Padre José Conrado: Hemos vivido en la mentira y ahora no sabemos encontrar el camino de la verdad
Mensaje de Navidad del padre José Conrado Rodríguez Alegre, dirigido a sus feligreses, amigos y comunidades del exilio, evocando a Cuba y los pueblos de Venezuela, Nicaragua, Haití, Ucrania y el Medio Oriente.
A todos mis familiares y amigos, pero en especial a mis feligreses de Paula y sus comunidades del campo, y a mis antiguos feligreses de las comunidades que serví como párroco en San Luis, la Trinidad en Santiago, Sueño, San Pedrito y Cristo Rey, la Catedral, Santa Teresita, Palma y Contramaestre.
Y todas las comunidades del exilio que llevo visitando por más de 40 años.
En esta mañana de la Navidad, lejos de nuestro terruño, pienso y rezo por todos ustedes. Es difícil imaginar una época peor para nuestra gente, lloro por Cuba porque me duele Cuba. Me duele el dolor de mis hermanos.
¡Me vienen a la mente tantos recuerdos y el recuerdo de tantas personas!
Como pocos, he sido testigo del amor de los exiliados por nuestra gente en Cuba y el cariño y la añoranza de los que nos quedamos por tantos familiares y amigos que ya no tenemos junto a nosotros. Pienso que esta es una gran fortaleza de la nación.
Pensamos a veces que las carencias materiales, que las muchas escaceces son lo peor de nuestra vida en Cuba. Pero no es verdad: eso es terrible, pero no es lo peor. Hemos vivido sometidos a la presión del rechazo del otro, de la represión del diferente, al que se fue, al que se atrevió a disentir, y a decirlo. Y entonces los que nos dirigían inventaron los paredones de fusilamiento, las cárceles y la represión y su consecuencia, el miedo. Por este camino, que nació de creernos a un líder que nos gobernaba, y nos adoctrinaba con sus largos discursos llenos de violencia, llegamos a este callejón sin salida. Hemos vivido en la mentira y ahora no sabemos encontrar el camino de la Verdad.
Cambiemos de príncipe. Hoy nos nace un niño, frágil, indefenso y pobre. Totalmente desposeído de poder. Que nos amó hasta el extremo de negarse a sí mismo para que nosotros fuéramos. El nos habla un lenguaje diferente: “Ámense los unos a los otros como yo los he amado a ustedes”. El es el Príncipe de la Paz. El que venido a cambiar las armas de la guerra, en los arados y podaderas de la paz, en instrumentos de edificación y fecundidad, no de destrucción y de muerte. Al edificar caminos de comunicación y comunión, destruye las veredas de la violencia y de la guerra. Por eso, El trae la alegría para todos: “es la gran alegría para todo el pueblo”.
Frente al poder que aplasta, el servicio que libera; frente al afán de acumular, que nos cierra el corazón, el compartir que nos engrandece el alma. No al afán de figurar y de brillar, sino la igualdad que nos abre la puerta del corazón de los demás y nos permite ser humildes y pacíficos y nos lleva a respetar profundamente la dignidad y la libertad de los demás.
Martí nos enseñó a los cubanos que debemos desechar “el evangelio bárbaro del odio para poder hablar la dulce plática del amor”. Y eso debemos hacer.
Les hago llegar mi cariño y bendición.
“Cantemos la canción de la alegría, el canto alegre del que espera un nuevo día”. Les pido que recemos por Cuba, sin olvidar otros pueblos también crucificados: Venezuela, Nicaragua, Haití, Ucrania y el Medio Oriente…
Que Dios los bendiga. Feliz Navidad. Feliz 2025.