, caminaron hacia el territorio de Angola, mientras Johan Papenfus iba al encuentro de los suyos. El cruce de la larga fila de 17 hombres, casi todos negros, frente a un solo soldado surafricano motivó aplausos en la tribuna.
Rodolfo Estévez Lantigua, Raúl Estela Martell y Luis Milla González, los únicos cubanos reconocidos como prisioneros de guerra en poder del enemigo, habían sido capturados por la UNITA en distintas circunstancias. Lantigua, un mulato alto de mirada extraviada que había olvidado el español, permaneció seis años en poder de Jonas Savimbi quien ordenó quebrarle los dedos de ambas manos como castigo por protestar contra los maltratos de su cautiverio.
Raúl Castro, con probada experiencia en la toma de rehenes desde su primer secuestro de estadounidenses en una carretera de Guantánamo en junio de 1958, debe haber valorado las similitudes entre los casos de Papenfus y Gross. En definitiva, su actual ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, el general Leopoldo Cintras Frías, era el jefe de la Agrupación de Tropas del Sur, el área donde ocurrió el impecable intercambio. Más aún, los generales Abelardo Colomé y Carlos Fernández Gondín, hoy al frente del Ministerio del Interior que escogió a Gross como víctima propiciatoria, desde sus jefaturas en la Contrainteligencia Militar de la época movieron los hilos que llevaron a Papenfus a Cuba para ser curado y de vuelta a Angola para ser canjeado.
Entre Papenfus y Alan Gross
Es difícil encontrar otros paralelos entre los casos de Johan Papenfus y Alan Gross. El surafricano, un militar profesional capturado herido en un campo de batalla, era a todas luces un prisionero de guerra y fue tratado como tal. Gross, arrestado en 2009 cuando regresaba a Estados Unidos después de su quinto viaje a la isla, sin haber sido nunca interrogado por la celosa aduana cubana, clasifica mejor como un rehén del pulso político entre Washington y La Habana.
Los “actos contra la independencia o la integridad territorial del Estado” por los que fue condenado a quince años de prisión en marzo de 2011 consistieron en la entrega de equipos para crear redes de internet fuera del control gubernamental a comunidades hebreas de La Habana, Santiago de Cuba y Camagüey. Los fiscales ni siquiera intentaron demostrar al tribunal cómo las reducidas instituciones judías, que han vivido en un virtual estado de sitio desde la ruptura de relaciones con Israel ordenada por Fidel Castro en 1973, hubieran podido amenazar de alguna manera la estabilidad nacional navegando por la web.
Según consta en los propios documentos de la fiscalía, la policía política cubana conocía la labor de Alan Gross desde su primer viaje, a mediados de 2004, cuando entregó una cámara de video y medicamentos a un líder masón que resultó ser agente de la Seguridad del Estado y testificó en su contra.
Desde su encarcelación La Habana ha pedido la luna a cambio de liberar a Gross: el canje por tres espías cubanos, condenados a largas penas de cárcel en Estados Unidos. Uno de ellos, jefe de la red y vinculado con la muerte de cuatro personas, cumple dos sentencias de cadena perpetua, ratificadas por apelaciones en todas las cortes competentes. La Casa Blanca ha reiterado la desproporción del canje que congeló durante cinco años, los mismos que Gross ha cumplido en prisión, todo avance en las relaciones de Estados Unidos y Cuba. Cualquier parecido con la Guerra Fría no es pura coincidencia.
* Ex embajador de Cuba en Naciones Unidas y ex jefe de despacho de Raúl Castro. Participó en las negociaciones para el término de la guerrra en Angola. Escapó a Estados Unidos en el 2002. Este artículo apareció en el periódico chileno La Tercera y se publica en CaféFuerte con el consentimiento de su autor.
Nota relacionada: