Cuba: Los marxistas de conveniencia

La crisis cubana no es económica, es política. No se soluciona con recomendaciones de economistas y politólogos, sino con la voluntad ciudadana de dejar de ser excluida por el poder.

Cuba: Los marxistas de conveniencia
El marxismo convertido en patrimonio cubano, según afirma el discurso oficial. Primer Congreso del PCC, 1975. Foto: MINREX.

Por Alina Bárbara López Hernández*

Ayer conversaba con un amigo de lo penosa que resulta la mezcla de aparente ingenuidad, demagogia y falta de rigor científico y compromiso social evidenciada en ciertos profesionales cubanos de las ciencias sociales.

Algunos de ellos presumen de un historial revolucionario, se consideran herederos de una historia de la que no se puede abdicar, incluso, acusan desde una falsa superioridad moral a los que no coincidimos con sus criterios de haber renunciado a ideales sagrados, o de ser mercenarios de agendas extranjeras; pero cuando analizas sus argumentos, estos carecen de sustento, coherencia y ética.

Insisten esas personas en que lo que el gobierno cubano necesita es acabar de atender las recomendaciones, consejos, hojas de ruta y voluminosos dossiers presentados por parte de economistas, politólogos, analistas políticos y otros profesionales afines, para lograr salir de la profunda crisis y encaminar de una vez al país por cauces exitosos. Se quejan de no ser atendidos y vuelven a solicitarlo, una y otra vez. Y así, eternamente.

Por lo general, se declaran seguidores fieles del marxismo; sin embargo, en sus análisis siempre está ausente la categoría central aplicada por Marx al análisis de la sociedad y al devenir de la historia: el problema del poder.

Son marxistas para lo que conviene, pero jamás para entrarle al tema de la crisis cubana a fondo. Pueden ver los árboles y no el bosque, asumir el fenómeno sin apreciar la esencia y tomar lo aparente por lo real. Sería pertinente recordarles esta frase de Marx: “La manera cómo se presentan las cosas no es la manera como son; y si las cosas fueran como se presentan la ciencia entera sobraría”.

Los que conforman el grupo de poder que dirige Cuba no son idiotas ni están sordos, simplemente tienen “intereses de clase” y los defienden de diverso modo: ignorando las recomendaciones de sus consejeros o reprimiendo el disenso. Son maneras diferentes de reaccionar pero su fin es el mismo: defender sus intereses de clase, que son contrarios a los intereses de la mayoría.

El problema del poder debe ser diagnosticado respondiendo sobre todo a estas cuestiones:

1 ¿Qué tipo de relaciones de propiedad conforman el núcleo de las relaciones de producción y determinan por tanto la dirección de la economía?

2 ¿En qué tipo de estructuras políticas se sustenta la clase que detenta el poder económico?

3 ¿Es posible influir desde abajo para modificar o influir al menos en la transformación de esas estructuras políticas?

Al tema me he referido en varios textos, uno de ellos fue «Pulgas o Dragones», de seis años atrás, allí expliqué:

“En Cuba se manifiesta un estancamiento de las fuerzas productivas, reprimidas por relaciones de producción que se deciden a nivel político, por ello, sin cambios en esa esfera no avanzaremos. El marxismo considera como una ley la correspondencia entre las relaciones de producción y el carácter de las fuerzas productivas, pues cuando no se manifiesta tal correspondencia, se abre un camino que puede determinar la transición de un régimen social a otro.

“En la economía cubana nada es verdaderamente lo que parece. Las relaciones de propiedad, núcleo de las relaciones de producción, se manifiestan como una mistificación de la realidad: la propiedad socialista no es verdaderamente social, ya que ha sido suplantada por una propiedad estatalizada que escapa al control de los trabajadores; y la propiedad privada —reconocida en la Constitución— no es suficientemente privada, dados los excesivos obstáculos con que la rodean las determinaciones políticas. La propiedad cooperativa no despliega sus alas a pesar de todas las declaraciones y lineamientos que en el mundo son.

“Este no ser realmente lo que se pretende nos ha llevado a un punto de inmovilidad”.

Creo que el diagnóstico de entonces fue correcto.

No son recomendaciones ni dossiers lo que faltan. Lo que se necesita es resolver el problema del poder, y eso, gústele a quien le guste y pésele a quien le pese, requiere un profundo cambio político que dependerá de nuestra actitud cívica.

Y cierro con Martí, que lo dijo alto y claro al director de La Nación en una carta del 19 de enero de 1883: “Todo poder amplia y prolongadamente ejercido, degenera en casta. Con la casta, vienen los intereses, las altas posiciones, los miedos de perderlas, las intrigas para sostenerlas”.

Esa es la esencia de la crisis nacional: no es económica, es política. No se soluciona con recomendaciones y dossiers de economistas y politólogos, sino con la voluntad ciudadana de dejar de ser excluida por el poder.

**Profesora e historiadora cubana, residente en Matanzas. Fue acusada y condenada por desobediencia en un juicio amañado en noviembre de 2023 y es víctima frecuente de hostigamiento por parte de la policía política.

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