El deplorable espectáculo de la Copa América en Miami

Otra vez perdió Miami ante el espejo de su incapacidad como gran urbe para acoger eventos de desbordante masividad sin los debidos controles de seguridad pública.

El deplorable espectáculo de la Copa América en Miami
Caos e incertidumbre en el Hard Rock Stadium de Miami. Foto: Nathan Ray Seebeck Nathan Ray Seebeck/USA TODAY Sports.

Ganó Argentina 1×0, por todo lo alto, en un partido que tuvo que extenderse a tiempo extra. Campeona indiscutible la Albiceleste de Leo Messi frente a una Colombia que no merecía perder.

Pero otra vez perdió Miami ante el espejo de su incapacidad como gran urbe para acoger eventos de desbordante masividad sin los debidos controles de seguridad pública.

El caos, el desbarajuste y la vandalización de la propiedad señorearon por horas en el Hard Rock Stadium, en el noreste de Miami, poniendo en peligro la integridad de miles de personas.

Hay varios factores de falta de previsión y cálculo organizativo, de manera que el despelote no solo puede achacarse a la turba de fanáticos que entró por la fuerza y sin boletos al estadio en la tarde dominical, violentando las normas de comportamiento y el respeto del orden público.

Sí, eso está mal y merecía la más enérgica respuesta de las autoridades, pero el primer error fue de los organizadores por no prevenir que una situación de esta magnitud podía desatarse en un escenario tan volátil y cargado de tensiones inevitables entre la fanaticada.

Desde ese momento, alrededor de las 5 pm, el personal de atención y seguridad del estadio trató de sacar a los cerca de seis mil personas, que habían ingresado al lugar sin boletos. Se calcula en unos seis mil los transgresores que rompieron barreras y se colaron hasta por los conductos de aire acondicionado para apropiarse de un espacio en el partido final.

La operación de desalojo de infractores se extendió durante más de lo esperado, sin solución a la vista a las 8 pm, la hora fijada para comenzar el crucial partido.  

Lo cierto es que, a esa hora, unas 40,000 personas con boletos comprados, entre ellos familias con menores, esperaban por el acceso al recinto sin una respuesta entendible.

Entonces vino la tormenta. Poco después de las 8 pm, los directivos del estadio decidieron abrir las puertas para la entrada de los espectadores, pero no hubo control de tickets, sino que se produjo a la bartola, a empujones, pisotones, gritos y desesperación.

Una avalancha que derribó los equipos de registro de boletos mediante los móviles, lastimó personas e impuso un clima de terror, contrario al espíritu de una festividad deportiva y de cualquier actividad social.

En medio del zafarrancho, la policía procedió a realizar numerosos arrestos por indisciplinas de gravedad. La cifra no de detenidos y posibles cargos no ha sido divulgada por las autoridades hasta el momento. En ese preciso instante la decisión de cancelar el partido a causa de la inseguridad y la incertidumbre reinantes no era una opción desechable.

Estamos hablando de personas que habían comprado boletos y paquetes de boletos, a costos astronómicos en muchos casos. Los precios se dispararon desde un rango entre los $900 a $1,600 dólares por boleto hasta los $20,000 por palcos, y en muchos sitios de reventas pudieron verse ofertas en el rango insólito de los $68,000 dólares. Muchos de los que habían abonado sus boletos con suficiente antelación, entre ellos turistas que viajaron desde otros estados y desde el extranjero se quedaron finalmente sin acceder al interior del estadio.

El traumático episodio demoró por una hora y 20 minutos el comienzo del partido, luego de que las imágenes del desmadre en el Hard Rock Stadium habían inundado las redes sociales y habían escalado hasta los titulares de influyentes publicaciones y emisoras a nivel internacional. Mientras trascurrían ya los primeros 45 minutos del partido, una verdadera batalla campal entre aficionados y agentes policiales se libraba en los pasillos de la instalació deportiva.

Sin dudas, una mala nota incrustada en el perfil ya satanizado de Miami.

La sumatoria de responsabilidades apunta especialmente a los directivos de la CONMEBOL, que es la institución rectora de la organización de la Copa América y no ha salido bien parada de esta prueba de fuego. ¿Conocen realmente los jerarcas de la CONMEBOL el mercado futbolístico del sur de la Florida? ¿Están preparados para desplegar torneos de esta envergadura en Estados Unidos? Realmente, no lo han demostrado.

Había indicios que apuntaban a que la Copa América estaba caldeada desde jornadas previas, como la trifulca ocurrida en el estadio Bank of America de Charlotte, Carolina del Norte, tras el partido entre Uruguay y Colombia, el pasado 11 de julio. Pero la alarma no les sonó en sus oídos.

La segunda pata en el ajuste de cuentas recae en la administración y personal del Hard Rock Stadium, que descuidó el plan para manejar la seguridad en el lugar. Cuesta trabajo pensar que una instalación que ha organizado con éxitos eventos multitudinarios y de alto perfil como varias ediciones del Superbowl haya sido sorprendida por los irreverentes inchas del fútbol latinoamericano.

No está exento, por supuesto, el Departamento de Policía de Miami-Dade (MDPD) que brindó apoyo de seguridad con otras agencias del orden, y asignó más de 550 oficiales al estadio, incluyendo su Equipo de Respuesta Prioritaria. Además, se movilizó personal de otras jurisdicciones para respaldar la seguridad y garantizar el bienestar de los asistentes al partido.

En un comunicado emitido a raíz de los incidentes de este domingo, la alcaldesa de Miami-Dade, Daniella Levine-Cava, dijo estar indignada con lo sucedido.

Creo que la vergüenza y la indignación nos sacudió a todos los residentes de este condado.

“Seamos claros: esta situación nunca debería haber ocurrido y no puede volver a ocurrió”, escribió Levine-Cava.

La Alcaldía de Miami-Dade anunció anoche mismo que se reunirá de inmediato con los ejecutivos del Hard Rock Stadium para realizar una revisión de lo ocurrido y evaluar la cadena completa de sucesos con el fin de “los protocolos y las políticas necesarias para futuros partidos” en la instalación.

El daño ya fue hecho y la imagen de Miami como anfitriona de mega eventos deportivos y culturales ha salido enlodada.

Uno pensaría que esos protocolos y esas políticas de conducción de eventos estaban trazados desde hace rato, tratándose del Hard Rock Stadium, un lugar de largo historial en eventos trascendentales. Pero no, Miami siempre nos sorprende.

Urge obviamente una acción rotunda para depurar responsabilidades y consolidar una estrategia de cómo lidiar tanto con los complejos asuntos organizativos como con los temas de seguridad pública, sobre todo por los retos que tendrá el estadio miamense como subsede de la Copa Mundial de Fútbol 2026.

Es un tema de exhaustiva coordinación y esmerado control que concierne a ejecutivos del deporte, funcionarios públicos, políticos y agencias federales, estatales y locales. Incluso, el desastre en la Copa América tiene imágenes registradas de quienes dañaron y destruyeron infraestructuras del recinto, y contra los transgresores debe caer el peso de la justicia, sean turistas, visitantes, residentes establecidos, ciudadanos estadounidenses o inmigrantes recién llegados. Los beneficios de visas o provisiones de protección migratoria implican respetar leyes y comportamientos ciudadanos en el lugar que se le acoge o visita.

El espacio público es sagrado e inviolable. Los delitos deben tener consecuencias y romper barricadas, irrespetar órdenes y generar violencia en congregaciones públicas lo son.

La seguridad pública es un asunto demasiado serio y debe estar en la cima de las prioridades, más allá de cualquier trofeo o cualquier celebración. Ahora más que nunca, que el país no está para estas pifias altamente costosas, ni el horno para galleticas.

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