Testimonio desde La Habana: Guillén Landrián y la censura que no cesa

La presentación del documental "Landrián", de Ernesto Daranas, en la Fundación Ludwig de Cuba, derivó en un lamentable acto de censura contra la periodista independiente Yania Suárez, cuando trató de indagar sobre un episodio olvidado en la biografía del cineasta.

Testimonio desde La Habana: Guillén Landrián y la censura que no cesa
El cineasta cubano Nicolás Guillén Landrián (1938-2003).

Por Yania Suárez

No me gustan los escándalos. Si alguno me ha involucrado en estos 10 años de independencia ha sido muy a mi pesar. Prefiero la reposada lectura de Cervantes y la conversación con los difuntos de Quevedo. Esto lo prueba mi poco acceso a las redes y las nulas directas.

Lo digo, aunque sé que las lenguas maliciosas harán oídos sordos. Lo digo porque la denuncia que vengo a hacer tiene como móvil más la verdad y la decencia en la cultura cubana que mi propia persona.

Hoy participé en el visionaje y debate del documental Landrián, de Ernesto Daranas, llevado a cabo en la Fundación Ludwig de Cuba, en La Habana. El filme está dedicado a la figura del cineasta y artista plástico Nicolás Guillén Landrián, expulsado del ICAIC, enviado a prisión y censurado en el país. Falleció en Miami en 2003.

Cartel promocional de la presentación del documental Landrián en la Fundación Ludwing de Cuba.

Tenía mis preguntas. Dejé que otros hablaran, entre ellos Helmo Hernández, director de esa fundación, la cual declaró “espacio de culto a Guillén Landrián” “pionera en la difusión de su obra” y “baluarte de 30 años contra la censura”. Palabra más, palabra menos.

Al llegar mi turno quise saber por qué hay una oscuridad biográfica, sobre todo, en la década de los 80s, en torno a Landrián ¿Por qué se silencia, por ejemplo, su relación activa con el Comité de Derechos Humanos de Ricardo Bofill y su muy probable pertenencia a esa organización?

Su viuda, Gretel Alfonso, quien ha sido la líder del relato biográfico de Landrián, trató de rebatir lo mejor que pudo mi dictamen. Pero yo tenía pruebas documentales. Todas han sido consignadas, con la mayor seriedad de la que soy capaz, en mi investigación “Recuperar a Landrián: restaurarlo completo“, publicada en Hypermedia Magazine el pasado año.

Pues bien, en el momento en que refería a los presentes el relato de la participación de Landrián en la Primera Exposición de Artistas (o Arte) Disidentes, frente a Jalisco Park, en 1988, en el momento en que iba recordando cómo había sido la exposición, cómo habían instalado un micrófono para denunciar las víctimas de los desaparecidos, cómo hubo un acto de repudio, Helmo Hernández me detuvo muy descompuesto, acusándome de ser pagada por alguien para introducir una agenda en su espacio.

Casi histérico se negó a permitir ese tipo de cosas que yo estaba haciendo. La sonidista tumbó los micrófonos. Helmo me quitó el derecho a la palabra. Yo le riposté que era un hipócrita, que alardeaba mucho de defender la libertad de expresión y repeler la censura -de la cual Guillén Landrián es una de las peores víctimas- pero actuaba igual que los censores. Desde luego, yo sé que la Fundación Ludwig, cuya jefatura radica en Estados Unidos, se dedica a traer americanos del mundo académico y cultural para mostrarles una Cuba plural y diversa, distinta a aquella de la propaganda contrarrevolucionaria (dicen que hasta Johnny Depp ha estado allí; muchos famosos foráneos la visitan, Helmo se precia de ello en público frente al gobernante Miguel Díaz Canel).

En definitiva, me expulsaron del lugar. Antes de irme le dije a Helmo que estaba realizando la censura ad hominem, atacando al mensajero y no al mensaje, que es la práctica más común de la censura.

Lo escribo para dejar constancia de la medianía y la falsedad de ciertas puestas en escena que, desde la revolución, aparentan democracia. El único objetivo de estos circos es el siguiente: vender a los próximos ilustres y distraídos visitantes extranjeros la apariencia de un disenso admitido “dentro de la revolución”. Sin embargo, cuando remueves un poco la máscara, aparece el censor de siempre: ese que te acusa sin conocerte de mercenaria, ese que no quiere oír nada de datos, de pruebas documentales, que quiere que te vayas. Ese que ha jodido a Cuba durante 66 años, y que jodió también a Landrián.

Muchos de sus fanáticos de salón institucional de hoy, ayer hubieran vuelto la cara ante el castigo a Landrián y hasta lo hubieran aprobado, acusándolo de mercenario al servicio del imperio, como miembro del Comité Cubano Pro Derechos Humanos.

Tengo el audio de la discusión. Pero como no me gusta el escándalo, por el momento no voy a publicarlo.

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