Trump en trance de incumplir promesa pacifista
La promesa formulada por Trump de parar la guerra entre Rusia y Ucrania, incluso antes de tomar posesión, se iguala en alarde a la estrategia del sesudo liderazgo de Washington, rector de la OTAN, para derrotar a Moscú.
Por Arnaldo Miguel Fernández
Luego de haber arrostrado la patraña de la Russia Collusion en su primer mandato, el presidente electo Donald Trump viene al reenganche afrontado la colisión con Rusia sobre cómo poner fin a la guerra en Ucrania.
La promesa formulada por Trump de parar la guerra entre Rusia y Ucrania, incluso antes de tomar posesión, se iguala en alarde a la estrategia del sesudo liderazgo de Washington, rector de la OTAN, para derrotar a Moscú en el doble frente militar y económico:
- “[Ucrania] puede ganar si dispone del equipo y apoyo adecuados (…) [Rusia tiene] justo lo contrario: fuerzas armadas muy por debajo de lo esperado y una economía que, como resultado de las sanciones [y] del éxodo masivo, está en ruinas” (Secretario de Defensa Lloid Austin, Polonia, 25 de abril de 2022).
Pentágono en llamas
Este criterio de Lloid Austin, general de cuatro estrellas al frente del Pentágono, se empina como argumento de autoridad sobre el sentido común de que Ucrania jamás podría ganar una guerra contra Rusia por razones históricas, geográficas, demográficas y hasta metafísicas. Sin embargo, la autoridad del argumento es aquella misma montada en una nube con que las Fuerzas de Seguridad y Defensa Nacional Afganistán aguantarían a los talibanes.
Pasada la euforia inicial, el avance de Rusia en Ucrania no ha sido ni será frenado por el equipo adecuado —desde los misiles antitanque Javeline hasta los misiles balísticos ATACMS, pasando por tanques, vehículos de combate de infantería, lanzacohetes múltiples (HIMARS), obuses, cazas F-16, sistemas PATRIOT de defensa antiarea y así por el estilo— ni por el adecuado apoyo de casi 300 mil millones de dólares hasta hoy, según el Instituto Kiel para la Economía Mundial.
Y justo lo contrario, Rusia es ahora la primera potencia militar en la escala fiable de U.S. News & World Report y la cuarta economía a escala global, con arreglo al índice de paridad de poder adquisitivo que calcula el Banco Mundial.
Apagón en la Casa Blanca
Al ganar las elecciones, Trump tiene que arrear con la guerra que Rusia principió porque el liderazgo sesudo de Occidente se atrevió a desestimar la advertencia de que Moscú jamás permitiría el ingreso de Ucrania en la OTAN.
Aquel liderazgo decidió entonces escalarla, bajo la premisa equivocada de que Rusia se vendría abajo, y acabó por estrellarse contra el muro de las realidades. El alarde pacifista del presidente americano electo nunca pasará entre el Escila ucraniano, que devora miles de vidas y millones dólares, y el Caribdis ruso, que absorbe en su remolino militar más muertos y territorios de Ucrania.
Putin se encamina indefectiblemente a ganar la guerra. La paz no vendrá de la noche a la mañana como resultado del arte de negociar de Trump, sino por efecto de la capitulación de Ucrania como único desenlace plausible en el teatro de la guerra. El propio Trump parece tener clara conciencia de la situación:
- “Ucrania ya no es Ucrania (…) Cualquier acuerdo, incluso el peor, habría sido mejor que este que tenemos ahora” (Mint Hill, Carolina del Norte, septiembre 25 de 2024).
- “[Zelensky] nunca debió dejar que la guerra estallara. La guerra es un fracaso” (PBD Podcast con Patrick Bet-David, octubre 17, 2024).
Sin embargo, el representante Mike Waltz (R–FL), nominado asesor de seguridad nacional por Trump, adelantó confiado:
- “[Vamos a] reforzar las sanciones contra la industria energética de Rusia, que esencialmente es una gasolinera con armas nucleares, (además) de ejercer otras presiones, como levantar las restricciones sobre las armas de largo alcance que suministramos a Ucrania” (Entrevista con Steve Inskeep para NPR, 4 de noviembre de 2024)
Waltz cifra su esperanza en la misma estrategia fallida que enunció Austin y queda al borde de la locura belicosa que ya Joe Biden acaba de ilustrar con el permiso a Volodimir Zelensky para atacar en profundidad a Rusia con misiles de largo alcance made in USA, como si nadie supiera que así la OTAN entra directamente en la guerra, porque Ucrania no tiene la tecnología ni el personal capaz de operar tales misiles. Zelensky disparó enseguida la primera andanada de seis ATACMS contra la región fronteriza de Bryansk y los rusos dicen que tumbaron cinco.
Al despachar a Rusia como “gasolinera con armas nucleares”, Waltz no advirtió que las máquinas de guerra funcionan con gasolina y petróleo, mientras que las armas nucleares son las únicas que merecen la etiqueta de game changer, esto es: algo revolucionario como punto de inflexión o cambio radical en la guerra.
Putin no correrá la mala suerte de Hitler, quien vio cómo su máquina de guerra se detenía por falta de combustible, ni caerá en la cursilería de la OTAN, que ahora pega falsas etiquetas de game changer a los ATACMS tal y como hizo antes a los HIMARS y demás modernos sistemas de armamentos que viene entregando a Ucrania y terminan cayendo o ardiendo como si nada bajo el fuego ruso.
Y si los misiles de largo alcance de la OTAN pusieran a Rusia en vilo, Vladimir Putin recurrirá a las armas nucleares tácticas como único game changer genuino. El físico ruso Anatoly Volyntsev propuso ya asestar un “ataque nuclear suave”, con pequeñas bombas de hidrógeno, para pulverizar la principal ruta ferroviaria de suministro de armas de la OTAN a Ucrania: el túnel Beskydy, en la región de Lviv.
El liderazgo sesudo de Occidente parece no acaba de darse cuenta de la estupidez de lanzarse contra Rusia e incurre en otra: suponer que Putin juega a la guerra, como si no hubiera demostrado ya, con las invasiones a Georgia, en 2008, y a Ucrania, en 2022, que tomaba muy en serio la penetración de la OTAN en uno y otro país como amenaza existencial. Entretanto Zelensky parece haberse pasado por debajo del arco del triunfo este recordatorio de Trump:
- “Te estás enfrentando a una máquina de guerra. Eso es lo que ellos [los rusos] hacen: echar guerras. Vencieron a Hitler. Vencieron a Napoleón (…) Tenemos que acabar con esta guerra” (Reuters, 26 de julio de 2024).
Historia y estilo
La paz relámpago de Trump tropieza con dos líderes a lo Fidel Castro. Zelensky vocifera en Kiev algo así como que primero se hundirá Ucrania en el Mar Negro antes que consistamos en ser esclavos de Rusia. Y en Moscú tenemos a Putin, quien se fue a la guerra con eslogan del tipo ¡Sepan, señores OTANistas, que no les tenemos absolutamente ningún miedo!
Zelensky se dejó engatuzar por Occidente con que recuperaría Crimea y ganaría la guerra contra las provincias rebeldes de Donetz y Lugansk, ya que dispondría del equipo y apoyo adecuados de la OTAN. Ahora enfrenta la pérdida sin remedio de aquellas y también de las provincias de Jersón y Zaporiyia.
Por enclavarse Ucrania entre Rusia y la OTAN, Zelenski pudo y debió cuadrar con este Dios y aquel Diablo para que Ucrania sobreviviera como país no alineado y no nuclear a perpetuidad, sin perjuicio del ingreso a la Unión Europea, así como sociedad multicultural incluyente hasta de los grupos rusófilos.
Pero cometió el mismo error histórico trascendental de Castro: repudiar la cercanía como clave geopolítica del desarrollo nacional, que para Castro era Estados Unidos y para Zelensky, Rusia. La guerra en Ucrania guarda incluso paralelos anecdóticos con ese fenómeno histórico denominado revolución cubana.
El ingente suministro de armas por la OTAN da pie a reciclar el diálogo que el comandante guerrillero Che Guevara sostuvo el primero de enero de 1959 por la mañana con el coronel Joaquín Casillas, jefe militar de Santa Clara.
—Coronel, vengo a pedirle que se rinda para evitar más derramamientos de sangre.
—Comandante, mientras yo tenga una bala no me rindo. Además, voy a convertir a Santa Clara en polvo y les voy a sacar a ustedes de la ciudad cueste lo que cueste. Con las armas que yo tengo, usted no puede vencerme.
—Coronel, usted tiene las armas, pero ya no tendrá quien las empuñe.
Un coronel retirado del ejército estadounidense y experto en temas de seguridad, Kurt Schlichter, soltó ya despacito que “Ucrania no está perdiendo porque Estados Unidos no suministra suficientes proyectiles, sino porque no cuenta con suficientes ucranianos”.
Y el papel del Pentágono como rector de la OTAN autoriza para traer a colación la respuesta de Fidel Castro, el 9 de enero de 1959 en el programa “Ante la Prensa” (CMQ), a la pregunta sobre el destino de la misión militar de Estados Unidos en Cuba: “A mi juicio no necesitamos esa misión. Ha resultado inútil. Lo que la misión le ha enseñado a los soldados de Batista fue a perder la guerra”.