Código Marcos, una película hecha para transformar

Este documental, realizado en España por las directoras cubanas Patricia Pérez y Liena Cid, es un conmovedor llamado de alerta para explorar el mundo de una persona autista.

Código Marcos, una película hecha para transformar
Escena del documental "Código Marcos", de Liena Cid y Patricia Pérez. Foto: Cortesía La Terraza Films y FreeMedia.

Por Jaime Masó Torres

Conmovedora, sí. Rigurosa y bien contada, también. Código Marcos (2024), documental de las realizadoras cubanas, Patricia Pérez y Liena Cid, residentes en España, supera cualquiera de estos calificativos que ahora nos sirven para elogiar la obra que ambas construyeron.

Una vez visto el documental obviamente, cada espectador construirá su criterio ―siendo experto o no de los lenguajes del cine. Pero lo que sí todos podrán reconocer es la sensibilidad de la historia y el llamado de alerta que nos hace a los que todavía no hemos explorado, con seriedad o por escasa información, el mundo de una persona autista.

Hay disímiles documentales contados desde esta óptica, todos con estilos y narraciones distintas. Si en La memoria infinita (Maité Alberdi, 2023) nos colocamos frente a frente con el Alzheimer que padece Augusto y el día a día de su pareja Paulina, en Código Marcos ese relato de la transformación que va pasando con el protagonista y su hermano nos llega de forma diáfana, con humor, dejándonos entrar en la intimidad de ellos, lo que juega a favor de la obra.

Hace unas semanas Código Marcos comenzó su distribución dentro de España y se espera una distribución internacional. “Aunque sería fantástico que se viera en Cuba, la situación en el país está tan difícil en todos los aspectos que ahora mismo no soy capaz de imaginar cómo”, dice Pérez.

Con ambas realizadoras conversó CaféFuerte, buscando, de manera individual, algunos criterios sobre la película de 80 minutos, producida por La Terraza Films y FreeMedia.

Grabarse día a día, como simple registro familiar, o con vistas a conformar un producto audiovisual en el futuro, tiene todavía entusiastas y adversarios en ambos polos. En tu caso, ¿en algún momento te viste tentada a frustrar el proyecto, en aras de proteger la intimidad de la familia? ¿Cómo manejas el hecho de que ahora una obra tan íntima y sensible signifique, para algunos, un producto comercial?

LIENA CID: Es curioso que esta pregunta siempre me la hacen los hombres. Me hace pensar en cómo se siguen proyectando ciertas miradas sobre quién tiene derecho a narrar desde lo íntimo, y con qué propósito. El cine documental independiente no es cine comercial, aunque a veces algunos no distingan la diferencia. Mi película no es un producto hecho para vender: es una obra hecha para transformar. Y si alguien no lo entiende, tal vez es porque no conoce ni el medio ni su propósito. Vivimos en una época donde la exposición de lo privado está en todas partes, pero muchas veces carece de sentido. Yo elegí mostrar fragmentos de nuestra intimidad no para entretener, sino para abrir conversaciones necesarias. Lo hice con un objetivo claro: cambiar miradas, derribar prejuicios, crear empatía. Y para lograr eso, a veces hay que asumir riesgos. Lo íntimo, cuando se ofrece con conciencia y propósito, puede ser profundamente político. Por otro lado, soy muy cuidadosa con la exposición de mis hijos. En redes, por ejemplo, sus rostros nunca aparecen. Ahora, con la promoción de la película, aparecen a través de las secuencias que se han seleccionado para la promoción, también cuando van a algún pase y participan del coloquio. Sé muy bien lo que muestro y lo que reservo. Y esa distinción no siempre se entiende desde fuera. Pero insisto: lo importante no es lo que se muestra, sino por qué se muestra. Y el cine documental, cuando es honesto, siempre nace de una necesidad vital. Esta película era necesaria. Para mí, para ellos, y para muchas familias como la mía.

Escena del documental Código Marcos.

Como siempre sucede, hay valoraciones y criterios encontrados con el documental. Si bien la historia de Marcos es el hilo conductor, la de Pablo no deja de ser una trama altamente importante: su trato amoroso, inteligencia y los cambios físicos de la adolescencia. ¿Todo ello fue planteado desde el primer momento?

PATRICIA PÉREZ: Nunca imaginamos esta película sin Pablo. Su punto de vista fue importante desde el inicio mismo del documental. La mayoría de las películas que hemos visto se enfocan en el niño neurodivergente o en sus padres, pero los hermanos tienen muy poco espacio, a pesar de que la mayoría de las veces tienen mucha implicación en la dinámica de la familia. Y esto es algo que Liena se preguntaba a menudo si estaba haciendo bien. Como madre debe ser muy complejo tomar una decisión respecto al grado de implicación que debe tener el hermano o la hermana. Nosotras necesitábamos, al menos, observar qué pistas nos daba Pablo. Y a mí en lo particular, la película me permitía acercarme a uno de los momentos que más le he dado vueltas. Ese en el que el niño se vuelve adolescente y necesita alejarse de sus padres para crear su propia identidad. Me parece un momento crucial en la vida de cualquier persona, y a la vez tan difícil de aceptar para los padres. En alguna forma, mientras hacíamos el documental sentía que estaba acompañando a Liena en el proceso (bastante doloroso) de soltar y confiar en Pablo. Tuvimos mucha suerte de grabar la primera conversación entre Pablo y Liena, cuando Pablo estaba a punto de cumplir los 12 años y estaba en el umbral entre la niñez y la adolescencia. Poco tiempo después empezó a transformarse mucho más rápido de lo que nosotras previmos. Y eso ha sido un verdadero regalo para la película.

Código Marcos se distingue por unos planos muy bien fotografiados, además de una envidiable edición. ¿No rompe esto, de cierto modo, con esa estética realista heredada del free cinema? ¿Qué respondes a quienes todavía ponen en duda la espontaneidad de la historia porque no ven, necesariamente, una cámara en mano o planos menos cuidados?

PP: En Código Marcos hay bastante más planos espontáneos y poco cuidados, que muy bien fotografiados. Así que me alegra que tu percepción sea la de que la película se distingue por planos muy bien fotografiados. No he hecho un balance entre unos y otros, pero creo que la mayoría de los planos han sido grabados cámara en mano y con absoluta espontaneidad. Es cierto que hay momentos en que nos acompañó Heidi Hassan, que es una directora de foto maravillosa porque a pesar de tener muy pocas posibilidades para hacer algo hermoso, lo consigue. Cuando digo pocas posibilidades, me refiero a que siempre intentamos incidir lo menos posible en el cotidiano de la familia, porque la más importante para nosotras era intentar que nuestra presencia les afectara lo menos posible. Pero la verdad es que los cuatro –aquí incluyo también al abuelo– no se sentían intimidados por la cámara, estaban muy acostumbrados a esa presencia en sus vidas. Lo que sí no es para nada azaroso es el montaje. Ha sido un trabajo de casi dos años, en el que me parecía que estaba bordando en lugar de editando. Y en donde muchas veces la elección para editar o no editar una escena consistía precisamente en que algo se volvía de repente artificial. La película expulsaba cualquier artificio. Sentía que el montaje tenía que hacerle honor a la entrega y a la autenticidad de esta familia.

¿Cuántas fortalezas ha alcanzado la madre típica y la artista a partir de Código Marcos? ¿Ha impulsado esto a la realización de otros proyectos?

LC: La madre típica, la mujer, la migrante ha alcanzado la fortaleza de encontrarse consigo misma, ha podido aceptar e integrar sus sombras. Ha ganado confianza en sí misma, inspiración, motivación.  Es muy pronto para hablar del posible impulso a nivel profesional, la película se ha estrenado hace apenas dos semanas. Se abre en el horizonte la posibilidad de mostrarla en entornos educativos universitarios, para futuros terapeutas, profesionales de la salud y la educación. Este público, en específico, ha mostrado un interés especial. Para ellos, la película representa una oportunidad única de entrar en la familia, de poder ver realmente cómo es por dentro la dinámica familiar. Para ellos es un material con el que no han podido contar hasta ahora y les resulta de gran interés. Una de mis sensaciones en el trato con los profesionales (y frustraciones también) era toparme una y otra vez con un muro invisible que tenía que ver con el desconocimiento de la emocionalidad tan compleja a la que me enfrentaba como madre. La película también buscaba este encuentro con todas esas personas que se forman para trabajar con nuestros hij@s y que desconocen cómo se vive desde dentro del hogar esta realidad. Este parece ser el siguiente paso, al menos es el que está abriendo de manera natural. Pero aún es pronto para que existan otros proyectos en el futuro impulsados por la película.

A la altura del minuto 49 expones frente cámara, sin poses ni discursos, tus miedos y tristezas. Ese contexto invalidante al que te refieres, digamos la sociedad en su conjunto, ¿crees que ha cambiado la percepción frente al autismo? 

LC: Ha cambiado, pero no es suficiente, falta mucho. En estos momentos, siento que la primera etapa de la vida de los niñ@s autistas está más cubierta en todos los sentidos. Pero una vez iniciada la adolescencia, el camino es tan árido y desierto como cuando empecé este recorrido con Marcos. Siento que tengo que volver a hacer todo el trabajo de nuevo y me encuentro con menos fuerzas, más agotada. Hay muchas cosas que no se muestran en la película y que hice movilizando una energía y una fuerza que ni sé de dónde la saqué. Marcos tuvo una infancia lo más parecida a la de cualquier otro niño. Era invitado a cumpleaños, tenía amigos, cursó la primaria en un colegio de educación ordinaria. Pero nosotros, como familia, hicimos el extra, lo que no hace el colegio, ni los servicios sociales, ni nadie. Fue muy trabajoso y agotador. Teníamos la satisfacción de verle siendo uno más, pero estaba todo sobre nuestras espaldas. Eso tiene que cambiar. Los padres de niñ@s con discapacidad no podemos ser formadores, terapeutas, divulgadores y padres a la vez.

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